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JOSÉ RUIPÉREZ PERAGÓN: EL VERSO QUE CARTAGENA NO DEBE OLVIDAR

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PorJosé Antonio Martínez Pérez

2 de agosto de 2025
Solo tardarás 4 minutos en leerlo.

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Hay hombres que se hacen un hueco en la historia por el ruido que generan, y otros que lo hacen por el silencio que llenan. José Ruipérez Peragón fue de los segundos: de esos que, sin estridencias, supieron hablarle al alma de su pueblo con la sencillez de quien se sabe parte de él. Y Cartagena, tan olvidadiza a veces, no puede ni debe pasar por alto la figura de quien fue llamado, con justicia y cariño, el poeta del pueblo.

Un cartagenero de raíz

Nacido en la plaza de la Merced un 4 de abril de 1919, José Ruipérez respiró desde niño los aromas de la ciudad antigua: los rezos del barrio universitario, el bullicio de las cofradías, el salitre del puerto y el paso pausado de la vida cartagenera. Vivió en un tiempo en que Cartagena aún se explicaba por sus gentes y no por sus presupuestos.

Oficial de la Maestranza de la Armada, como tantos hombres honestos de su generación, encontró pronto en la radio una forma más honda de servicio. Desde 1951 hasta 1971, su voz y sus letras dieron forma al espíritu de la ciudad en los micrófonos de Radio Juventud y Radio Nacional de España.

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Verso con acento cartagenero

Ruipérez no fue un poeta cualquiera. Fue un artesano de la emoción popular. Dominaba sonetos, décimas, quintillas y versos libres; escribía teatro, zarzuela, cuentos y guiones radiofónicos; pero más allá del género, su obra tenía un norte claro: su gente, su ciudad, su Semana Santa.

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Cartagena fue siempre la protagonista de sus versos. En ellos estaba el pueblo, las calles, el alma cofrade y los silencios de las procesiones. No es casual que uno de sus fragmentos más citados sea este:

“Por eso, nuestro año es solo de dos estaciones: preparar las Procesiones y comentarlas después.”

Y es que él entendía que Cartagena se resume entre el primer redoble y el último aplauso en Santa María. Que nuestra historia pasa por tronos, marchas lentas, flores, sudores y lágrimas que huelen a cera encendida.

Premios sí, pero sin pose

A lo largo de su vida, fue reconocido con numerosos galardones en La Palma, Santa Lucía, Valencia, Madrid, Guadalajara, entre otros. Pero nunca hizo alarde. Para él, el mayor premio era poder recitar sus versos en voz alta, entre paisanos, y que alguien se le acercara a decirle “eso que tú has escrito, lo he sentido yo“.

José Ruipérez era de esos escritores que escribían para que lo entendiera su madre, su vecino, su tendero, el camarero de la plaza, el nazareno que espera bajo la lluvia. Es decir, para todos.

El pueblo como patria literaria

Hoy, con tanto escritor de escaparate y tanto título de plástico, es necesario reivindicar figuras como la suya, hechas de tierra, de pueblo, de vocación honda. Su literatura era compromiso, belleza sencilla y memoria compartida.

Él no buscó figurar en los salones literarios ni tener su nombre en bronce, pero sí supo tallar su alma en el corazón de quienes lo escuchaban. Y eso, amigo lector, es más duradero que cualquier estatua.

Poema-Homenaje

A José Ruipérez Peragón

Por Kchi

 

Verso eterno en Cartagena

 

En la plaza donde el alba se derrama

sobre el lago de la Merced dormida,

nació un hombre de palabra encendida,

con el alma prendida a su Cartagena amada.

 

No llevó coronas ni bufanda de poeta,

ni alzó la voz en foros rimbombantes;

le bastó una pluma entre sus guantes

y el susurro del pueblo como meta.

 

Entre tronos, tambores y capuces,

donde el incienso el tiempo adormecía,

él tejía en los márgenes del día

las procesiones que hacen de luz las cruces.

 

Verso a verso, como un fiel artesano,

puso rostro a lo que el pueblo calla:

la emoción de una lágrima en la talla,

la pasión que recorre cada hermano.

 

No buscó fama, ni calles con su nombre,

ni estatuas de mármol junto al puerto,

pero Cartagena —con su pecho abierto—

lo guarda como se guarda a un hombre.

 

Porque hay poetas que escriben papeles

y hay quienes escriben los corazones,

y el suyo aún late en las estaciones

que separan las flores de los claveles.

 

Gracias, José, por darnos tu mirada,

por vestir nuestra historia con ternura,

por tu verbo hecho manto y armadura,

y tu Cartagena, siempre, retratada.

 

Legado vivo

Nacimiento: Cartagena, 1919

Profesión: Oficial de Maestranza / Redactor de radio

Obra: Poesía, narrativa, teatro, zarzuela, radio

Premios destacados: Juegos Florales de La Palma, Juegos Jacobeos, Flor Natural, Antorcha del Humor, Alforjas para la Paz…

Temática recurrente: Cartagena, Semana Santa, el pueblo, las emociones cotidianas

Estilo: Cercano, popular, con musicalidad y alma

Porque algunos hombres se escriben con mayúsculas

José Ruipérez Peragón no fue solo un poeta. Fue un faro discreto en mitad de una Cartagena que a veces olvida a sus mejores hijos. Su vida fue un ejemplo de entrega, sensibilidad, humildad y compromiso.

Y aunque su voz se apagó en julio de 2002, su palabra sigue latiendo en cada trono, en cada esquina, en cada madrugada cartagenera. Porque él no necesitó monumentos: le bastó escribir versos que olían a barrio y a flor de cuaresma.

Y eso, amigo mío, no se olvida nunca.

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