Somos de Cartagena y hablamos sobre Cosas de una Ciudad con mar. Escúchanos

📅 Estamos a y ya somos 860. Cuando alcancemos los 1000 suscriptores, realizaremos un sorteo de una comida para dos personas. ¡Suscríbete y participa!

2534701 Visitas.

Crónicas de un Pueblo. – CELESTINO MARTÍNEZ VIDAL: ENTRE EL RESPLANDOR DE LA MINA Y EL SUEÑO DEL GRAN HOTEL

Solo tardarás 5 minutos en leerlo.

Loading

Publicidad
Publicidad

I. Raíces humildes en el Estrecho de San Ginés.

El 5 de junio de 1858, en el pequeño caserío del Estrecho de San Ginés, vino al mundo Celestino Bonifacio Martínez Vidal. Hijo de Miguel Martínez y Josefa Vidal, fue criado en un entorno sencillo, donde la tierra y el esfuerzo marcaban la vida cotidiana. Desde joven demostró un espíritu inquieto y emprendedor.

Primero se dedicó al comercio menor de abastos, recorriendo caminos polvorientos para surtir de productos básicos a los trabajadores. Pero pronto, el magnetismo de la Sierra Minera, con sus promesas de riqueza rápida, lo atrapó por completo. En aquellos barrancos y socavones de La Unión y Portmán encontró su destino, que lo encumbraría como empresario, pero también lo situaría en el ojo de la tormenta social.

Décima

Publicidad

Nació en cuna sencilla,

Publicidad

con trabajo se hizo hombre,

y a su tenaz firme nombre

la minería fue semilla.

El hierro fue su barquilla,

y el plomo su porvenir,

supo crecer y subir

en la Unión de las pasiones,

donde minas y ambiciones

eran gloria… y era sufrir.

 

II. Matrimonio y descendencia.

Celestino unió su vida a la de Isabel Segado Sánchez, mujer elegante, de linaje respetado en el Campo de Cartagena. El matrimonio fue sólido y prolífico: nacieron tres hijos que llevarían su apellido con orgullo y proseguirían su estela:

Miguel Martínez Segado (1885–1962), fotógrafo y heredero espiritual de la saga.

Sixto Martínez Segado, del que quedan menos huellas públicas, pero que figura en la genealogía familiar.

Carmen Martínez Segado, la hija que, al casarse con Sandalio Alcantud, uniría los apellidos Martínez y Alcantud, dando continuidad a una rama familiar que hasta hoy guarda memoria viva de su abuelo.

Isabel fue más que esposa: fue compañera fiel y soporte en los días de gloria y en las jornadas amargas de persecución y miedo. Tras la muerte de Celestino, ella y su hija Carmen levantarían en Santa Ana la Villa Carmen (1914), proyectada por Víctor Beltrí, como símbolo de continuidad y refugio familiar.

Quintilla

Su Isabel fue fiel sostén,

madre, esposa y compañera,

con paciencia verdadera

dio a Celestino también

descendencia y primavera.

 

III. La Unión: ascenso y tragedia.

En La Unión, Celestino se convirtió en un hombre clave:

Propietario y arrendatario de minas.

Dueño de la Fábrica de Gas (desde 1892), que iluminó calles y hogares.

Arrendatario del impuesto de consumos, lo que lo convirtió en el blanco de las iras populares.

Promotor urbano, con su Edificio Celestino (1893) en la Calle Mayor, ejemplo de modernismo incipiente.

Pero el poder trae consigo enemigos. En 1898, estalló la gran huelga general y motines. El pueblo, desesperado por el encarecimiento del pan y los abusos del sistema de consumos, se alzó contra los símbolos de la burguesía. La casa de Celestino fue asaltada e incendiada; los faroles de gas destrozados, y su vida y la de su familia se vieron amenazadas.

Aquel episodio marcó un antes y un después. La Unión había sido el origen de su fortuna, pero también el escenario de su mayor humillación y miedo.

Décima

En La Unión tuvo grandeza,

pero el pueblo lo acusó,

y la turba lo arrasó

con violencia y con crudeza.

Pagó el precio de la pieza

de ser símbolo burgués,

y el temor que alguna vez

siente hasta el más rico dueño

le obligó a cambiar su empeño

y buscar otro revés.

 

IV. Cartagena: el refugio y la ambición.

Herido en su orgullo, pero no vencido, Celestino trasladó el centro de su vida a Cartagena. Allí encontró el lugar perfecto para reinventarse.

Primero levantó su Casa Modernista en la Plaza de la Merced (1900), obra de Tomás Rico, con un espléndido mirador semicircular que aún se yergue como testigo de la ambición y el buen gusto de la época.

Pero su gran obsesión sería otro edificio: el Gran Hotel.

V. La leyenda del Gran Hotel.

Se cuenta que en uno de sus desplazamientos a Cartagena, sorprendido por una lluvia torrencial, buscó alojamiento en la ciudad… y no encontró habitación libre en ninguna posada. Dicen que, empapado y contrariado, prometió que levantaría un hotel digno de la prosperidad de la ciudad portuaria.

Así nació la idea del Gran Hotel de Cartagena (1907). Encargó el proyecto a Tomás Rico, y tras su muerte en 1911 lo concluyó Víctor Beltrí. Inaugurado en 1916, el edificio pronto se convirtió en emblema modernista y en orgullo de la ciudad.

La anécdota de la noche sin hospedaje forma parte de la leyenda de Celestino, y aunque no haya documentos que lo confirmen, refleja perfectamente su carácter: un hombre que, ante un obstáculo, respondía con ambición desmedida.

Quintilla

Dicen que bajo la lluvia

no encontró dónde dormir,

y juró hacer resistir

un hotel que fuese suya

gloria al mundo por venir.

 

VI. La unión con los Alcantud

La continuidad de la saga vino de la mano de su hija Carmen, que casó con Sandalio Alcantud. De ese enlace nacieron nietos como Cristina Alcantud Martínez, que hasta 2019 mantuvo vivo el recuerdo del abuelo Celestino.

La familia Alcantud-Martínez habitó en Villa Carmen y en la casa de la Merced, preservando objetos, retratos y memorias que hoy son testimonio vivo de aquella etapa modernista.

VII. Muerte y legado.

El 3 de enero de 1911, Celestino murió en Cartagena, con apenas 52 años. Su cuerpo fue llevado en tren desde la estación de La Unión hasta el Estrecho de San Ginés, donde reposó junto a sus ancestros.

No pudo ver terminado el Gran Hotel, pero su nombre quedó ligado para siempre a ese edificio y a la transformación modernista de Cartagena.

Hoy su huella está en:

La Unión, con el Edificio Celestino y la memoria de la Fábrica de Gas.

Cartagena, con la Casa de la Merced y el Gran Hotel.

Santa Ana, con Villa Carmen.

 

Décima final

Celestino ya partió,

mas dejó huella encendida,

puso luz, forjó la vida,

y en Cartagena quedó.

El Gran Hotel levantó

su memoria en piedra y canto,

y aunque hubo rabia y quebranto

en La Unión que lo acusaba,

su figura se alzaba

entre gloria, amor y llanto.

(Visited 1 times, 1 visits today)
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Publicidad