El Molinete no es un lugar, es un latido.
Sube desde las entrañas de Cartagena como un susurro antiguo, como un canto quebrado que mezcla historia, pecado y memoria. Es colina, es templo, es burdel, es teatro. Es el espejo donde la ciudad se miró durante siglos y vio lo que no quería aceptar de sí misma.
Dicen que aquí empezó todo. Dicen que todo terminó aquí.
Pero el Molinete, compañero… el Molinete nunca muere.
I. La colina de los dioses
Mucho antes de las luces rojas y las guitarras, el Molinete fue grande. Era Arx Asdrubalis, acrópolis de Qart Hadasht, la joya cartaginesa. Desde su cima, Asdrúbal el Bello dominaba el puerto, vigilaba las cinco colinas y soñaba con eternidades.
Luego llegaron los romanos, y la colina se vistió de mármol. Templos, termas, foros, columnas… La tríada capitolina brillaba en lo alto, y el Foro invitaba a las fiestas y al poder. Allí, bajo losas frías, resonaban pasos de senadores, gladiadores, esclavos y sacerdotisas.
“Por tus piedras pasa el tiempo,
pero el tiempo no te olvida;
Molinete, vieja cima,
tienes Roma entre las ruinas.”
– Kchi
Hoy, cuando el arqueólogo clava la pala, la tierra devuelve secretos. En cada piedra hay un suspiro de mil años. En cada mosaico, un eco de risa. El Molinete fue cuna antes de ser herida.
II. Del olvido al barrio vivo
Con la caída de Roma, la colina cayó también. Llegaron molinos de viento, molinos harineros que le dieron su nombre. Después, las casas humildes fueron trepando sus laderas, estrechas y asfixiadas. Aquí se amontonaban jornaleros, marineros sin barco, viudas con hijos, soñadores y desheredados.
Cartagena miraba al mar; al Molinete lo dejaba atrás.
Y cuando la ciudad da la espalda, los barrios se inventan.
Aquí nació otra Cartagena, la Cartagena nocturna, sensual y peligrosa.
III. El despertar de los neones
A finales del siglo XIX, el Molinete se transformó. Las calles se llenaron de bares, cafés-cantantes, prostíbulos y cabarets. El aire olía a vino, a pólvora, a tabaco, a perfume barato. De día, era barrio; de noche, era leyenda.
Los locales más famosos se convirtieron en mitos:
El Gato Negro, El Trianón, La Puñalá, La Galatea, El Kentucky, La Isla, La Venus Roja. Cada puerta era un mundo, cada cuarto, una historia.
Dicen que cuando sonaba la guitarra del “Levanta Pijos”, era el aviso. Un punteo breve, apenas dos compases, y las chicas bajaban las escaleras. Los prostíbulos más distinguidos abrían sus puertas. En el puerto corría el rumor:
—“Hoy toca juerga en el Molinete.”
“Sube, mozo, a la colina,
que la noche está encendida;
donde el cante va bordao
y se empeña hasta la vida.”
– Kchi
IV. Personajes de carne y leyenda
El Molinete no se entiende sin sus gentes. Aquí, cada apodo era un destino.
Caridad la Negra, reina del barrio, madame poderosa, mito inmortal. Dirigía su prostíbulo con mano firme y sonrisa de fuego. En 1936, cuando intentaron saquear la Basílica de la Caridad, ella se plantó con sus chicas y soltó su frase inmortal:
“¡Y ahora, quien tenga huevos, que suba estos escalones!”
La Perdigones, la niña de Tallante que escapó con trece años y se hizo mujer demasiado pronto, protegida por Caridad.
Frasquita la Muñeca, soñadora incansable que buscaba un futuro distinto, estudiando de día mientras de noche cantaba coplas.
Juan “el Chipé”, matón cobarde de sonrisa torcida, con más fama que valentía.
Narciso el Narcoléptico, pianista del Trianón que se dormía mientras tocaba, arrancando risas y suspiros a la clientela.
Penchico el Pimpe, que creció sin saber que su madre trabajaba a tres calles de su cama.
El barrio era un escenario vivo, con protagonistas de carne y hueso, tragedias griegas y sainetes cómicos entrelazados.
V. Militares, marineros y secretos
El Molinete era fama nacional gracias a los militares de reemplazo. Miles de reclutas llegaban a Cartagena para servir en la Armada, y todos conocían la consigna:
“Si no subes al Molinete, no conoces Cartagena.”
El Ayuntamiento miraba hacia otro lado; la policía hacía la vista gorda a cambio de favores y sobres. La Iglesia condenaba en sermones… pero más de un clérigo cruzaba discretamente aquellas puertas.
Era un pacto tácito: el barrio existía porque todos lo necesitaban.
VI. Trovos, coplas y habladurías
El Molinete también cantaba. Por sus calles resonaban coplas improvisadas, trovos que mezclaban deseo, ironía y desgarro:
“En la calle la Puñalá
hay un letrero que avisa:
‘Aquí se pierde la honra,
pero se gana la risa’.”
– Kchi
“Molinete, callejuela,
reina de luces y trinos;
tus secretos son estrellas,
tus pecados, torbellinos.”
– Kchi
Las habladurías corrían como pólvora: maridos engañados, oficiales enamorados, herencias dilapidadas en una noche de cartas. Aquí se mezclaban poetas, tahúres, marineros, burgueses, músicos y prostitutas. Todos buscaban algo. Nadie salía igual.
VII. El ocaso y la memoria
En los años 70, el Ayuntamiento ordenó derribar gran parte del Molinete. Querían limpiar la ciudad de “escándalos”, pero con los muros también se llevaron historias, músicas y almas.
Hoy, entre excavaciones arqueológicas, foros romanos y visitas guiadas, la colina intenta reinventarse. Pero quien sabe mirar, quien sabe escuchar, aún oye la guitarra del Levanta Pijos, las risas de Caridad, el eco de un trovo imposible.
“Molinete, vieja herida,
tus secretos no se olvidan;
aunque borren tus fachadas,
vivirás mientras se escriban.”
– Kchi
Diez trovos mas, inéditos del Molinete
1. Trovo de la colina eterna
“Molinete, vieja herida,
loma que nunca se olvida,
de día rezas callao,
de noche ardías prendío,
pecado, risa y guarida.”
– Kchi
2. Trovo de Caridad la Negra
“Caridad, reina valiente,
madame de sangre caliente,
con tus chicas defendiste
la Basílica y dijiste:
‘¡Aquí manda el Molinete!’”
– Kchi
3. Trovo del Levanta Pijos
“Suena guitarra y retumba,
la piel se eriza y derrumba,
cuando el Levanta Pijos
pone al aire los antojos,
y el deseo nunca zumba.”
– Kchi
4. Trovo del Gato Negro
“Por la calle, en un alero,
brilla un farol callejero,
donde el Gato Negro canta
y la pasión se levanta
con vino, copla y tintero.”
– Kchi
5. Trovo del soldao de reemplazo
“Venía un mozo a la armada,
por el barrio se asomaba,
y el que no subía a verte
decía que nunca fue fuerte,
ni en Cartagena reinaba.”
– Kchi
6. Trovo de la Puñalá
“En la Puñalá se esconde
quien al peligro responde,
que si el vino sabe a gloria
se escribe otra nueva historia
que ni el sermón la compone.”
– Kchi
7. Trovo de las luces rojas
“Encendían luces rojas,
copas, guitarras y hojas,
y aunque la Iglesia rezaba,
el mismo cura cruzaba
a beber entre las flojas.”
– Kchi
8. Trovo de Narciso el pianista
“Narciso tocaba el piano,
y el sueño le vino temprano;
roncaba sobre las notas,
mientras cantaban las botas
de un soldao en mano a mano.”
– Kchi
9. Trovo del barrio que no duerme
“Molinete, noche en vela,
de farol y de candela,
barrio que nunca dormías
porque vendías alegrías
por un sorbo de ciruela.”
– Kchi
10. Trovo de la memoria viva
“Aunque el tiempo te derrumba,
y el silencio todo encumbra,
hay troveros que te cantan,
y tus fantasmas se levantan
cuando Cartagena alumbra.”
– Kchi