En Cartagena, el otoño se abrió paso con una velada cargada de emociones y recuerdos compartidos. Seis mayores que han alcanzado la centuria —y en algún caso, la han sobrepasado con creces— fueron distinguidos en la Gala de Mayores organizada por el Ayuntamiento, un encuentro que quiso poner en valor no solo la longevidad, sino también la huella vital de quienes han sostenido familias, oficios y barrios enteros con su esfuerzo y su temple.
La más veterana, María Navarro Cervantes, “Mariquilla”, con 106 años, recibió un cálido reconocimiento rodeada del afecto de los presentes. Alegre y participativa, ha sido siempre un pilar en su club de mayores, un alma inquieta que sigue transmitiendo energía y compromiso con su gente. Junto a ella, se aplaudió la fortaleza de Francisca Romera Sánchez, de 102 años, quien tras una vida de trabajo y cuidados sigue siendo un referente de lucidez y vitalidad para los suyos.
Las historias se entrelazaron con las de Francisca Sánchez Sánchez, conocida como “La Paca”, que con 101 años conserva una memoria viva de la guerra civil y un humor contagioso que la hace imprescindible en San Ginés. También se recordó la vida marcada por la resiliencia de Francisca García Moreno, de la misma edad, que afrontó pérdidas duras sin perder nunca su empeño en cuidar a su familia.
El homenaje incluyó a dos nuevos centenarios: Asunción Cano Sánchez, independiente y activa, que mantiene la costumbre de salir a desayunar cada día con sus hijos, y Andrés Leira Blaya, antiguo Alférez de Navío que dedicó casi medio siglo a la Marina y hoy plasma en sus memorias la experiencia de una vida disciplinada y bondadosa.
En el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, donde se celebró la gala el pasado 1 de octubre, no faltó la música, a cargo de la Unidad de Música del Tercio de Levante de la Armada, ni la reflexión compartida con la lectura de un manifiesto enmarcado en la conmemoración del Día Internacional de las Personas Mayores. Una jornada que recordó que, más allá de la cifra de los años, lo importante es la fuerza de las vidas vividas, la memoria que aún late en sus relatos y la ternura con la que siguen enseñando a las nuevas generaciones que la dignidad y el amor son los mejores legados.
Cartagena, con este gesto, abrazó a sus mayores como lo que son: memoria viva, testigos de una época que ya se aleja y maestros de lo esencial, capaces de seguir enseñando con su sola presencia que la vida merece celebrarse en cada etapa.









