viernes, diciembre 5, 2025

Crónicas de un Pueblo. – EL ALBUJÓN: TORRE, RAMBLA Y MEMORIA DEL CAMPO DE CARTAGENA.

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I. La tierra que habla: el origen del nombre

En la vasta llanura del Campo de Cartagena, donde la tierra se abre sin montes que la rompan y el viento recorre libre los sembrados, se alzó un nombre antiguo: El Albujón. Todo apunta al árabe al-burj / al-burx, “la torre, la atalaya”. No es casual. Antes que casas y huertas, aquí hubo una torre de vigilancia. Un punto de observación sobre caminos, ganados y viajeros que iban y venían entre Murcia y Cartagena. El Albujón nació mirando, nacido para ver y avisar.

Décima

En la llanura tendida

una torre se alzó un día,

vigía de la lejanía

que a la rambla dio partida.

Del agua vino la vida,

del sol su fiel condición,

y el viento en su voz león

dijo al campo su razón:

Aquí nace el Albujón,

memoria, paso y visión.

II. Entre dos mundos: límites y caminos.

La Rambla del Albujón fue durante siglos frontera administrativa, especialmente desde el siglo XIII, cuando Alfonso X fijó límites entre el Concejo de Cartagena y el de Murcia.

Su posición la convirtió en:

Nudo de caminos

Punto de abastecimiento

Lugar de descanso y cruce

Por aquí pasaban:

Arrieros de cereal

Pastores trashumantes

Comerciantes de sal y pescado del litoral

Carretas con esparto, barrilla y aceituna

El Albujón no fue aislado. Fue umbral.

III. La Torre de Avisos y el tiempo del peligro.

Durante los siglos XVI y XVII, ante las incursiones berberiscas y corsarias, la torre del Albujón formó parte de la red defensiva y de señales del Reino de Murcia:

Desde Carrascoy y el puerto terrestre, hasta La Algameca y la costa cartagenera. Era torre de vigía y respuesta: si el mar traía amenaza, el Albujón lo sabía antes que el llano.

IV. La Ermita de San Juan Bautista: corazón social del pueblo.

Según recoge el cronista Andrés Nieto Conesa, la Ermita de San Juan, levantada en el siglo XVIII, fue alma comunitaria: Lugar de fe campesina, espacio de acuerdos, bodas y compadrazgos, centro de fiesta en torno a San Isidro y San Juan, refugio moral en tiempos de enfermedad y sequía.

No había plaza mayor: La ermita era la plaza.

Quintilla

San Juan guarda la memoria

de la siega y del arado,

del canto del enamorado

y del anciano que implora.

Es raíz de nuestra historia.

 

V. Economía y oficios tradicionales

El Albujón vivió del secano noble: Trigo y cebada, almendro y algarrobo, olivar de suelo austero.

En las orillas húmedas de la rambla se levantaron: Norias movidas por mula, balsas para riego poco abundante, huertas familiares de habas, tomates, alcanciles y melones tempranos.

El campo era escuela: se aprendía mirando al cielo.

VI. El Albujón como Ayuntamiento

Durante el Trienio Liberal (1820–1823), El Albujón tuvo ayuntamiento propio, junto a otras comunidades del campo.

Fue breve, sí, pero decisivo: sembró la idea de que el Albujón es pueblo, tiene voz y tiene raíz. La autonomía es memoria viva, no nostalgia.

VII. La familia Liniers Urbina.

La historiografía local, y en especial Andrés Nieto Conesa, destaca a la familia Liniers Urbina como pilar social del Albujón: Propietarios agrícolas importantes, sostenedores de la ermita, organizados en mayordomías y cofradías, mediadores vecinales y distribuidores de agua, gente respetada, no por títulos, sino por responsabilidad y palabra.

Aquí el prestigio se gana en la tierra, no en los palacios.

VIII. Bar Pedrín y el Café Asiático: identidad servida en vaso.

El Bar Pedrín es la embajada cultural del Albujón.

Allí se popularizó el Café Asiático, símbolo cartagenero: Café intenso, leche condensada, canela, piel de limón, brandy y Licor 43.

No es solo bebida: es ritual, sobremesa y pertenencia.

Décima

Copa dorada y sincera

al sol del mediodía,

en Pedrín nace alegría

que en el alma persevera.

La risa se hace bandera

en conversación de unión,

y late, como oración,

la amistad sobre la mesa:

el Albujón no empieza…

¡se vive desde el corazón!

 

IX. La Rambla del Albujón: Sangre del Campo, Camino del Mar.

La Rambla del Albujón es eje natural y emocional del territorio. Su curso de 42 km recoge y conduce: Lass aguas de Carrascoy, las lluvias del llano, los ecos de antiguos acuíferos hoy cansados.

Funciones de la rambla:

Función Descripción

Frontera histórica División medieval entre Murcia y Cartagena.

Corredor agrícola Fertilizó tierras mediante sedimentos en cada avenida.

Ruta de paso humano Pastores, arrieros y comerciantes cruzaron su lecho durante siglos.

Eje cultural Lugar de memorias familiares, juegos, sustos, cosechas y silencios.

Conexión ecológica Une la llanura agrícola con el Mar Menor.

La Rambla alimentó la vida

Cada riada dejaba suelo fértil.

Gracias a ella nacieron huertas pequeñas, pero valiosas.

El paisaje del Albujón es hijo de la rambla.

La Rambla como espejo del presente

En el último medio siglo, la agricultura intensiva transformó su papel:

lo que antes era fuente natural, hoy es conducto involuntario hacia el Mar Menor.

Pero la Rambla no es culpable.

La rambla solo lleva lo que le entregan.

La Rambla como futuro posible

Puede ser:

Ruta interpretativa

Aula viva del paisaje

Corredor ecológico restaurado

Símbolo de reconciliación con la tierra

Porque si la Rambla se cura, el Mar Menor respira.

Décima final

Rambla vieja y altanera,

testigo del sol y el barro,

del canto lento del carro

y del surco en sementera.

Guardiana de la ribera,

voz del campo en su oración,

surco vivo de emoción,

cauce de lucha y memoria…

quien te nombra cuenta historia,

quien te entiende, es Albujón.

CONCLUSIÓN

El Albujón no es pasado. Es territorio vivo, raíz que sigue dando fruto. Un pueblo que no olvida quién es, porque sabe de dónde viene y a dónde mira.

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