El corazón arqueológico de Cartagena late bajo el Monte Sacro, pero una vez más sus vestigios volverán a quedar ocultos bajo una capa de cemento temporal. El Ayuntamiento ha anunciado una inversión de 1,4 millones de euros para la adecuación provisional del cerro, con aparcamientos, una pista polideportiva, un parque canino y zonas de esparcimiento. Una actuación que, aunque presentada como un avance en la integración del monte en la vida ciudadana, se aleja de lo que debería ser la verdadera prioridad: recuperar el patrimonio enterrado que guarda las huellas de nuestra historia.
No es la primera vez que Cartagena opta por soluciones transitorias en lugar de afrontar con decisión la puesta en valor de su pasado. El Monte Sacro, con su enorme potencial arqueológico, podría convertirse en uno de los grandes espacios patrimoniales del casco histórico, un enclave donde la ciudad pudiera reencontrarse con su origen púnico y romano. Sin embargo, se destinará una suma considerable de dinero a una urbanización provisional que no rescata nada, que cubre, más que descubre.
Los 14.000 metros cuadrados sobre los que se actuará forman parte de una de las reservas arqueológicas más importantes de la ciudad. Allí, bajo el terreno, duermen restos que podrían arrojar nueva luz sobre la historia de Qart-Hadast, pero que seguirán esperando, silenciados por explanadas de aparcamiento y viales de “plataforma única”. El proyecto incluye 220 plazas de estacionamiento, un parque canino y una pista deportiva, todo con carácter “reversible”, según subraya el Ayuntamiento. Pero la reversibilidad no garantiza el respeto ni la recuperación, solo aplaza lo esencial: excavar, estudiar y mostrar.
La alcaldesa, Noelia Arroyo, defiende que esta intervención “pretende dar utilidad inmediata a una zona que necesitará grandes inversiones en el futuro”. Sin embargo, el argumento de lo inmediato ha sido, demasiadas veces, la excusa para frenar el impulso cultural que Cartagena merece. En lugar de convertir el Monte Sacro en un espacio temporal, debería impulsarse su recuperación definitiva, con un proyecto que saque a la luz sus vestigios, que invite al conocimiento y al orgullo de lo propio, y que sume valor cultural y turístico al conjunto de la ciudad histórica.
El Monte Sacro no necesita un aparcamiento, necesita arqueólogos. No requiere pistas ni vallados, sino excavaciones, investigación y respeto. Cada euro invertido en su superficie es un euro menos dedicado a desenterrar su alma. Y mientras se sigue hablando de futuro, el pasado sigue esperando bajo la tierra, paciente, oculto y olvidado.
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