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Crónicas de un Pueblo. – María Chiquero: La actriz que el olvido no pudo vencer.

Recreación mujer del siglo XIX
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Hay nombres que el tiempo arrincona en las aceras del olvido, y otros que, como si esperaran su oportunidad en un entreacto, regresan con fuerza cuando cae el telón de la indiferencia. María Chiquero, actriz cartagenera de principios del siglo XIX, es uno de esos nombres que vuelven para quedarse.

Una mujer de tablas y boleros.

Nació hacia 1800, en una Cartagena todavía marcada por los ecos de la Ilustración y las convulsiones del nuevo siglo. En aquellos años de cambios políticos, de guerras napoleónicas y de revueltas constitucionales, el teatro era mucho más que un entretenimiento: era una trinchera cultural, un espejo del alma colectiva, un lugar donde se hablaba con libertad cuando las plazas estaban bajo vigilancia.

María Chiquero no solo fue actriz, sino también cantante de boleros, y formó parte de la compañía de Simeón Sánchez, una de las pocas compañías con autorización real para actuar en la ciudad portuaria. Desde el escenario del viejo Coliseo, hoy desaparecido, su voz emocionaba a un público sediento de palabras y música. Su arte combinaba la fuerza de la interpretación con la dulzura melancólica del bolero, un género que en aquel tiempo aún conservaba el sabor de lo criollo, lo popular y lo profundamente humano.

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Una casa, un callejón y un aplauso largo.

María vivió muchos años en una vivienda modesta junto a una angosta callejuela próxima a la plaza de toros. Era un rincón sencillo, pero cargado de vida: allí se celebraban tertulias, ensayos y encuentros con otros amantes del arte. Se dice que incluso el gran Isidoro Máiquez, gloria del teatro nacional y también cartagenero, pasó por allí alguna noche para compartir palabras, coplas o silencios con su compatriota.

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El callejón donde vivía fue bautizado por el pueblo como el Callejón de la Chiquero, en homenaje a su figura. Pero con el paso de los años y la deformación popular —y quizás también por su cercanía a los chiqueros taurinos—, el nombre derivó en “Callejón de Chiqueros”, y la actriz se fue desdibujando del recuerdo colectivo. Finalmente, con las reformas urbanas, el callejón desapareció, y con él el último vestigio físico de su legado.

El regreso de la Chiquero.

Más de dos siglos después de que su voz se apagara en los escenarios, el Ayuntamiento de Cartagena, con motivo del Día Mundial del Teatro en 2023, decidió reparar la injusticia. Una calle del casco antiguo volvió a llevar el nombre de Actriz María Chiquero, devolviendo la dignidad a una mujer que vivió para el arte en una época en que pocas podían hacerlo sin pagar un precio alto.

Con ese gesto simbólico, Cartagena no solo recuperaba una parte de su historia, sino que también rendía homenaje a todas las artistas anónimas del pasado, mujeres que pusieron su cuerpo, su voz y su alma sobre las tablas sin que la historia oficial las reconociera jamás.

Un símbolo de su tiempo.

María Chiquero representa mucho más que un nombre perdido. Es la metáfora viva de una época en la que el teatro era el refugio de la emoción, el arma de los sin voz y el espejo donde la sociedad se miraba. Una época en la que las mujeres que osaban ocupar un escenario lo hacían desafiando los prejuicios y las limitaciones sociales.

Ella fue una de las valientes. Una actriz hecha de pasión y coraje, que regaló su arte a una ciudad bulliciosa y contradictoria, con olor a puerto, pólvora y jazmín.

Hoy, al decir su nombre, no solo evocamos una figura del pasado. Evocamos una Cartagena que, por fin, empieza a reconciliarse con su memoria.

Postdata emocional para el lector moderno.

Si caminas por el casco antiguo de Cartagena y ves el rótulo que dice “Actriz María Chiquero”, detente un instante. Imagina a una mujer vestida de época, con la voz quebrada por el bolero, recitando versos con la luz tenue de candiles, en un teatro abarrotado de sueños. Y entonces, apláudele en silencio. Porque ha vuelto. Y lo ha hecho para quedarse.

Décima espinela para María Chiquero.

En tablas dejó su huella,

María, actriz sin igual,

voz dulce, temple cabal,

y el arte brilló en su estrella.

Fue su calle la más bella

hasta que el tiempo traidor

la borró sin un rencor…

Mas volvió con voz de viento

cuando el teatro, en su intento,

la rescató del dolor.

 

Poema.

“La que volvió con aplausos”

 

Te fuiste sin que el mármol

guardara tu memoria.

Tu calle se perdió

como polvo de escena,

y el olvido puso nombres

que no eran los tuyos

donde una vez tu voz

llenaba los portales.

 

Fuiste risa y tragedia,

mirada al infinito,

y el pueblo te nombraba

con respeto y cariño:

La Chiquero, decían,

como quien nombra a un mito.

 

Pero el tiempo, que a veces no escucha,

quiso cerrarte el telón.

Y tu calle,

aquella que olía a ensayo y a otoño,

se volvió un pasillo de arena y toros,

y tú, actriz de primera,

te convertiste en eco.

 

Hasta que un día,

cuando el teatro volvió a alzar la voz,

las luces te buscaron

y Cartagena entera,

como público en pie,

te devolvió el nombre

y el aplauso final.

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