Donde los siglos se entrelazan
En lo alto del cerro de la Concepción, en pleno corazón de Cartagena, se alza uno de los lugares más singulares y simbólicos de la ciudad: la Plaza de Toros. Su imponente presencia neomudéjar oculta bajo sus cimientos un pasado milenario que ha despertado, en los últimos años, un interés arqueológico y patrimonial sin precedentes. Porque allí, bajo el ruedo que vio pasar a los más grandes toreros del siglo XX, duerme desde hace siglos el anfiteatro romano de Cartagena.
Un lugar de espectáculo y pasión que ha mantenido, a lo largo de casi dos mil años, una misma función: ser escenario del drama humano, del arte, del valor y de la muerte. De los gladiadores romanos a los matadores de toros, de las fieras a los astados, de la toga al traje de luces. Pocas ciudades pueden presumir de tener en un mismo enclave la superposición física y simbólica de dos mundos tan separados en el tiempo y tan unidos por su esencia.
El anfiteatro romano: origen y esplendor
Fue en el siglo I d.C., posiblemente bajo la dinastía Flavia, cuando se erigió el anfiteatro de Carthago Nova. Su construcción aprovechó la ladera natural del cerro de la Concepción, lo que permitió levantar una estructura semienterrada, con gradas excavadas en la roca y una capacidad que rondaría los 10.000 u 11.000 espectadores. Aquella arena albergaba luchas de gladiadores, cacerías de animales exóticos, ejecuciones públicas y celebraciones del poder imperial.
Con la caída del Imperio y las incursiones vándalas del siglo V, el anfiteatro cayó en desuso. Sus piedras fueron reutilizadas en otras construcciones, como era habitual, y con el tiempo, la vegetación, el polvo y los siglos lo enterraron en el olvido. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, algunos hallazgos casuales ya hacían sospechar de su existencia bajo el solar de la plaza.
La plaza de toros: modernidad sobre ruinas
En 1853, en pleno auge urbano e industrial de Cartagena, se aprobó la construcción de una plaza de toros en ese solar. El arquitecto Jerónimo Ros Jiménez dirigió las obras, que comenzaron el 11 de julio de ese año. La construcción fue rápida y eficiente, gracias al uso de mano de obra penitenciaria del cercano penal militar. La inauguración tuvo lugar el 5 de agosto de 1854, con una corrida a cargo de las figuras Francisco Arjona “Cúchares” y Manuel Arjona.
El edificio, de estilo neomudéjar y planta circular, tenía una capacidad cercana a los 8.000 espectadores. Durante más de 130 años fue escenario de algunas de las mejores faenas del toreo, pero también de espectáculos cómicos, verbenas, galas y conciertos.
Grandes tardes y tragedias en la arena
Por el albero de la plaza pasaron figuras de la talla de Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín, Paco Camino, Antonio Bienvenida, El Cordobés y, especialmente, el cartagenero José Ortega Cano. Junto a ellos, promesas locales y novilleros encontraron en esa plaza el trampolín hacia la fama o el dolor de la derrota.
Pero también hubo sangre. La tragedia más recordada es la de Fermín Muñoz “Corchaíto“, quien el 9 de agosto de 1914 fue herido mortalmente por el toro “Distinguido”, de la ganadería de Félix Gómez. Recibió una cornada en el muslo derecho que le seccionó la femoral. Fue atendido en la enfermería de la plaza, dotada de sala de operaciones, pero falleció a las pocas horas.
La enfermería de la plaza de Cartagena, como en los grandes cosos, era un espacio vital. Equipado con lo necesario para atender cornadas graves, salvó muchas vidas y fue escenario de cirugías de emergencia que mezclaban lo heroico con lo improvisado.
Mucho más que toros: música y cultura popular
Durante el siglo XX, especialmente a partir de los años 70, la plaza comenzó a diversificar sus usos. Allí se celebraron veladas flamencas con artistas como José Menese, Rancapino o Chano Lobato. Se instalaron escenarios para teatro popular, funciones benéficas y conciertos.
Durante las fiestas de septiembre era habitual ver el coso convertido en recinto festivo, con concursos, galas o espectáculos taurinos cómicos como los famosos “Charlot toreros”. El espacio fue un punto de encuentro social para generaciones de cartageneros.
La última corrida de toros se celebró el 30 de marzo de 1986. Desde entonces, la plaza cerró sus puertas al toreo y quedó sumida en el abandono, a la espera de un futuro incierto.
El despertar de las piedras: excavaciones y futuro
En 2008, tras décadas de estudios, comenzaron las primeras excavaciones arqueológicas serias. Las sospechas se confirmaron: el anfiteatro romano seguía allí, bajo la plaza de toros, con buena parte de su graderío, muros y galerías en pie. El hallazgo reactivó el interés ciudadano y político por recuperar un espacio único en Europa.
Desde entonces, las fases de excavación se han sucedido con lentitud pero con firmeza. En 2024 y 2025 se ha licitado un ambicioso plan para completar la excavación del anfiteatro, consolidar estructuras, y restaurar la fachada principal de la plaza de toros, integrándola en el proyecto.
Se prevé la creación de un centro de interpretación con pabellón de visitantes, pasarelas elevadas, zonas musealizadas y paneles explicativos. Todo ello permitirá al visitante recorrer dos milenios de historia del espectáculo en un mismo lugar.
Un diálogo de civilizaciones
Lo que convierte a la Plaza de Toros de Cartagena en un recinto excepcional no es solo su historia, sino su significado simbólico. Un anfiteatro romano y una plaza taurina en el mismo solar son el espejo de una civilización que ha mutado pero no ha cambiado del todo: el hombre sigue necesitando contar su historia en forma de espectáculo.
Donde antes rugía un león, embiste un toro. Donde caía un gladiador, cae un torero. Donde el pueblo vitoreaba al césar, hoy aplaude al matador. Y en ambos casos, la piedra observa, impasible y eterna.
Epílogo: una plaza que renace
Hoy, Cartagena está decidida a recuperar este legado. A devolverle la voz a las piedras. A unir en un solo espacio su herencia romana y su memoria moderna. La plaza no volverá a llenarse de sangre, pero sí de conocimiento, de turistas, de escolares, de cultura y de futuro.
La Plaza de Toros de Cartagena volverá a abrir sus puertas. No para una corrida, sino para un reencuentro con la historia.