jueves, diciembre 4, 2025

Próxima apertura Café – Bar Centro Cultural y Deportivo

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Hay edificios que, aun cuando cierran sus puertas, nunca dejan de estar habitados. El viejo Casino de La Palma es uno de esos lugares cargados de memoria: durante más de un siglo fue punto de encuentro, foro de tertulias, salón de bailes y refugio de lecturas pausadas. Hoy el bar, tras tres años de silencio, vuelve a abrir sus puertas dentro del Centro Cultural y Deportivo de La Palma, recuperando su esencia y añadiendo un nuevo latido: el de un bar y restaurante que nace con la vocación de convertirse en la casa de todos.

Fundado legalmente en 1897, el Casino llegó a reunir más de trescientos cincuenta socios y fue durante décadas el verdadero corazón social del Campo de Cartagena. En la calle de la Joyería estuvo su primera sede —un edificio que aún se conserva— hasta que en 1974 se trasladó al emplazamiento actual. Las generaciones que crecieron entre sus sillones de madera recordarán siempre la figura de Ángel Aparicio Sánchez, el secretario que dedicó más de cincuenta años de su vida a mantener viva la institución.

Quien camine hoy por su interior notará que esa memoria sigue presente. Lo hace en las molduras, en la luz que entra por las ventanas antiguas y en la forma en que las voces se amoldan al eco de un edificio acostumbrado a escucharlo todo. En una de sus salas se conserva el espíritu de la lectura: antaño se hojeaban aquí periódicos como Noticiero, La Verdad, La Opinión, ABC o Cambio 16, haciendo del Casino un pequeño mirador hacia el mundo. También fue sede de tertulias, de bailes y, desde hace más de medio siglo, del impulso que la Junta Directiva da a los Juegos Florales del Campo de Cartagena, uno de los certámenes literarios más arraigados de la comarca.

Su papel como hogar asociativo sigue intacto. El edificio continúa albergando al Club Ciclista de La Palma, que mantiene un museo con fotografías e historia del ciclismo local; al Club de Ajedrez, punto de encuentro de jugadores veteranos y jóvenes promesas; y a la peña gastronómica Los Florentinos, guardiana de los sabores de siempre. Todo ello se integra ahora en el nuevo centro cultural y deportivo, que unifica tradición y presente bajo un mismo techo.

La reapertura del Café -Bar llega con una propuesta gastronómica que bebe directamente del paisaje culinario del Campo de Cartagena. En la nueva barra —un espacio luminoso, con el murmullo vivo de las mañanas y el rumor de las tardes de fútbol— se recupera el tapeo de siempre: marineras, croquetas caseras, embutidos de la zona, quesos, fritos que acompañan la cerveza fría y el vino de la tierra. Los fines de semana, el menú se vuelve más rotundo y más nuestro: michirones cartageneros humeantes, manitas de cerdo melosas, tortillas cuajadas como las de antes y guisos de cuchara que acompañan la conversación y rescatan los sabores de la infancia. Es la cocina que se ha comido toda la vida en las casas del Campo de Cartagena, esa que no necesita artificios porque su secreto es el tiempo.

Para quienes buscan un ambiente más sereno, el local recupera su salón comedor, un espacio más íntimo donde se sirven platos caseros y elaboraciones tradicionales pensadas con calma. El objetivo es claro: que cada comida recuerde que la gastronomía también es memoria y que el sabor es otra forma de conservar la historia.

La reapertura del Centro Cultural y Deportivo como bar y restaurante no es una simple vuelta a la actividad: es el regreso de un símbolo. Quienes lo conocieron en sus años de esplendor sentirán que algo vuelve a colocarse en su sitio. Y quienes lo descubran por primera vez entenderán que este edificio nunca fue solo un local, sino un espacio donde late la identidad de todo un pueblo. Aquí se organizan eventos, se celebran partidas de ajedrez, se planifican rutas ciclistas, se preparan actos culturales y se mantiene viva la tradición literaria. Y ahora, además, se ofrecen cafés tempraneros, comidas familiares, sobremesas largas y cenas que huelen a encuentro y a buena compañía.

El nuevo bar de La Palma renace como lo que siempre fue: un hogar para la vida social y cultural del pueblo, un punto de reunión donde confluyen la historia, la gastronomía y la convivencia. Sus puertas vuelven a estar abiertas, invitando a que los vecinos, antiguos socios y nuevas generaciones llenen de voces y de vida un edificio que, después de tanto tiempo, vuelve a tener el bullicio que merece.

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