El conflicto en torno al futuro de la Catedral de Cartagena ha desatado una oleada de indignación ciudadana y un clamor por la defensa de un patrimonio que muchos consideran clave para la memoria histórica, religiosa y cultural de la ciudad. El manifiesto hecho público recientemente por varias asociaciones de la región denuncia lo que califican como un intento de desnaturalizar y despojar de su esencia a la Catedral de Santa María la Mayor, un símbolo de la historia de Cartagena y de su antigua dignidad eclesiástica.
La Catedral de Santa María la Mayor no fue destruida por las bombas de una guerra ni por catástrofes naturales. Su ruina es consecuencia, según los firmantes del manifiesto, de décadas de abandono por parte de las instituciones llamadas a protegerla. Lo que en otros lugares se habría restaurado con esmero y respeto, en Cartagena languideció entre la indiferencia y la desidia. Ahora, tras años de espera, las administraciones presentan un Plan Director que, lejos de satisfacer las esperanzas de recuperación plena del templo, ha sido interpretado como un proyecto que busca convertir las ruinas en un mero decorado turístico, ajeno a su naturaleza sagrada y a su significado histórico. Las pasarelas, miradores y estructuras modernas que propone este plan serían, en opinión de los colectivos críticos, un maquillaje que oculta la verdadera historia del monumento y de la propia ciudad.
El proyecto Spartaria, ganador del concurso convocado por el Ayuntamiento y respaldado por el Obispado de Cartagena, ha sido especialmente señalado por la falta de participación ciudadana y el nulo consenso con expertos independientes. Este plan, sostienen los críticos, no persigue restaurar la función original de la Catedral ni su dignidad como sede episcopal heredera de la antigua Diócesis Carthaginensis, que en tiempos llegó a ser Diócesis Exenta, dependiendo directamente de Roma. La desactivación litúrgica del templo, prevista en el proyecto, simboliza para los denunciantes un paso más en el proceso de degradación de la identidad histórica y religiosa de Cartagena.
El manifiesto subraya que restaurar un monumento no debe ser sinónimo de reinterpretar ni de ocultar su esencia. Para los colectivos firmantes, lo que se presenta como una actuación innovadora y una puesta en valor no es más que un proceso de demolición silenciosa de lo sagrado, un intento de cerrar definitivamente la puerta a la recuperación integral de un edificio cargado de historia desde su construcción en el siglo XIII por mandato de Alfonso X el Sabio. Lejos de aceptar lo que consideran un destino impuesto, los firmantes exigen una paralización inmediata del actual Plan Director, la redacción de un nuevo proyecto que contemple la recuperación íntegra del edificio y su función religiosa y episcopal, y la implicación de la ciudadanía en todas las decisiones que afecten a este patrimonio común.
Las asociaciones advierten que la Catedral de Cartagena no puede convertirse en un parque temático ni la fe reducirse a un elemento musealizado. Denuncian que la historia no puede ser borrada ni sustituida por discursos vacíos de palabras como “innovación” o “puesta en valor”, que a su juicio encubren un despropósito que atenta contra la memoria colectiva. En un tono contundente y cargado de simbolismo, el manifiesto recuerda la obra del pintor Juan de Valdés Leal Finis gloriae mundi para ilustrar cómo el poder y la hipocresía quedan al descubierto, pero subraya que los cartageneros no lloran resignados, sino que alzan la voz porque están vivos y dispuestos a defender lo que consideran justo.
El manifiesto ha sido suscrito por un amplio abanico de asociaciones comprometidas con la defensa del patrimonio histórico y cultural. Entre ellas se encuentran la Plataforma Virgen de la Caridad (PCVC), la Asociación Juvenil Villa de Aljucer (AJVA), la Asociación Defensa Patrimonio DAPHNE, la Asociación Historia Librilla, la Coordinadora para la Defensa del Cerro del Molinete, HUERMUR (Asociación para la Conservación del Patrimonio de la Huerta de Murcia), la Asociación Cartaginense y la Asociación Origen. Todas ellas se han unido bajo un mismo grito de resistencia: ¡Restauración íntegra o destrucción total!, dejando claro que para Cartagena, su catedral y su gente solo cabe un futuro en el que la verdad y la justicia histórica sean restauradas junto al templo que simboliza siglos de identidad y de fe.




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