La química de la poesía y la voz femenina de La Unión y Cartagena.
Hablar de María Cegarra Salcedo (1899–1993) es recorrer dos mundos aparentemente distantes —la ciencia y la poesía— que ella supo fundir con una sensibilidad extraordinaria. Fue la primera mujer licenciada en Química en España, pero también la primera poeta del Campo de Cartagena que alcanzó un reconocimiento nacional, dejando huella en la historia cultural de La Unión y Cartagena.
Origen y familia.
María nació el 28 de noviembre de 1899 en La Unión, en el seno de una familia sencilla pero culta.
Su padre, Ginés Cegarra Bernal, era agente comercial de origen alumbreño; su madre, Filomena Salcedo Apolinario, una maestra andaluza que transmitió a sus hijos el amor por el estudio. Fue la cuarta de cuatro hermanos: Andrés, Pepita y Ginés.
La figura de Andrés Cegarra, escritor y animador cultural, marcó su destino. Andrés padecía una enfermedad incapacitante, pero su pasión literaria encendió en María la misma llama. Cuando él falleció en 1928, María volcó en la poesía todo lo que había callado hasta entonces: Cristales míos (1935) fue su grito íntimo, un homenaje al hermano ausente.
Quintilla
En la Unión fue semilla,
del saber y la poesía,
hija de un tiempo y su arcilla,
María dejó su huella
de ciencia y melancolía.
Carrera profesional: la química y la docencia.
En una época en que la mujer apenas tenía acceso a la universidad, María rompió moldes. Estudió Químicas y se convirtió en la primera mujer licenciada en España en esa disciplina. Su vida profesional se dividió entre el laboratorio y la docencia:
Dirigió durante décadas un laboratorio de análisis químicos en su propia casa de La Unión, donde prestaba servicios especialmente a la minería.
Fue profesora durante más de cuarenta años en institutos y escuelas técnicas, entre ellos la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena y la Escuela Superior de Trabajo, contribuyendo a la formación de generaciones de técnicos e ingenieros.
Su lema era claro: la ciencia y la enseñanza son también poesía, porque buscan la verdad y la belleza en lo pequeño.
Vida personal y carácter.
Reservada, introvertida, amante del silencio y la reflexión, María vivió una existencia sobria, dedicada a su familia, sus alumnos y sus versos. No se conocen relaciones sentimentales públicas ni descendencia. Sus afectos se centraron en su hermano Andrés, sus hermanas y en un reducido círculo de amistades literarias.
Fue amiga cercana de Carmen Conde y Antonio Oliver, con quienes compartió tertulias y proyectos. También mantuvo amistad epistolar con Miguel Hernández y Ramón Sijé. Hernández le dedicó palabras de afecto que aún resuenan como testimonio de admiración.
María convirtió el dolor en belleza, y el silencio en música escrita. Sus libros son testimonio de una vida donde lo íntimo se hizo universal.
Décima
María, mujer callada,
química de voz serena,
entre fórmulas y arena
fue su poesía templada.
Cartagena la abrazaba,
La Unión fue su raíz,
y en el crisol del país
su palabra fue semilla;
hizo ciencia maravilla
y verso para vivir.
Obra literaria
Su obra es breve, pero intensa:
Cristales míos (1935), su primer poemario, nacido del duelo por Andrés.
Mineros (obra teatral, 1932–1933), escrita junto a Carmen Conde, que refleja el mundo duro y heroico de la minería unionense.
Desvarío y fórmulas, donde funde ciencia y poesía como nadie en su tiempo.
Otros títulos como Cada día conmigo y Poemas para un silencio completan un legado que sigue vivo.
En todos ellos encontramos un mismo tono: intimidad, dolor, búsqueda de trascendencia. Es la voz de una mujer adelantada, que supo que la poesía era un laboratorio de emociones.
Quintilla
Entre hornos y carbones,
en la mina y el papel,
bordó versos de pincel
con químicos corazones
y un silencio de laurel.
Vinculaciones con Cartagena.
Aunque La Unión fue siempre su casa, Cartagena fue su otra gran referencia:
Allí impartió clases en la Escuela de Peritos Industriales, donde sus alumnos la recuerdan como profesora exigente pero entrañable.
Fue invitada en la Universidad Popular de Cartagena, donde en 1934 pronunció la conferencia Perfume, ciencia y poesía.
El Ayuntamiento de Cartagena le dedicó una plaza con su nombre en el Monte Sacro, reconocimiento a su labor docente en la ciudad portuaria.
De este modo, Cartagena y La Unión quedaron unidas en su biografía, como si la ciencia y la poesía hubieran tendido un puente entre la mina y el mar.
Reconocimientos y legado.
En vida fue concejala del Ayuntamiento de La Unión, la primera mujer en ocupar ese puesto. En 1980, el instituto de la ciudad tomó su nombre: IES María Cegarra Salcedo. En 1992 fue nombrada Hija Predilecta de La Unión, y tras su muerte, se erigió un busto frente al Liceo de Obreros.
Hoy se la recuerda como pionera: mujer, química, poeta y docente. Una unión perfecta entre ciencia y sensibilidad, entre La Unión minera y la Cartagena universitaria.
Décima final
Cegarra, nombre de fuego,
química y musa sincera,
en tu palabra primera
Cartagena halló su ruego.
La Unión guardó tu sosiego,
tu memoria está encendida,
tu voz sigue agradecida
en cada verso que aflora;
quien te nombra se enamora
de tu ciencia y de tu vida.