miércoles, octubre 22, 2025

Crónicas de un Pueblo. – Estación de Cartagena: Historia, Hierro y Olvido

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I. De la muralla al horizonte del hierro

Cartagena amanecía al siglo XIX aún abrazada por sus murallas, sin imaginar que un día el hierro y el vapor abrirían en ellas la puerta del progreso.

El 24 de octubre de 1862, la reina Isabel II llegaba en tren desde Murcia, inaugurando una línea que cambiaría para siempre la forma de llegar y salir de la ciudad.

Desde entonces, el rugido del ferrocarril fue sinónimo de esperanza, de modernidad y de futuro.

En 1903 comenzaron las obras de la estación definitiva, y cinco años después, en 1908, Cartagena estrenaba uno de sus edificios más elegantes.

Su ubicación, al este del casco antiguo, no fue casual: el Ministerio de la Guerra solo permitió edificar fuera del perímetro amurallado, por razones defensivas, lo que la convirtió en puerta de entrada al nuevo ensanche.

El edificio, de estilo modernista y ecléctico, combinaba técnica y belleza. En su fachada, los azulejos de Daniel Zuloaga reflejaban el orgullo de una ciudad abierta al mar y al futuro.

Décima

Cartagena abrió su vía,

rompiendo antigua muralla,

y el tren, cual lanza que estalla,

dio a la tierra valentía.

Nació una nueva armonía,

de hierro, vapor y viento,

progreso en su movimiento,

latido de una nación.

Fue la estación bendición

y emblema del pensamiento.

 

II. La controversia del arquitecto

Durante décadas, la autoría del edificio se atribuyó erróneamente a Víctor Beltrí, el gran genio del modernismo cartagenero.

La majestuosidad de su fachada, tan próxima al estilo Beltriano, llevó a esa confusión.

Sin embargo, la verdad se hallaba en los archivos de la compañía MZA (Madrid–Zaragoza–Alicante).

Investigaciones posteriores, realizadas por la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), demostraron con documentos y planos firmados que el verdadero autor fue Emilio Antón Hernández, junto a los ingenieros José Cebada Ruiz y José Moreno Rodríguez, bajo la dirección técnica del ingeniero Ramón Peironcely Elosegui.

La verdad, guardada más de un siglo, devolvió la justicia al arquitecto Antón, y con ello se cerró uno de los capítulos más curiosos de la historia del patrimonio ferroviario español.

Quintilla

Tanta duda y confusión

velaron su autoría,

mas la verdad todavía

luz dio a la documentación,

y habló la memoria fría.

 

III. Hierro, puerto y valle: el pulso industrial del ferrocarril

La línea Cartagena–Chinchilla fue el pulmón del comercio y la industria regional.

Por sus vías circuló el latido económico del Campo de Cartagena: minerales, esparto, aceites, harinas, sal, productos del Arsenal, y más tarde, petróleo y derivados químicos.

El tren entraba hasta el mismo muelle, donde las mercancías pasaban del vagón al barco con una precisión admirable.

Otro ramal penetraba en el Valle de Escombreras, alimentando refinerías, fábricas y almacenes de combustible.

Aquel triángulo de acero entre el puerto, la estación y Escombreras fue durante décadas la arteria industrial del Mediterráneo.

Décima

Por los raíles corría

la savia del porvenir,

y en el muelle, al relucir,

el barco al tren respondía.

Cartagena se vestía

de carbón y sol ardiente,

puerto noble y sorprendente,

de comercio y esperanza,

de esfuerzo y perseveranza,

y de orgullo permanente.

 

IV. Personajes y recuerdos del andén

Por la estación de Cartagena pasaron reyes, artistas y viajeros ilustres.

Aquí embarcó su equipaje Hans Christian Andersen, fascinado por el mar; aquí llegaron Rubén Darío y Azorín, rumbo a Madrid; aquí partieron reclutas, soldados, marineros y familias enteras buscando destino.

También fue testigo de la guerra y del exilio, de los abrazos que duelen y los regresos que sanan.

Cada traviesa guarda una historia; cada silbato, una emoción.

Quintilla

En su reloj centenario,

duermen tiempos y memorias,

los adioses y las glorias

de un pasado ferroviario,

testigo de mil historias.

V. Cercanías, abandono y responsabilidad

Hoy, en pleno siglo XXI, Cartagena continúa siendo una de las ciudades más importantes del Mediterráneo, pero también una de las peor comunicadas.

El Estado gestiona las líneas interautonómicas, pero las comunidades autónomas tienen la obligación de organizar, financiar y mejorar los servicios de cercanías.

Y sin embargo, la Región de Murcia no ha sabido ni querido garantizar un servicio digno para Cartagena.

El número de trenes es insuficiente, las frecuencias escasas y los precios elevados.

Mientras otras ciudades crecen unidas por vías ágiles, nosotros seguimos esperando un tren que no llega.

Décima

Si el tren pasa y no se para,

si el viajero se resigna,

la tierra que se digna

queda muda y solitaria.

Cartagena, luminaria,

de historia y de hermosura,

sufre afrenta y desventura

por promesas que no llegan.

Y mientras otros navegan,

aquí se apaga su altura.

 

VI. Restaurar para avanzar: las obras de 2022–2025

En 2022, Adif inició la rehabilitación integral del edificio histórico con una inversión inicial de más de 5 millones de euros, ampliada después a 6,5 millones.

El proyecto busca mantener su valor patrimonial y adaptarlo al siglo XXI.

Se restauran las fachadas, cerámicas, vidrieras, artesonados y lámparas originales; se eliminan barreras arquitectónicas y se reordenan los espacios para mejorar la accesibilidad y el confort del viajero.

Una nueva marquesina con placas solares dará sombra y energía, y el entorno urbano será remodelado con zonas peatonales, aparcamientos y áreas verdes.

Es un proyecto que no solo repara un edificio, sino dignifica la memoria de toda una ciudad.

Quintilla

Que la estación resucite

con noble arte y saber,

y que el AVE al crecer

la dignifique y edifique,

con firmeza y sin capricho.

 

VII. La Alta Velocidad: un futuro que debe llegar

El Ministerio de Transportes y Adif Alta Velocidad trabajan en el acceso del AVE Murcia–Cartagena, que contempla plataforma doble de ancho internacional, compatibilidad con mercancías y la ampliación de la estación actual para acoger hasta siete vías.

El proyecto de integración ferroviaria cuenta con una inversión superior a 150 millones de euros, y se coordina a través de la sociedad Cartagena Alta Velocidad S.A., en la que participan el Estado, la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento.

El reto es monumental: lograr que la Alta Velocidad llegue sin destruir el alma histórica del edificio y que la modernidad no borre la identidad.

Décima

Obras que nacen del deber,

restaurar sin mutilar,

mantener y renovar,

la historia y su poder.

Que el tren llegue a renacer,

con justicia y equilibrio,

sin olvido ni artificio,

y que el AVE, al llegar,

nos devuelva sin tardar

dignidad y beneficio.

 

VIII. Conclusión: Hierro, memoria y justicia

La estación de Cartagena no es solo un edificio de trenes:

es la metáfora de una ciudad noble que da más de lo que recibe.

Fue testigo del progreso y del dolor, del comercio y del arte, de la guerra y la esperanza.

Hoy, mientras sus azulejos vuelven a brillar y los martillos de obra resuenan en sus muros, Cartagena espera un tren que no solo traiga velocidad, sino respeto. Porque las vías no son solo de hierro, también son de memoria y de justicia. Y cada traviesa restaurada es una promesa al futuro.

 

Décima final (reivindicativa)

Cartagena, tierra herida,

de historia, mar y pasión,

reclama con corazón

su justicia prometida.

No quiere gloria fingida,

ni promesas que se mueran,

solo trenes que la quieran

como a reina del mar fiel.

Si España la vio tan él,

¡que las vías lo demuestren!

 

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