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Parque de Tentegorra: Nostalgia, Recuerdos y un Futuro Incierto

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PorJosé Antonio Martínez Pérez

24 de febrero de 2025
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El Parque Rafael de la Cerda, conocido por todos como el Parque de Tentegorra, es mucho más que un simple espacio verde en Cartagena. Es un lugar lleno de memorias, de risas infantiles, de meriendas compartidas y de sueños que se tejieron bajo sus frondosos árboles. Para quienes crecimos corriendo por sus senderos, dando de comer a los patos del estanque y mirando con asombro a aquellos monos que habitaban en sus jaulas, Tentegorra no es solo un parque: es un pedazo de nuestra infancia, un refugio donde los recuerdos se encuentran intactos, esperando ser revividos.

Los comienzos de un paraíso verde

La historia del Parque de Tentegorra se remonta a 1947, cuando la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (MCT) inició su construcción en el paraje de Las Tentegorras, sobre terrenos que antes habían sido ocupados por depósitos de agua. Cinco años más tarde, en 1952, el parque abrió sus puertas como un lugar de esparcimiento y deporte para los empleados de la MCT y sus familias. Para muchos cartageneros, Tentegorra era un tesoro al que pocos tenían acceso, un espacio reservado para aquellos que dedicaban su trabajo al abastecimiento de agua de nuestra tierra.

En 1977, el parque fue rebautizado como Parque Rafael de la Cerda, en honor al ingeniero que hizo posible la llegada de las aguas del río Taibilla a Cartagena en 1945. A partir de entonces, el parque fue creciendo, adaptándose a las necesidades de sus visitantes. Sin embargo, durante décadas, el acceso siguió siendo limitado, hasta que, en 2011, se decidió abrir sus puertas al público general, dando lugar a renovaciones y mejoras que incluyeron el Parque de Aventura, el laberinto vegetal y la ampliación de las áreas de piscinas.

Recuerdos que viven en sus senderos

Para muchos de nosotros, Tentegorra es sinónimo de infancia. Es imposible no recordar las tardes de verano jugando entre sus árboles, llevando pan duro para los patos del estanque o compartiendo la merienda con aquellos monos que, curiosos y juguetones, nos miraban desde sus jaulas. Aún resuenan en mi memoria las risas de los niños correteando por sus caminos, los gritos de emoción al bajar por sus toboganes y las carreras descalzos por el césped.

Hoy, en el último tercio de nuestra vida, vemos con nostalgia cómo este lugar que fue nuestro refugio se enfrenta a la incertidumbre de su futuro. Pensar que nuestros nietos podrían no llegar a correr por sus senderos o no experimentar la emoción de perderse en

su laberinto vegetal, nos deja una sensación de vacío, como si una parte de nuestra historia se desvaneciera con él.

Un futuro incierto: ¿Desaparición o esperanza?

En octubre de 2024, la empresa gestora Vectoris finalizó su contrato sin que se designara una nueva entidad para asumir la gestión, lo que generó gran preocupación en la comunidad cartagenera. La noticia de su posible cierre cayó como un jarro de agua fría. Los rumores se extendieron como la pólvora y muchos temimos que Tentegorra se convirtiera en un recuerdo, en otro espacio olvidado por las administraciones, como ya ha pasado con tantos otros tesoros de nuestra tierra.

Sin embargo, hace tan solo unas horas, Manuel Torres, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Cartagena, anunció que las piscinas y las instalaciones deportivas del parque serían renovadas antes de ser cedidas gratuitamente al consistorio. Un rayo de esperanza para quienes temíamos por el futuro de Tentegorra. Pero también somos conscientes de que las promesas políticas, más aún cuando llegan desde la capitalina ciudad, pueden desvanecerse como humo. Ya sabemos que los intereses políticos pocas veces coinciden con los del pueblo y que la palabra de los políticos pesa poco cuando se anteponen otros intereses.

Tentegorra: Un símbolo de orgullo cartagenero

Tentegorra es un símbolo de nuestra identidad, un lugar que guarda las risas de nuestra infancia y los recuerdos de nuestros padres y abuelos. Muchos de quienes participaron en su construcción ya no están con nosotros, como lo fue mi padre, pero su legado permanece en cada rincón de este parque. Otros, antiguos empleados de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, aún caminan por sus senderos, recordando los días de trabajo duro y las tardes de descanso en este paraíso verde.

Este parque es parte de nosotros, de nuestra historia y de nuestro orgullo como cartageneros. No podemos permitir que las decisiones políticas lo conviertan en un recuerdo borroso. Tentegorra ha sobrevivido a décadas de cambios y debe seguir siendo un refugio para las generaciones futuras. Debemos exigir que se cumplan las promesas de su renovación y conservación, para que nuestros nietos puedan seguir llevando pan a los patos del estanque, jugando en sus toboganes y corriendo libres por sus caminos.

Que Tentegorra siga siendo ese lugar donde la nostalgia y el presente se encuentran, donde los recuerdos de nuestra niñez se mezclan con las risas de nuestros nietos. Que no se convierta en otra página arrancada de nuestra historia, sino en un legado vivo para Cartagena y para todos los que alguna vez fuimos niños entre sus árboles.

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