Historia, poesía y memoria de una familia ilustre del Campo de Cartagena
Raíz, linaje y orígenes.
Entre las fértiles llanuras del Campo de Cartagena, donde el sol madura el trigo y el viento canta entre los almendros, nació una familia que con trabajo y visión se hizo nombre y estirpe: los Calín.
Sus raíces hunden el alma en las tierras de Pozo Estrecho y La Aljorra, donde generaciones anteriores ya cultivaban con paciencia y honor el legado del esfuerzo.
De aquellos primeros Calín, agricultores y hombres de palabra, desciende José Antonio Bruno Calín Martínez de las Heras, casado con Josefa Aranda Madrid, cuyo hogar sencillo y respetado dio vida a una nueva rama de prosperidad.
De su hijo Isidoro Calín Aranda nacería la unión que marcaría una época: su matrimonio con Antonia Conesa Calderón, hija del comerciante y empresario Pedro Conesa Calderón, artífice de grandes negocios en Cartagena.
Así, el linaje Calín unió la fortaleza del campo con la pujanza de la ciudad, y de ese enlace brotó una familia que habría de ocupar un lugar privilegiado en la historia social y económica de la comarca.
Décima — El origen
Del polvo nació su nombre,
del viento su voluntad,
del surco la dignidad
y del tiempo su renombre.
No fue noble por el hombre
ni por cuna hereditaria,
sino por fe solidaria
y esfuerzo de cada día,
que hizo noble la porfía
de esta estirpe legendaria.
Matrimonios, descendencia y proyección social.
Del matrimonio de Isidoro Calín Aranda y Antonia Conesa Calderón nació Antonia Calín Conesa, mujer culta, elegante y muy querida en los círculos sociales de Cartagena.
Su boda, celebrada en 1903, con José de la Figuera y de la Cerda, XIV marqués de Fuente el Sol, selló una alianza que consolidó definitivamente el prestigio del apellido Calín en la sociedad de su tiempo.
De esa unión nació José de la Figuera y Calín, figura destacada en la Cartagena del siglo XX, ingeniero naval, alcalde de la ciudad entre 1941 y 1942, presidente del Real Club de Regatas y Hermano Mayor de la Cofradía California.
Con él, la familia alcanzó la cúspide de su reconocimiento público, uniendo el amor por el mar con la tradición del campo, y el compromiso social con el espíritu modernista que definió a la Cartagena de su época.
Quintilla — El linaje y el amor
Por amor y por fortuna
dos sangres se entrelazaron,
y en su unión se proclamaron
la nobleza sin corona
y el honor como fortuna.
Actividad económica y social.
La familia Calín destacó por su equilibrio entre la riqueza agrícola y la inversión urbana.Propietarios de grandes extensiones de tierra entre Los Dolores, Miranda y La Aljorra, supieron transformar el fruto del trabajo rural en proyectos urbanos de progreso.
Su alianza con los Conesa, familia dedicada al comercio y la industria, extendió sus intereses al sector inmobiliario, a la exportación agrícola y a la promoción de viviendas y fincas en el casco histórico de Cartagena.
Isidoro Calín, como terrateniente y gestor, dirigía la producción cerealista, la ganadería y el cultivo de almendros y olivos.
Sus fincas contaban con maquinaria moderna para la época, molinos y almazaras que abastecían tanto a Cartagena como a Fuente Álamo.
Además, la familia mantenía relaciones con los círculos empresariales vinculados al puerto, al comercio marítimo y a la naciente industria minera, participando en reuniones y sociedades locales aunque sin constar una empresa naviera propia.
La familia también se implicó en la vida social y cultural de la ciudad: asistían a bailes benéficos, actos de caridad, fiestas religiosas y recepciones diplomáticas.
Su apellido aparecía en los registros de benefactores de parroquias, cofradías y escuelas de beneficencia.
En el entorno rural, eran recordados por su trato amable con los jornaleros y su apoyo a las tradiciones del Campo de Cartagena, siendo parte activa de las celebraciones religiosas de La Aljorra y Pozo Estrecho.
Décima — Trabajo y sociedad
El campo dio su tesoro,
la ciudad su cortesía,
y en su justa melodía
se mezcló el pan con el oro.
Del sudor nació decoro,
del esfuerzo, caridad,
y su nombre, en la ciudad,
siguió siendo bendecido,
por quien del barro ha subido
sin perder su humanidad.
El Castillito de Los Dolores: amor, linaje y belleza.
Entre pinos y rosales del barrio de Los Dolores, se alza el Castillito, joya arquitectónica construida entre 1899 y 1900.
El edificio, diseñado por Tomás Rico Valarino, fue mandado construir por Pedro Conesa Calderón como regalo de bodas para su nieta Antonia Calín Conesa, en honor a su enlace con el marqués de Fuente el Sol.
Su estilo neogótico con detalles modernistas combina ladrillo rojo, piedra blanca, rejas de hierro forjado y bóvedas nervadas.
En su interior, techos policromados, vidrieras, suelos de mosaico y mobiliario de época hablaban de una Cartagena en pleno esplendor cultural.
Allí se celebraron fiestas memorables, recepciones y tertulias donde el arte, la literatura y la música eran protagonistas.
Quintilla — El Castillito
Regalo de abuelo amante,
de ladrillo y filigrana,
levantó su alma galana
como emblema palpitante
de ternura cartagenera.
La Torre Calín: vigía del Campo de Cartagena.
En el corazón de La Aljorra, la Torre Calín se levanta como símbolo de poder, esfuerzo y orgullo.
Construida hacia 1890, de cinco plantas, es considerada la torre rural más alta del Campo de Cartagena.
Su creador, Isidoro Calín Aranda, quiso que fuera algo más que una vivienda: una torre de observación agrícola, un lugar desde donde dominar el paisaje, prever el clima y proteger la cosecha.
En sus dependencias convivían los capataces, jornaleros, contadores y la familia durante las épocas de recolección.
La torre se convirtió en el corazón de la finca, un punto de reunión donde la administración, la vida familiar y la devoción compartían espacio y tiempo.
Décima — La torre y el campo
De cal, ladrillo y tesón,
la torre guarda su historia,
suena el viento en su memoria
como un canto al corazón.
Desde el brocal y el galpón
el campo mira y respira,
y el alma que allí conspira
siente el eco de su estirpe,
pues aún la torre suscribe
el poder que no se mira.
El Palacio del Marqués de Fuente el Sol: corazón urbano y cultural.
En pleno centro histórico de Cartagena, entre la Puerta de Murcia y la Plaza Castellini, se alza el Palacio del Marqués de Fuente el Sol, levantado por Pedro Conesa Calderón para su hija y su yerno Isidoro Calín.
Este palacio, de líneas sobrias y refinadas, representa la entrada definitiva de los Calín en la aristocracia urbana de fin de siglo.
Sus amplios salones fueron escenario de banquetes, recepciones, exposiciones artísticas y tertulias modernistas.
Allí confluyeron comerciantes, intelectuales, arquitectos, empresarios y políticos, dando forma a la Cartagena elegante, culta y cosmopolita del 1900.
El edificio, con sus balcones de hierro forjado, mármoles importados, pinturas murales y ventanales de cristal belga, se convirtió en un centro social de referencia.
Era la antesala del progreso, la muestra visible de una familia que había sabido ascender sin perder su raíz campesina.
Quintilla — El Palacio
En la plaza y su rumor
quedó su historia callada,
palacio de luz dorada
que aún respira su esplendor
como llama enamorada.
El legado Calín.
Los Calín fueron mucho más que una familia acomodada: fueron símbolo de una Cartagena laboriosa y culta, de una comarca que aprendió a elevarse desde la tierra hasta el arte.
De ellos quedan torres, palacios, jardines y memorias, pero sobre todo un espíritu que enlaza humildad con grandeza.
Su legado sigue vivo en cada piedra, en cada balcón y en cada torre que desafía el tiempo.
Los Calín encarnan el alma de la comarca: la del hombre y la mujer que no renuncian a soñar, aunque sus manos estén curtidas de trabajo.
Décima final — El legado eterno
Siguen las torres erguidas,
siguen los patios callados,
siguen sueños heredados
y memorias compartidas.
Las huellas permanecidas
de los Calín, noble estirpe,
son ejemplo que se inscribe
en la historia de esta tierra,
que aunque el tiempo la destierra,
su recuerdo nunca extingue.
En honor al linaje Calín, que elevó el alma del Campo de Cartagena con su trabajo, su fe y su elegancia.







