Cuántas veces hemos oído comentar que el mejor blanco es un buen tinto. Pero los rosados, pocos hablan de los rosados que también son unos extraordinarios vinos. A mi buen amigo y extraordinario bodeguero Domingo, le gusta comentar que el mundo del vino es una espléndida paleta de colores, sabores y aromas, destacando entre sus variedades más fundamentales el vino tinto, el blanco y el rosado. Los tres estilos de vinos captan la gran diversidad de las uvas, los procesos de vinificación y por supuesto los gustos de los enólogos. Cada vino tiene su lugar tanto en la mesa como en el paladar.
El color distingue las variedades, sin embargo, comparten los tres tipos de vino elementos comunes: la calidad y variedad de las uvas, el clima y por supuesto el suelo donde se cultivan las cepas, son elementos que impactan en el color, sabor y aroma del vino. Los vinos de más calidad suelen producirse en suelos con poca materia orgánica y humedad, próximos a mares y ríos. La diversidad del clima contribuye a una gran gama de excelentes vinos.
El vino tinto obtiene su tonalidad oscura durante la vinificación, cuando el mosto se fermenta junto con las pieles de la uva. El vino blanco, a diferencia del tinto tiene unos tonos más pálidos, desde incoloro hasta un amarillo suave. No se produce maceración con las pieles de la uva, por lo que el mosto no adquiere color. El vino rosado se caracteriza por su color, que varía desde un naranja pálido hasta un rosa intenso, dependiendo de la uva, la región y el proceso de maceración. La creencia popular piensa que el vino rosado es una mezcla de vino tinto y blanco, teniendo el vino rosado sus propios métodos de elaboración.
Los vinos rosados, empiezan a sonar con propio nombre, si años atrás se puso de moda el término “tardeo”, para aludir a la actividad de ir de tapas o copas por la tarde, sustantivo que se ha quedado y se práctica cada día más. Ahora le llega el momento a otro sustantivo que empieza a consolidarse: el “roseteo“, la puesta de sol es el punto de partida y actitud esencial para vivir esta nueva vivencia. Este movimiento, es la continuación del tardeo, en ese otro momento de ocio del día y muy nuestro, antes de las cenas de primavera y verano, en esos bellos atardeceres, en nuestras calles de ciudad, en la costa, en el pueblo y en cualquier rincón la vida se convierte en color rosa. En Navarra, tierra de rosados por excelencia, está consolidado el “roseteo“.
Pero también los rosados de otras D.O. transmiten frescura, ligereza, aromas derivados de las uvas Garnacha, Syrah, Tempranillo y Merlot. Que, servido en su punto de frío y en elegante copa, es un verdadero placer para compartir con tapeo en el “roseteo“, al igual que en las cenas veraniegas, que nos harán conocer los secretos del vino rosado. Haciendo vibrar en cada descorche de este vino.
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