Un origen glorioso: Cartagena, sede episcopal de la Hispania antigua
Cartagena, ciudad milenaria y puerto estratégico desde época romana, fue también sede de uno de los obispados más antiguos de la cristiandad hispana. Ya en el siglo IV aparece en los concilios el nombre de su obispo Héctor, contemporáneo de San Agustín, lo que convierte a la Diócesis de Cartagena en una de las más antiguas y con mayor raigambre histórica de la península.
La Catedral de Santa María la Mayor, levantada en la colina del Foro y remodelada a lo largo de los siglos, fue el corazón espiritual de la ciudad. Su presencia junto al puerto simbolizaba la unión entre el Mediterráneo y la fe cristiana, y reforzaba a Cartagena como ciudad santa y estratégica en la difusión de la fe.
1291: el gran engaño, la “materia scandali”
En 1291, en pleno conflicto político y territorial, el rey Sancho IV y el obispo Diego Martínez Magaz impulsaron el traslado del obispado de Cartagena a Murcia. Pero lo hicieron sin aval pontificio.
Durante siglos se sostuvo la existencia de una supuesta “bula de Rieti” que habría autorizado el traslado. Sin embargo, la investigación histórica moderna —coronada recientemente con el hallazgo del arqueólogo Iván Negueruela— demuestra que tal bula nunca existió. Lo que sí existió fue una carta del papa Nicolás IV, en la que calificaba este movimiento como “materia scandali”, es decir, un escándalo.
Esto implica que el traslado fue un acto fraudulento, un expolio de la sede cartagenera sustentado en documentos falsos o manipulados, y un delito histórico del que Cartagena sigue siendo víctima más de 700 años después.
Guerra, ruina y abandono.
La Catedral Vieja, además de haber sido despojada de su dignidad episcopal, sufrió múltiples infortunios a lo largo de los siglos: terremotos, saqueos y especialmente los destrozos de la Guerra Civil, que la dejaron en ruinas.
Desde 1939, el templo quedó abandonado a su suerte, con muros semiderruidos, bóvedas hundidas y un deterioro progresivo que nunca encontró voluntad real de ser restaurado. Ni el Obispado —propietario legal y responsable patrimonial del edificio— ni las administraciones locales y regionales han actuado con la contundencia necesaria.
El colmo de la desidia llegó cuando la Iglesia registró el templo como “solar”, negándole incluso su condición de edificio histórico, con lo que además dificultó el acceso a fondos estatales de restauración.
El clamor ciudadano: Cartagena exige justicia
Frente a este abandono, el pueblo de Cartagena no ha permanecido callado.
Asociaciones culturales, plataformas cívicas y ciudadanos de a pie llevan décadas reclamando la restauración integral de la Catedral y el regreso del Obispado a su sede legítima.
Cartagena se reconoce en su Catedral, la siente como un símbolo de identidad y como la prueba tangible de su grandeza espiritual. Por eso, año tras año, surgen manifestaciones, artículos, concentraciones y propuestas que piden justicia histórica: que la Catedral vuelva a la vida y que la sede episcopal regrese al lugar que nunca debió abandonar.
La nefasta gestión municipal: siempre de espaldas al pueblo.
El gran escándalo añadido es que, en lugar de liderar esta reivindicación, el propio Ayuntamiento de Cartagena ha actuado reiteradamente en contra de la voluntad popular.
Lejos de exigir al Obispado el cumplimiento de sus obligaciones, ha promovido proyectos “descafeinados” como el actual “Spartaria”, que reduce la Catedral a un espacio turístico-cultural subordinado al Teatro Romano, negándole su carácter sagrado e histórico.
Con ello, el Ayuntamiento blanquea la desidia de la Iglesia, actúa de espaldas a la ciudadanía y perpetúa el expolio.
¿Qué se esconde detrás?
La pregunta es obligada: ¿por qué no se hace justicia con Cartagena?
La respuesta parece clara:
Intereses políticos que buscan no incomodar a Murcia, donde se mantiene artificialmente la sede episcopal.
Complicidad de la jerarquía eclesiástica, que se niega a reconocer el fraude histórico y a devolver a Cartagena lo que es suyo por derecho.
Cálculo económico y turístico, que prefiere explotar la Catedral como un escenario cultural en lugar de devolverle su función original.
Todo ello se traduce en un pacto tácito: sacrificar la dignidad histórica y espiritual de Cartagena en beneficio de conveniencias ajenas.
Un delito que clama al cielo.
Lo ocurrido con la Catedral Vieja de Cartagena y con el Obispado no es solo un episodio oscuro del pasado: es un delito histórico aún vigente.
La sede episcopal se trasladó con documentos falsos. La Catedral fue destruida en la guerra y abandonada por sus responsables. El pueblo exige justicia, pero sus autoridades miran hacia otro lado.
Cartagena sigue esperando que la historia se repare, que la Catedral sea restaurada en toda su dignidad, y que el Obispado vuelva a donde pertenece.
Hasta que esto ocurra, la herida seguirá abierta, y cada cartagenero seguirá recordando que la suya es una ciudad expoliada, pero no rendida.
Poema de la Catedral expoliada.
Entre piedras caídas gime la fe,
no por el paso del tiempo,
sino por la mano traidora
de quien juró custodiarla.
La Iglesia mintió con papeles falsos,
vendió a Cartagena su propia alma,
y en Murcia guardó el botín
como ladrón que se esconde en la sacristía.
El Ayuntamiento, sumiso y callado,
dobla la rodilla ante el poder,
sirviente dócil de un amo ajeno,
traicionando al pueblo que lo eligió.
¿De qué sirven altares y cruces
si la verdad yace enterrada?
¿De qué valen alcaldes y concejales
si desprecian la voz ciudadana?
Cartagena no calla, Cartagena reclama,
la Catedral no es un solar,
es un grito vivo de justicia,
es la memoria que no dejarán enterrar.
Décima de la Catedral expoliada.
Con papeles de mentira,
la Iglesia robó un legado,
y el pueblo quedó engañado
mientras su fe se retira.
Hoy Cartagena suspira
por justicia y dignidad,
y frente a la necedad
del poder municipal,
grita un reclamo inmortal:
¡devuelvan la Catedral!
Manifiesto Poético:
El Trovo de la Catedral expoliada
La Catedral de Cartagena, Santa María la Mayor,
lleva siglos herida por la mentira, el abandono y el expolio.
La Iglesia falsificó su destino, el Ayuntamiento le da la espalda,
y el pueblo, digno y valiente, sigue reclamando lo que es suyo.
Que estas décimas resuenen como un canto de justicia,
como un grito que no podrán silenciar.
I
Con engaños y papeles
se llevaron nuestro altar,
quisieron desdibujar
las raíces más fieles.
Aunque ocultaron los fieles
con su fraude criminal,
Cartagena es catedral,
historia que no se esconde,
y el clamor siempre responde:
¡justicia para este mal!
II
La Iglesia calla y traiciona,
niega lo que le conviene,
su palabra ya no tiene
ni respeto ni corona.
El Obispo que abandona
comete un delito vil,
y el pueblo con fe sutil
sabe quién es responsable:
no hay perdón ni honor que salve
a un silencio tan servil.
III
El Ayuntamiento obedece,
se arrodilla sin pudor,
niega al pueblo su clamor
y su historia desvanece.
Mientras tanto se enriquece
con un “solar” disfrazado,
un teatro mal armado
de cartón y de mentira,
y Cartagena suspira:
“nos han vuelto a haber robado”.
IV
Pero el pueblo no se calla,
Cartagena no se rinde,
y aunque el poder nos deslinde
aún retumba la batalla.
Nuestra voz nunca se acalla,
es memoria, es identidad,
es justicia y dignidad,
es herencia milenaria,
y será lucha diaria
hasta ver la verdad.
V (Remate)
Cartagena alza la voz,
ya no acepta la condena,
su justicia es la cadena
que reclama ante su Dios.
Ni el poder, ni un falso obispo,
ni un gobierno servicial,
pueden tapar la señal
que en la piedra está grabada:
¡la Catedral expoliada
volverá a ser catedral!
Este es el grito del pueblo.
Este es el canto de Cartagena.
La Catedral no es un solar: es nuestra memoria, nuestra fe y nuestra justicia.