Un año más, la hostelería pierde sus horas más fuertes de venta al público en las Cruces de Mayo de Cartagena. Las celebraciones comienzan demasiado temprano: a las 18:00 horas ya se abren las cruces, pero a las 23:00 horas se apaga la música. Cinco horas de fiesta no son suficientes para generar un impacto económico positivo en un sector que, tradicionalmente, encontraba en esta festividad una oportunidad clave para facturar.
Muchos hosteleros recuerdan los años en los que las cruces se prolongaban hasta la madrugada, cerrando en torno a las 2:00, lo que no solo atraía a más público, sino que favorecía un consumo escalonado y responsable en bares y terrazas. La restricción actual ha provocado que, desde las 23:00 horas, los locales queden vacíos y las calles apagadas, perdiéndose el ambiente festivo y la posibilidad de ingresos en una franja horaria vital para el sector.
Este viernes, la imagen general fue la de una ciudad en silencio demasiado pronto, lo que ha dejado una sensación de frustración entre los profesionales del sector hostelero. Se repite la historia de otros años: la ciudad no está a la altura de lo que podrían ser unas Cruces de Mayo vibrantes y dinamizadoras del comercio local.
Las comparaciones con otras ciudades son inevitables. En muchos municipios se están ampliando horarios y se apuesta por modelos festivos que combinan seguridad con dinamismo económico. En Cartagena, sin embargo, se opta por medidas restrictivas que, aunque puedan tener buena intención, afectan negativamente no solo a la hostelería, sino también al turismo, al empleo y a los propios vecinos que quieren disfrutar de unas fiestas tradicionales con libertad.
Por eso, desde el sector se vuelve a pedir diálogo y soluciones. No se trata de promover el descontrol, sino de buscar un equilibrio realista entre el descanso vecinal y el desarrollo de actividades que llenen de vida las calles. Cartagena merece unas fiestas vivas, seguras y económicamente sostenibles.