El barco fantasma
En las tierras de lo que un día fue Mastia, en un tiempo ya olvidado, se cuenta la leyenda de un amor prohibido y un destino marcado por la tragedia. La historia comienza con un noble de corazón valiente, Luis Garre, cuya mirada se posó un día sobre la bella doña Leonor de Ojeda. Ella, de gracia sin par y ojos como estrellas, era hija del alcaide del imponente Castillo de la Concepción. Sin embargo, su corazón ya había sido prometido a don Carlos Laredo, un morisco de oscuros secretos.
Don Carlos, un hombre que caminaba entre dos mundos, mantenía su verdadera fe oculta tras una máscara de devoción cristiana. Pero Luis, en su amor por Leonor y en su celo por la verdad, descubrió la falsedad de don Carlos. Con palabras de fuego y pruebas irrefutables, llevó al morisco ante los ojos inquisidores de la Iglesia. La sentencia fue implacable y cruel: don Carlos Laredo fue condenado a la hoguera, consumido por las llamas ante los ojos de una sociedad temerosa.
El tiempo pasó, pero las heridas del alma no cicatrizan fácilmente. Dos años más tarde, en una noche envuelta en misterio, la hermana de don Carlos, movida por la sed de venganza, se encontró con Luis Garre. Bajo el manto de una falsa reconciliación, le ofreció una copa de vino envenenado con un somnífero. Luis, confiado y sin sospechas, cayó en un profundo sueño. Fue entonces cuando la hermana del fallecido, con la ayuda de fieles aliados, trasladó su cuerpo inconsciente a una galera amarrada en las oscuras aguas del puerto.
Al despertar, Luis se encontró en un laberinto de madera y velas, perdido en un mar de confusión y desesperación. En su frenética búsqueda de escapar, tropezó y su antorcha cayó sobre un montón de telas secas. En un abrir y cerrar de ojos, el fuego se apoderó de la galera, convirtiéndola en una infernal trampa de llamas y humo. Luis, atrapado en su propio destino, pereció en el incendio, su grito final perdido en el estruendo del fuego.
Desde entonces, cada año, cuando el calendario marca el 15 de agosto, una densa niebla cubre el mar cerca del Castillo de la Concepción. Y en esa bruma espesa, los pescadores y marineros juran ver la silueta de una galera en llamas, navegando sin rumbo. Dicen que es el espíritu de Luis Garre, condenado a vagar por siempre en su prisión de fuego y cenizas, un recordatorio eterno del precio de la pasión y la venganza.
Así, la leyenda del barco fantasma se convierte en una historia contada de generación en generación, un susurro en las noches de agosto, un escalofrío que recuerda que en las profundidades del amor y del odio, arden fuegos que ni el tiempo ni el olvido pueden extinguir.
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Bonito
Preciosa historia.
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