En el local de las Amas de Casa de Pozo Estrecho se vivió el pasado 20 de noviembre un acto cargado de simbolismo y emoción: la presentación oficial del cartel de la próxima edición de las Fiestas de las Pelotas Galileas, que se celebrarán el 17 de enero de 2026 en esta querida diputación cartagenera. No era la fiesta —esa llegará en enero, con su bullicio, su caldo y sus peñas—, pero sí el primer latido de una edición llamada a trascender.
Durante el acto se dio a conocer la obra pictórica que protagoniza la imagen de este año, firmada por Pedro Antonio Galindo, quien ha sabido capturar la esencia más íntima de una tradición que late desde 1969 en el corazón del Campo de Cartagena. Su cuadro, de trazo expresivo y cálido, muestra unas manos veteranas dejando caer la pelota en un vaso de plástico rebosante de caldo. Son manos sabias, curtidas, capaces de preservar aquello que hace singular a nuestra tierra: la cocina humilde, la memoria compartida y el valor de lo transmitido de generación en generación. El puchero, con su borde inconfundible, abraza un caldo lento, pausado, perfumado por el azafrán de pelo, ese aroma que se ha convertido en sinónimo de fiesta y de hogar para los galileos.
Este año, además, la celebración adquiere una nueva dimensión gracias a la presencia de Torre Pacheco como municipio embajador. Su papel refuerza la proyección externa de las fiestas y simboliza el compromiso común de dos localidades que comparten historia, vínculos y vocación. Con su colaboración activa, la Fiesta de las Pelotas Galileas mira más allá del Campo de Cartagena y se abre al ámbito regional, e incluso nacional, como un evento con personalidad propia y capaz de unir territorios a través del sabor.
La unión del arte —a través del cartel de Galindo—, la fuerza de una gastronomía arraigada y el respaldo institucional consolidan un mensaje claro: estas fiestas no se conforman con aspirar al Interés Turístico Regional. Su ambición es legítima, natural y merecida: convertirse en un referente nacional y, con el tiempo, aspirar incluso a la distinción de interés turístico internacional. El camino ha comenzado, y la presentación del cartel marca ese punto de partida.
Cuando en enero el caldo vuelva a humear, las pelotas rueden en los cazos y las peñas llenen el Huerto de Paco Saura con alegría y música, el cartel presentado el 20 de noviembre habrá cumplido su misión. Será el puente entre el pasado y el presente, el símbolo que unió a vecinos, artistas, instituciones y visitantes en torno a un sentimiento común: el orgullo por una tradición que sigue creciendo, que no se detiene y que está destinada a ocupar un lugar destacado en el mapa festivo de nuestro país.






