En la llanura dorada del Campo de Cartagena, entre molinos de viento y cosechas de cereal, nació el 21 de julio de 1863 un niño llamado Pedro Cerdán Martínez. Su cuna estuvo en Torre-Pacheco, en el hogar de Pedro Cerdán Guillén y Juana Martínez Buendía, una familia de comerciantes que supo abrir camino en un entorno de esfuerzo y trabajo.
El padre, hombre de iniciativa, no solo cultivaba y comerciaba, sino que levantó un negocio singular: un molino especiero, conocido como San José de la Montaña, dedicado a la molienda y envasado de pimentón y especias. Aquel molino se convirtió en referencia comarcal y permitió a la familia alcanzar un estatus económico medio-alto, nada común en un pueblo rural del siglo XIX.
Gracias a esos recursos, Pedro pudo estudiar lo que otros jóvenes de su tiempo solo soñaban: primero el Bachillerato en Murcia (graduado en 1880), y después la carrera de Arquitectura en Madrid, donde obtuvo su título en 1889.
Quintilla
De Torre-Pacheco al viento,
partió con libros y fe,
llevaba en su pensamiento
la fuerza de aquel molino
y el alma de su niñez.
La familia y la política local
La saga Cerdán estaba bien enraizada en la vida local. El padre, Pedro Cerdán Guillén, llegó a ser concejal y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Torre-Pacheco en tiempos de gobiernos liberales. De ahí la vinculación del joven arquitecto con el consistorio, al que en más de una ocasión prestó informes, asesoramiento y proyectos cuando ya era profesional reconocido.
Pedro tuvo hermanos, entre ellos Alfonso, que heredó el molino especiero familiar y mantuvo vivo el apellido en el comercio. La madre, Juana Martínez, vivió hasta 1916 y fue sostén y memoria de aquel clan familiar que supo elevarse desde la tierra hasta el mundo de la cultura y la arquitectura.
Matrimonios y descendencia
En 1890 contrajo matrimonio con María Dolores Briones Egea, natural de San Javier. Con ella tuvo una hija, María Dolores. Pero la vida le reservó pronto la viudez: su esposa murió en 1903, con apenas 34 años. Tres años más tarde volvió a casarse, esta vez con María Dolores Fuentes Pérez, de La Unión, con quien continuó su vida en Murcia.
Décima
Entre dolores la vida,
le trajo amores y ausencias,
supo juntar experiencias
de la pena compartida.
La senda quedó vencida
cuando la muerte llamó,
pero el destino marcó
nueva unión y compañera,
y la vida, aunque severa,
otro rumbo le mostró.
El arquitecto que transformó Murcia y Cartagena
Ya en ejercicio, Pedro Cerdán desplegó un talento que lo convirtió en referente del modernismo y eclecticismo murciano. Fue:
Arquitecto municipal de Murcia (1891–1901).
Arquitecto provincial (desde 1901).
Arquitecto diocesano de Cartagena (desde 1903).
Arquitecto de Hacienda (desde 1905).
Sus obras hablan por él:
La Casa del Piñón en La Unión (1899/1905).
La Casa del Reloj en San Pedro del Pinatar.
El Teatro Circo Apolo en El Algar.
El Mercado de La Unión (junto a Víctor Beltrí).
El Mercado de Verónicas y el Museo de Bellas Artes de Murcia.
La Casa-Museo Modernista de Novelda.
Capillas, panteones y colegios que marcaron la vida urbana de Murcia.
Más de 5.000 expedientes y proyectos pasaron por sus manos, dejando una huella extraordinaria en la Región de Murcia y en la Comarca del Campo de Cartagena.
Quintilla
Sus trazos son patrimonio,
herencia de un creador,
arquitecto y soñador
que elevó con arte y genio
templos, casas y color.
Relación con Torre-Pacheco
Aunque residió en Murcia, Pedro Cerdán nunca rompió su vínculo con Torre-Pacheco. Allí estaba su origen, su familia y el molino especiero. El Ayuntamiento le pidió informes y proyectos, y el pueblo lo miraba con orgullo como a un hijo que había conquistado las ciudades.
Torre-Pacheco puede proclamar que uno de los arquitectos más relevantes de Murcia nació entre sus calles, y que aquel niño que correteaba junto a las aspas de los molinos terminó diseñando joyas arquitectónicas que hoy son orgullo de toda la Región.
Décima
De Torre-Pacheco sale,
un joven con gran empeño,
construyó sueños de ensueño
en piedra, hierro y cristal.
Dejó un legado inmortal,
del Campo de Cartagena,
su gloria nunca se apena,
sus planos siguen brillando,
y el pueblo lo está nombrando
como joya que lo enmarca.
El orgullo de un pueblo
Hoy, cuando vemos la grandeza de sus obras, sentimos que Pedro Cerdán es un hijo ilustre del Campo de Cartagena que merece más reconocimiento. Su figura debería ocupar un lugar destacado entre los grandes personajes de esta tierra.
No sería descabellado pensar en un evento académico con su nombre: por ejemplo, un Concurso “Pedro Cerdán Martínez” en la UPCT de Cartagena, destinado a proyectos de rehabilitación de edificios históricos de la comarca. Un certamen que, además de honrar su memoria, genere beneficios culturales y patrimoniales para todos.
Quintilla
Que su nombre se recuerde,
que viva en cada rincón,
pues su arte fue pasión
y en su pueblo se merece
perpetua admiración.
Epílogo
Pedro Cerdán Martínez murió en Murcia el 19 de mayo de 1947.
Pero su nombre sigue vivo en cada fachada modernista, en cada mercado que aún palpita, en cada teatro que respira cultura.
Y en Torre-Pacheco, entre la memoria de su molino especiero y el orgullo de su pueblo, sigue latiendo la certeza de que un hijo del Campo de Cartagena se convirtió en uno de los grandes arquitectos de su tiempo.