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La Olla de Cerdo con Sabor a Recuerdo

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PorJosé Antonio Martínez Pérez

23 de febrero de 2025
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El sol apenas había asomado sus primeros rayos cuando María se levantó, como todos los días, con el primer canto del gallo. Se ajustó el pañuelo de cuadros sobre su cabello recogido y, antes de que el frío de la mañana le calara los huesos, encendió la cocina de hierro en la que tantas veces había visto cocinar a su madre y a su abuela.

Esa cocina, de patas robustas y negra como la noche, era el corazón del hogar. Se alimentaba de carbón y leña, y el sonido del crepitar de las llamas llenaba la estancia con un eco familiar y reconfortante. María sabía que no había prisa; las cosas buenas requerían tiempo, y en su casa, los platos se cocinaban a fuego lento, con la paciencia que solo el cariño podía dictar.

Hoy prepararía la Olla de Cerdo con Boniato, la misma receta que su madre cocinaba para su padre cuando volvía agotado del campo. Era un plato poderoso, de esos que calientan el cuerpo y el alma, y que llenaban la casa de un aroma inconfundible.

El Ritual de Preparación

María sacó el saquito de habichuelas blancas que había dejado en remojo la noche anterior. “Si no se hidratan bien, el caldo no tendrá el cuerpo suficiente”, recordaba la voz de su madre. Con cuidado, las puso en la olla de hierro que ya comenzaba a calentarse sobre la cocina de carbón.

Agregó los huesos de espinazo y el tocino fresco, los cuales chisporrotearon al contacto con el calor. A medida que el agua comenzaba a hervir, una espuma grisácea subía a la superficie. María la retiró con una espumadera, tal como había aprendido observando a su abuela, quien decía que así se quitaban “las impurezas del alma del guiso”.

El aroma empezó a llenar la estancia. La leña crepitaba en la cocina de hierro, y el vapor que escapaba de la olla danzaba bajo la luz tenue que se filtraba por la ventana. Era un espectáculo tan sencillo como hipnótico, una danza ancestral que unía generaciones.

Las Verduras y los Recuerdos

María comenzó a pelar las patatas con manos hábiles y ágiles. Recordó cómo su madre lo hacía de forma tan rápida que la piel caía en tiras largas y finas. Cortó el nabo y el

boniato, ambos tan frescos que aún conservaban el aroma de la tierra. Al añadirlos a la olla junto con el apio, el caldo cobró vida, y un perfume dulce y terroso envolvió la cocina.

Mientras removía el guiso con una cuchara de madera, la mente de María viajaba a aquellos días en los que, siendo niña, corría por el campo mientras su madre cocinaba este mismo plato para su padre, sus hermanos y para ella. Recordó cómo al volver, hambrienta y agotada, el aroma de la olla de cerdo la hacía acelerar el paso, sabiendo que un plato caliente la esperaba.

El Azafrán y el Arroz, Olor a Hogar

María tomó un pellizco de azafrán y lo frotó entre sus dedos, tal como su madre le había enseñado. El polvo dorado cayó sobre el guiso, tiñendo el caldo de un color cálido, como el sol del atardecer sobre los campos. Añadió el arroz, removiendo lentamente para que cada grano se impregnara del sabor del caldo espeso.

El tiempo en aquella cocina parecía no tener prisa. María se permitió unos instantes para observar el fuego, hipnotizada por el vaivén de las llamas. En ese fuego veía reflejada a su madre, con su delantal blanco y su mirada atenta, controlando el calor con la maestría de quien conoce bien su oficio.

Las Morcillas y el Toque Final

Cuando el arroz estaba casi en su punto, María tomó las morcillas de cebolla. Las había atado cuidadosamente por las puntas, tal como hacía su madre, para que no se deshicieran en el caldo. Las sumergió en la olla y el aroma se intensificó, llenando la cocina de un perfume ahumado y profundo.

Antes de cerrar la tapa, María probó el caldo con una cuchara de madera. Cerró los ojos y dejó que el sabor llenara su boca. Sonrió, satisfecha. “Perfecto”, murmuró para sí, recordando cómo su madre siempre ajustaba la sal justo en este momento.

La Mesa y la Familia

El sol ya estaba alto cuando María sirvió la Olla de Cerdo con Boniato en hondos platos de cerámica. El caldo humeante desprendía un aroma tan intenso que su esposo e hijos se acercaron a la mesa sin necesidad de llamarlos.

Se sentó junto a ellos, observando cómo saboreaban el plato con una sonrisa en los labios. “Sabe a casa”, dijo su esposo, y María sintió una calidez que no tenía nada que ver con el calor de la cocina.

Ella no respondió. No hacía falta. Sabía que en esa olla no solo había habichuelas, cerdo, arroz y boniato. Había también recuerdos, amor, y el legado de todas las mujeres de su familia que, generación tras generación, habían mantenido viva esa receta. Una receta que no solo alimentaba el cuerpo, sino también el alma.

Y mientras el fuego de la cocina de hierro se apagaba lentamente, María supo que, a través de aquella olla, su madre y su abuela seguían allí, presentes, alrededor de la mesa.

Hoy prepararía la Olla de Cerdo con Boniato, la misma receta que su madre cocinaba para su padre cuando volvía agotado del campo. Era un plato poderoso, de esos que calientan el cuerpo y el alma, y que llenaban la casa de un aroma inconfundible.

Ingredientes para 4 personas:

  • 1/2 kilo de habichuelas (alubias blancas)
  • Se pueden usar de tarro ya cocidas para ahorrar tiempo.
  • 200 g de arroz redondo o bomba
  • 4 huesos de espinazo de cerdo
  • Tocino fresco, al gusto
  • 4 morcillas de cebolla

Atadas por las puntas para evitar que se deshagan.

  • 4 patatas, tamaño al gusto
  • Unas ramas de apio
  • 1 nabo o nabicol
  • 1 boniato
  • Azafrán
  • Sal
  • Agua

 

Elaboración:

  • Preparación de las habichuelas: La noche anterior, pon las habichuelas en remojo si son secas.
  • Si usas habichuelas de tarro ya cocidas, este paso no es necesario.
  • Cocción inicial: En una olla grande, coloca las habichuelas y la carne de cerdo (huesos de espinazo y tocino fresco), junto con un poco de sal.
  • Lleva a ebullición y retira la espuma que se forme en la superficie con una espumadera o un colador.
  • Añadir las verduras: Una vez retirada la espuma, agrega el apio, el nabo, las patatas y el boniato.
  • Deja cocer a fuego medio hasta que las habichuelas estén tiernas.
  • Agregar el arroz y el azafrán: Cuando las habichuelas y la carne estén cocidas, incorpora el arroz y el azafrán.
  • Remueve suavemente para que cada grano se impregne del sabor del caldo.
  • Añadir las morcillas: Cuando el arroz esté casi cocido, añade las morcillas bien atadas para que no se deshagan.
  • Rectifica de sal al gusto.
  • Finalización: Deja cocer hasta que el arroz esté en su punto.
  • El guiso debe quedar caldoso, perfecto para combatir el frío.

 

¡Que aproveche!

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