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Crónicas de un Pueblo. -18 de agosto: Día Mundial de la Prevención de Incendios Forestales. Una urgencia silenciada

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Cada 18 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Prevención de Incendios Forestales, una fecha clave para recordar que nuestros bosques —auténticos pulmones verdes— son vitales para la vida y la calidad del aire, y que su protección es responsabilidad colectiva.

La realidad trágica de estos días en España

La campaña de este verano de 2025 ha sido devastadora:

  • Hay 14 incendios forestales importantes activos en distintas zonas como Galicia, Ourense, Zamora y Castilla y León, agravados por una ola de calor extrema y vientos intensos; ya se han registrado al menos 7 fallecidos.
  • Más de 157.000 hectáreas han sido arrasadas, casi el doble de la media anual.
  • En Castilla y León, parte del Parque Natural de la Montaña Palentina ha sufrido un incendio devastador que ha destruido más de 3.300 hectáreas, incluyendo hábitats de especies como el oso pardo y el ciervo.
  • En Extremadura y otras comunidades, los incendios han desatado no solo la pérdida de bosques, sino también tensiones políticas, retrasos en la coordinación y ausencia de liderazgo visible.
  • En León, la muerte de dos voluntarios sin formación profesional volvió a poner de manifiesto la falta de profesionalización y recursos en un sector que debería ser prioritario.

Crisis estructural: la desprotección es premeditada

El desmantelamiento de los cuerpos de bomberos forestales, la privatización de servicios en algunas regiones, la reducción de inversión en prevención y la descoordinación autonómica han creado un cóctel fatal.

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La prevención —limpieza de montes, creación de cortafuegos, vigilancia activa, dotación estable de brigadas— ha sido sistemáticamente sustituida por un modelo de respuesta tardía, que actúa cuando el fuego ya se ha convertido en un monstruo incontrolable.

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Impunidad y legislaciones que favorecen la catástrofe

Los incendios no son solo un desastre natural: detrás de muchos de ellos está la negligencia y, en otros casos, la intencionalidad. La especulación urbanística, las leyes laxas que permiten recalificar terrenos y la ausencia de sanciones ejemplares abren la puerta a la tragedia.

Es inaceptable que se siga premiando el desinterés administrativo y que el urbanismo convierta en negocio lo que antes fue bosque, vida y aire limpio.

La herida humana: quienes lo han perdido todo

Más allá de las hectáreas calcinadas y las estadísticas frías, quedan las historias desgarradoras de quienes han perdido sus casas, sus animales, sus recuerdos, su vida entera en cuestión de horas.

¿Cómo se le explica a una familia que ha visto arder su hogar que todo esto se pudo haber evitado con una gestión responsable?
¿Cómo mirar a los ojos a quien ha visto morir a su ganado, a quien ha perdido la cosecha que era su sustento, sabiendo que durante años se recortó en prevención y se jugó con su futuro?

La pérdida es más que material: es emocional, es cultural, es un golpe a la identidad de pueblos enteros. Y lo más doloroso es que no hablamos de tragedias inevitables, sino de consecuencias de la desidia institucional.

Lo que exige esta tragedia

  1. Sanciones ejemplares contra quienes provocan incendios, ya por negligencia o por intencionalidad.
  2. Inversión urgente y sostenida en prevención y en brigadas forestales dignamente remuneradas.
  3. Un marco estatal unificado que asegure la profesionalización y recursos sin depender de intereses políticos autonómicos.
  4. Presencia y responsabilidad política real: ningún presidente autonómico puede desaparecer de vacaciones mientras su tierra arde y sus ciudadanos sufren.
  5. Protección del suelo forestal contra la especulación: los montes no pueden convertirse en urbanizaciones bajo la excusa de la ceniza.

Este 18 de agosto no puede ser un simple recordatorio simbólico. Debe ser un grito de justicia: por los bosques, por el aire, y sobre todo por esas familias que hoy miran las cenizas de lo que fue su vida, esperando que alguien les explique por qué nadie hizo nada para evitarlo.

Manifiesto de las cenizas.

Kchi

No olvidemos a quienes hoy miran el humo

donde ayer había árboles, casas y vida.

No callemos el llanto de los que lo han perdido todo,

ni aceptemos la mentira de que nada podía hacerse.

 

Porque sí podía.

Porque sí debía.

Los bosques no se apagan con discursos,

ni las llamas se enfrían con vacaciones.

Se apagan con prevención,

se enfrían con gestión responsable,

y se salvan con dignidad y memoria.

 

Que los montes no sean negocio,

que las cenizas no se conviertan en urbanizaciones,

que la vida no se mida en presupuestos recortados.

Hoy, 18 de agosto,

alzamos la voz:

los bosques son nuestro aire,

la tierra es nuestro futuro,

y quienes juegan con ella son culpables.

Que cada árbol caído sea una acusación,

que cada hectárea perdida sea una prueba,

y que la justicia llegue

para quienes nunca debieron arder.

 

Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de dondecomemosct.es

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