Hubo un tiempo en el que las bodegas reinaban en la Comarca del Campo de Cartagena. Eran lugares de encuentro donde la gente podía disfrutar de unos buenos vinos mientras degustaba las típicas tapas de siempre. Los michirones y los callos eran tapas obligadas en aquellos lugares de culto. El picante hacía que el consumo de vino o cerveza se multiplicara y la gente, simplemente, era feliz.
Con el paso del tiempo, las costumbres han ido cambiando y, silenciosamente, las bodegas han ido dejando paso a otro tipo de locales, no mejores ni peores, sino distintos. Hoy en día podemos decir que las bodegas de siempre están en peligro de extinción, pero todavía podemos disfrutar de alguna de ellas, y es justamente lo que hicimos.
Nos desplazamos hasta la ciudad de La Unión, cuna del flamenco y la minería, donde, por suerte, todavía queda alguna que otra bodega donde poder disfrutar de aquellos tiempos pasados.
Entramos en la famosa Bodega Lloret, que comienza su andadura el 1 de mayo de 1951, cuando Antonio Lloret y Amparo Ramón abren por primera vez sus puertas contando con recursos muy limitados. Se rumorea que tuvieron que vender su primer vaso de vino para poder comprar una barra de pan. Pronto se convertiría en un punto de encuentro y en un referente, no solo para la ciudad de La Unión, sino también para toda la Comarca.
Una vez que estás dentro del local, es como si hubieras viajado al pasado. Parece que nada ha cambiado desde que se inauguró en la década de los cincuenta del siglo pasado. La bodega cuenta con dos estancias: la principal, donde encontramos la barra y una zona que hace la función de tienda, además de las tinajas y barriles de los distintos tipos de vino, como el vino minero, el vino de Jumilla, etc. La segunda estancia sirve como comedor, separado del ajetreo de la estancia principal.
Nosotros nos sentamos en una de las mesas de la estancia principal. Estuvimos cenando y lo primero que pedimos fue un plato de michirones. ¡Y qué michirones! Hechos a fuego lento, con ese sutil pero apreciable toque picante que siempre debe tener este plato típico del Campo de Cartagena, que con el tiempo se ha extendido a otros lares y se ha convertido en un plato típico de toda la Región.
Una de las tapas más emblemáticas de esta bodega son sus patatas con ajo: patata entera cocida sin pelar, acompañada de un cuenco de ajo. Es una tapa sencilla, pero a la vez, tremendamente extraordinaria. Mezclar la patata con el sabroso y apetecible ajo es una de las mejores satisfacciones gastronómicas que puedes experimentar. Es curioso que, hoy en día, busquemos en la complejidad experiencias parecidas, cuando siempre hemos tenido platos tan simples como este.
No podemos olvidar que estamos en la Comarca del Campo de Cartagena y que el embutido de esta tierra es sensacional, sobre todo las morcillas. Sabiendo esto, pedimos un par de morcillas. No puedes irte de la Bodega Lloret sin probarlas.
Nos hubiera gustado probar más cosas de su carta, pero fuimos a cenar y, haciendo caso al refrán: “Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”, decidimos que un último plato y ya.
Pedimos un plato de lacón braseado con su aceite de oliva y su pimienta, plato ligero para la digestión y sabroso para el gusto. Nos marchamos de la bodega pensando en volver otra vez, pero esta vez para comer y poder así disfrutar de más platos de su carta.
Lugares como la Bodega Lloret deberían ser Patrimonio de la Humanidad. Son espacios que conservan las tradiciones gastronómicas de un lugar, de una Comarca. Después de cenar, pudimos dar un pequeño paseo por La Unión y contemplar algunos de sus edificios más emblemáticos.





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