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Crónicas de un Pueblo. – El Clan de los Maestre y la Casa que el Tiempo Despoja

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I. El Ascenso de una Familia

Hablar de la Cartagena modernista sin mencionar a la familia Maestre es dejar en blanco una de las páginas más influyentes de su historia reciente. Procedentes de Monóvar (Alicante), los Maestre se trasladan a Murcia hacia 1864. El cabeza de familia, Tomás Maestre Berenguer, junto a su esposa Francisca Pérez Asensio, emprenden una nueva vida desde la modestia, regentando una taberna en la calle La Palmera. Allí crecerán sus hijos Tomás, José y Ponciano, quienes marcarán destinos muy distintos.

De entre todos ellos, destaca José Maestre Pérez (1866-1933), quien, con inteligencia, ambición y alianzas estratégicas, se convertiría en uno de los hombres más influyentes de la Región de Murcia y del Levante español. Tras realizar el bachillerato en Murcia, se traslada a Valencia para estudiar Medicina, carrera que completa y en la que se doctora en Madrid en 1887. Comienza a ejercer en Portmán y La Unión, donde entra en contacto con la elite minera de la zona.

Allí se produce el giro definitivo de su vida: contrae matrimonio con Visitación Zapata Hernández, hija del todopoderoso Miguel Zapata Sáez, conocido como “el Tío Lobo”, una de las mayores fortunas mineras de España. Con esa unión, José Maestre abandona la medicina y se integra en el conglomerado empresarial de los Zapata. Al morir Visitación en 1903 tras dar a luz a su quinto hijo, José se casa en 1905 con su cuñada Obdulia Zapata, reforzando el núcleo de poder familiar.

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II. Poder, Fortuna y Arquitectura

José Maestre es, durante casi tres décadas, el principal referente político de Cartagena. Comienza en el Partido Liberal, pero en 1906 se pasa al Partido Conservador, siendo elegido diputado por Cartagena y alcanzando cargos nacionales de gran relevancia: Ministro de Abastecimientos en 1919, Ministro de Fomento en 1921 y Gobernador del Banco de España. También es Presidente de la Junta de Obras del Puerto, Presidente de la Diputación Provincial y Senador vitalicio. Una frase de la época lo resume todo: “Si Maestre no va a la ciudad, la ciudad va a Maestre”.

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Su influencia se plasma también en la arquitectura. En 1906 manda construir la Casa Maestre en la Plaza de San Francisco, encargando el proyecto al arquitecto Marceliano Coquillat, con dirección de obra del genial Víctor Beltrí. Inspirada en la Casa Calvet de Gaudí, su fachada de piedra tallada, los balcones con motivos florales, la escalera

interior con barandilla de forja y vidrieras de estilo art nouveau, hacen del edificio una de las joyas del modernismo cartagenero.

Quintilla

En la plaza centenaria

surge altiva la fachada,

cual corona legendaria

que a la historia bien se anclara,

por el tiempo respetada.

 

III. La Casa como Reflejo de un Tiempo

La Casa Maestre fue mucho más que una vivienda: fue el epicentro de la vida social y política de Cartagena en las primeras décadas del siglo XX. En sus salones se reunían ministros, empresarios, banqueros, periodistas y artistas. Las veladas musicales, los tés de sociedad, los acuerdos financieros y las conspiraciones políticas convivían bajo sus artesonados de madera y sus techos pintados.

La casa no solo reflejaba el poder de los Maestre, sino también la idea de una Cartagena burguesa, próspera, cosmopolita y conectada con las grandes corrientes europeas. Era una declaración estética y social. Su emplazamiento, en plena Plaza de San Francisco, junto al Banco de Cartagena, la convertía en una pieza urbana central.

 

Décima Espinela.

La casa que fue emblema

de un linaje y su poder,

se dejó desvanecer

bajo el gris del nuevo esquema.

Ya no queda ni el poema

que en sus muros resonaba,

solo el eco que lloraba

por los salones vacíos,

murales, vidrios fríos,

de una historia que escapaba.

 

IV. Declive, Olvido y Saqueo Silencioso

Tras la Guerra Civil, la Casa Maestre fue incautada y usada por el Partido Comunista. En 1940, ante la ruina económica familiar, fue vendida al Banco Hispano Americano por 500.000 pesetas. A pesar de mantener la fachada, el interior sufrió daños y modificaciones graves, perdiéndose mobiliario, pinturas, carpinterías originales y frescos.

Durante el franquismo, el edificio fue utilizado como sede bancaria, luego como oficina, y en las últimas décadas ha pasado de mano en mano entre entidades financieras sin interés cultural. La declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2024 fue un paso positivo, pero insuficiente. Hoy la casa permanece cerrada, deteriorada, y con amenaza estructural en varios puntos. La escalera de hierro forjado, las columnas de hierro fundido y la vidriera floral son testigos silentes de un olvido institucional imperdonable.

Quintilla

Hoy la casa, abandonada,

es un grito en piedra y llanto,

una joya condenada

a vivir desfigurada

por la incuria y por el espanto.

 

V. El Llamado Urgente

Cartagena no puede permitirse perder la Casa Maestre. Su valor artístico, histórico y simbólico la convierten en el lugar idóneo para un gran Centro de Interpretación del Modernismo. Con su ubicación privilegiada, podría articular rutas, exposiciones, actividades culturales y visitas escolares. Pero para ello, el Ayuntamiento debe dejar de mirar hacia otro lado y utilizar las herramientas legales disponibles: la expropiación por interés patrimonial, los convenios de cesión temporal, la colaboración público-privada o la creación de una fundación que recupere este espacio.

VI. Una Mañana en la Casa Maestre

La jornada en la Casa Maestre comenzaba temprano. Los primeros rayos de sol se colaban por las vidrieras policromadas del vestíbulo, proyectando figuras de lirios y amapolas sobre los suelos de mosaico. Las doncellas recorrían las galerías abriendo ventanas y llevando bandejas de porcelana con infusiones y pañuelos perfumados a las señoras de la casa, quienes despertaban en habitaciones con muebles de caoba, cortinajes de damasco y lavabos de loza inglesa.

Los caballeros, por su parte, eran atendidos por lacayos que les preparaban el baño, lustraban sus zapatos y colocaban el sombrero y bastón a la entrada del despacho. En el comedor, bajo una lámpara de cristal de Murano, se servía el desayuno: café de Colombia, tostadas con mantequilla importada y frutas del Huerto del Cabecico. El salón de fumadores, con su biblioteca forrada en nogal, era lugar habitual de lectura matutina del diario La Correspondencia de España o El Liberal.

En la puerta principal, un cochero uniformado esperaba junto al moderno automóvil Hispano-Suiza, mientras en el entresuelo se reunían industriales, ingenieros, abogados o incluso ministros. Entre los visitantes ilustres de la casa destacan figuras como Juan de la Cierva, Antonio Maura, Melquiades Álvarez y diversos embajadores del cuerpo consular.

Por la tarde, los niños de la familia jugaban en los patios ajardinados, y las señoras organizaban tés musicales o reuniones de caridad. Al anochecer, los salones se iluminaban con luz eléctrica y se preparaban las cenas de gala donde se alternaban las notas de un piano de cola con los brindis por la patria.

 

Décima final

No dejemos que el olvido

robe el alma a esta mansión,

pongamos en acción

el deber comprometido.

Que el futuro sea erguido

sobre cimientos de historia,

y no llore la memoria

las torpezas del presente.

Que la ciudad sea valiente

¡y rescate su victoria!

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