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Un gigante neoclásico que guarda dos siglos de historia naval
El 25 de agosto de 1789, Cartagena vivió un día solemne. Con gran ceremonia, se colocaba la primera piedra del Palacio-Cuartel de Guardias Marinas, un edificio llamado a convertirse en símbolo del poder naval español.
En los cimientos, y como si fuese un mensaje a la eternidad, se empotró una caja metálica sellada con plomo que contenía el acta en pergamino, monedas de la época y el retrato de Carlos IV.
Aquel gesto, cargado de simbolismo, nos habla de la trascendencia que se concedía a la obra: no era un edificio cualquiera, sino el templo del conocimiento naval en una de las capitales marítimas del Mediterráneo.
El proyecto: Villanueva y la visión neoclásica.
El diseño salió de la mente del gran arquitecto Juan de Villanueva, figura central del neoclasicismo español. La dirección de la obra recayó en Simón Ferrer y Burgos, con la colaboración de ingenieros como Simón Torres y José Polo Pavía.
Su monumentalidad no solo se debía a la fachada principal que domina la Muralla del Mar, sino también a su torreta octogonal, pensada para observaciones astronómicas y meteorológicas, herramienta básica para la enseñanza de la navegación.
La construcción duró más de veinte años (1789-1810), y su coste final ascendió a más de 6,6 millones de reales, una cifra que refleja la ambición del proyecto y el empeño de la Corona en consolidar Cartagena como gran base naval.
Los primeros alumnos y la vida académica.
La Academia de Guardias Marinas de Cartagena ya existía desde 1777 en el convento de San Agustín. Con la finalización del nuevo edificio, los cadetes se trasladaron allí a comienzos del siglo XIX.
Eran jóvenes de buena familia, futuros oficiales de la Armada, que llenaban de vida los patios y aulas de aquel palacio austero y solemne.
Aquí estudiaban matemáticas, astronomía, navegación y artillería, combinando ciencia con disciplina militar.
Cartagena se convirtió en cantera de marinos que después recorrerían el mundo en expediciones, combates o misiones científicas.
Una escuela que duró poco.
La alegría fue efímera. En 1824, la Academia de Cartagena se clausuró y todo el cuerpo de Guardias Marinas se trasladó a la Isla de León (San Fernando).
El flamante edificio quedó vacío de estudiantes, pero no de actividad.
Muy pronto albergó la Comandancia General del Departamento Marítimo, y a partir de 1853 se consolidó como sede de la Intendencia de Marina, el órgano administrativo y logístico de la Armada.
Acontecimientos y anécdotas.
La historia del Palacio-Cuartel está llena de episodios curiosos:
El agua de la obra. Como no existía red de abastecimiento, se construyeron tres enormes aljibes de cal y canto (con más de 37.000 pies cúbicos de capacidad).
El agua llegaba en carros-cuba y cántaras a lomos de mulas, pagándose al detalle. Hasta ese gasto quedó reflejado en las cuentas.
El intento de Casa de la Moneda (1823). Durante la crisis con los Cien Mil Hijos de San Luis se planteó instalar una ceca en el Palacio, pero finalmente se trasladó al ex-convento de San Agustín.
El pleito del callejón.
A finales del XIX, el Ayuntamiento y la Armada se enfrentaron por un paso anejo al edificio.
El litigio llegó al Tribunal Supremo en 1888, que dio la razón al Consistorio.
La escalinata monumental (1914). Cuando se urbanizó el Paseo de Alfonso XII, se construyó la gran escalinata que hoy sube hasta la Muralla del Mar frente al antiguo cuartel, reforzando la visión majestuosa del conjunto.
La Guerra Civil.
El edificio se convirtió en Jefatura de la Base Naval Principal.
Se excavaron refugios en la roca posterior y en 1939 recibió daños de artillería que luego fueron reparados bajo el mando del almirante Bastarreche.
El edificio hoy.
A día de hoy, el antiguo Palacio-Cuartel sigue en pie, sólido y sobrio, como testigo de más de dos siglos de historia.
Su fachada neoclásica preside la Muralla del Mar, y en su interior aún laten los ecos de cadetes, comandantes y marinos.
Actualmente se conoce como Servicios Generales de la Armada, manteniendo su carácter militar, aunque muchos cartageneros lo ven como un monumento de ciudad, inseparable de nuestro paseo marítimo.
Poema.
En piedra neoclásica erguido,
cuartel de cadetes marinos,
la historia dejó su camino
sellado en un cofre escondido.
Retrato del rey contenido,
monedas de un tiempo real,
y un pergamino inmortal
que aún late bajo tu suelo,

Cartagena guarda tu anhelo:
ser capital naval.