En la orilla suroccidental del Mar Menor, mirando de frente a La Manga y con el abrigo natural de sus aguas tranquilas, se extiende Los Nietos, una población que nació humilde, creció con orgullo y hoy sobrevive entre recuerdos de esplendor y la cruda realidad del abandono.
Orígenes y primeros asentamientos.
Aunque el topónimo “Los Nietos” nos remite a la costumbre cartagenera de dar nombre a un lugar a partir de apellidos familiares, su entorno estuvo habitado mucho antes de que se asentara el primer caserío moderno.
En la Loma del Escorial y en la finca Las Mateas se han hallado restos de un poblado ibérico y una necrópolis con más de 200 tumbas, cerámica griega y útiles de comercio marítimo. Aquellas gentes ya entendían que el Mar Menor era un refugio seguro para vivir y comerciar.
Sin embargo, tras siglos de inseguridad por incursiones berberiscas, la costa quedó casi despoblada hasta el siglo XIX, cuando la calma en el Mediterráneo y el auge de Cartagena propiciaron la repoblación.
De caserío pesquero a playa de la burguesía.
En la segunda mitad del XIX, Los Nietos era poco más que un pueblo de pescadores con unas cuantas huertas cercanas.
Todo cambió en 1891, cuando se levantó el Balneario Santa Eloísa.
Sus instalaciones ofrecían baños medicinales y de mar, atrayendo a familias distinguidas de Cartagena, La Unión y del resto de la Región.
A partir de 1900, Los Nietos ya era conocida como “la colonia veraniega” de moda.
La prensa de la época narraba sus fiestas patronales, verbenas, sesiones de teatro, cinematógrafo y globos aerostáticos.
El ferrocarril de vía estrecha llegaba hasta La Unión, y desde allí se completaba el trayecto en carruajes o por caminos de tierra.
Muchos cartageneros de clase media y alta levantaron aquí sus casas de verano, en su mayoría chalés de madera o piedra, con corredores abiertos mirando al mar.
El auge social y deportivo.
Durante décadas, Los Nietos no fue solo una playa: fue un escenario de vida social intensa. Las familias se reunían en torno al balneario, la plaza y la orilla.
Se organizaban veladas musicales, competiciones de remo y jornadas de vela latina, preámbulo de lo que en 1952-53 se convertiría en el Club Náutico de Los Nietos.
Este club fue motor de regatas, campeonatos y encuentros sociales que marcaron el calendario estival durante décadas.
Los años 60, 70 y 80: el gran boom
La década de los 60 trajo la modernización: alumbrado público, mejores accesos y las primeras urbanizaciones de Los Nietos Nuevos, pegadas a la playa. En 1976, el hito definitivo: la llegada del FEVE desde Cartagena. Por primera vez, la ciudad tenía una conexión directa en tren con su playa. El viaje de apenas media hora permitió a familias enteras pasar el día en Los Nietos sin necesidad de dormir allí, y multiplicó el flujo de visitantes.
Durante los 70 y 80, Los Nietos vivió su edad dorada.
Club Náutico en plena efervescencia.
Regatas y campeonatos de vela que llenaban la bahía de mástiles y velas blancas.
Negocios locales de hostelería en auge.
Segundas residencias de cartageneros que, cada verano, trasladaban su vida a este rincón del Mar Menor.
Los 90: consolidación y primeros avisos.
En los 90, Los Nietos mantenía su tirón, pero empezaban a notarse los primeros signos de presión ambiental. Los rellenos artificiales y la urbanización acelerada alteraron las corrientes del Mar Menor, y el aumento de vertidos agrícolas comenzó a enturbiar sus aguas.
De la gloria al abandono
El siglo XXI no ha sido generoso con Los Nietos. La crisis ecológica del Mar Menor ha golpeado duramente su atractivo:
Episodios de anoxia que dejaron toneladas de peces muertos en la orilla.
Estancamiento de aguas y acumulación de fangos que alejan al bañista.
Mobiliario urbano roto, paseos marítimos descuidados, jardines secos.
Negocios cerrados fuera de temporada.
Y aquí está la gran paradoja —o más bien, el gran ridículo—: la única playa conectada por tren con Cartagena es hoy la más degradada de todas. Una joya que cualquier otra ciudad convertiría en su emblema, aquí se deja oxidar entre promesas incumplidas.
¿En qué piensan las autoridades?
La pregunta es inevitable. El potencial turístico de Los Nietos es inmenso: historia, tradición, paisaje y accesibilidad única.
Sin embargo, las administraciones parecen haber decidido que este lugar viva del recuerdo.
¿Falta de visión? ¿Desinterés?
¿O simple incompetencia?
Lo cierto es que Los Nietos agoniza entre aguas turbias y paseos vacíos, mientras el tren, puntual como un testigo mudo, sigue llegando cada día, cargado de pasajeros que bajan a un andén sin encanto y caminan hacia una playa que no es ni sombra de lo que fue.
El espejo roto de Cartagena.
Los Nietos fue un espejo donde Cartagena se miraba orgullosa: un lugar de encuentro, de verano feliz, de deporte y cultura. Hoy ese espejo está roto, y cada fragmento refleja una parte de la historia que no debimos perder.
Recuperarlo no es imposible: bastaría con voluntad política, inversión real, limpieza, regeneración de la playa, dinamización cultural y una gestión que entienda que el tren no debe llegar a la desidia, sino a la excelencia.
Mientras tanto, la arena y el mar esperan.
Y también nosotros, los que recordamos que Los Nietos fue, es y puede volver a ser la playa cartagenera por excelencia.
Poema.
Los Nietos
Bajo un cielo de verano
donde el sol dora la orilla,
nació un rincón marinero
con alma limpia y sencilla.
Allí el pescador tendía
sus redes al nuevo día,
y el balneario ofrecía
salud, ternura y caricia.
La burguesía llegaba
con sombreros y sonrisas,
en trenes, coches y barcos,
buscando brisas amigas.
En la plaza, las verbenas,
en la arena, algarabía,
regatas de vela blanca
que al corazón encendían.
Los Nietos era refugio
de familias cartageneras,
chalés de madera y piedra,
ventanas al mar abiertas.
Pero llegó la desgana,
el descuido y la avaricia,
y la joya de la costa
se tornó pena y ceniza.
Aguas quietas, fango oscuro,
mobiliario que se oxida,
el paseo sin latido
y la risa ya perdida.
Y, paradoja suprema,
la que el tren siempre acaricia
es la playa más herida,
la que más clama justicia.
¿En qué piensan los que mandan?
¿O es que pensar no se estila?
Incompetentes que miran
mientras la historia agoniza.
Más yo guardo la esperanza,
como quien guarda semilla,
de que un día la limpieza
y el cuidado den su brisa.
Que el tren traiga nuevamente
la alegría que traía,
y Los Nietos vuelva al mundo
como orgullo y poesía.