Cuenta la leyenda que todo comenzó en un humilde bar de Cartagena, donde un grupo de marineros solía reunirse para tomar el aperitivo. Un día, uno de ellos llegó tarde, cuando sus compañeros ya habían acabado la ensaladilla rusa, plato estrella del lugar. El rezagado pidió algo rápido para llevar, y el ingenioso camarero, decidido a complacerle con humor, colocó una generosa porción de ensaladilla sobre una crujiente rosquilla de pan y añadió una anchoa en salazón encima, diciéndole: “Toma, marinero, tu marinera”. Aquella improvisada creación sería el punto de partida para una tapa que se convertiría en leyenda.
Desde entonces, la marinera es indiscutiblemente cartagenera. Aunque ha cruzado fronteras y es símbolo gastronómico en toda la región, nunca nadie discute, o debería discutir, que su cuna fue la ciudad bañada por el Mediterráneo: Cartagena. Este bocado, sencillo pero irresistible, consiste en una rosquilla crujiente cubierta de ensaladilla rusa adaptada al paladar local: patata cuidadosamente picada, huevo duro, abundante atún en conserva y sabrosos encurtidos mezclados con una cremosa mayonesa. Encima, una fina anchoa en salazón remata con fuerza marina este delicioso manjar.
La rosquilla alargada de pan, seca y crujiente es clave para que la marinera no se desmorone al primer bocado. Su forma perfecta permite sostener la ensaladilla sin humedecerse demasiado rápido, haciendo que cada mordisco sea una auténtica experiencia sensorial. Y aunque la receta base sea conocida, en Cartagena cada bar guarda celosamente sus trucos para conseguir la marinera ideal, lo que genera divertidos debates entre locales sobre dónde probar la mejor versión.
Además, esta tapa dio lugar a otras variantes igual de apreciadas por el público cartagenero. Está el “marinero”, que sustituye la anchoa por un suave boquerón en vinagre; la “bicicleta”, ideal para quienes prefieren prescindir del pescado; y el simpático “matrimonio”, que combina anchoa y boquerón juntos sobre la ensaladilla, uniendo así lo mejor de ambos mundos.
La marinera trascendió rápidamente las calles de Cartagena hasta convertirse en un fenómeno gastronómico regional e incluso nacional. Su popularidad se debe a la sencillez equilibrada de sus sabores: el cremoso frescor de la ensaladilla contrasta perfectamente con la salazón marina de la anchoa y la textura crujiente del pan. En cada rincón del sureste español, turistas y locales la piden como un imprescindible del tapeo, buscando saborear ese bocado que lleva consigo la esencia del mar y la tradición cartagenera.
Hoy, la marinera es mucho más que una tapa: es patrimonio gastronómico de Cartagena, símbolo indiscutible de la cultura del tapeo mediterráneo y motivo de orgullo local. Un delicioso invento cartagenero que, desde un simple guiño humorístico en un bar portuario, ha logrado conquistar paladares mucho más allá de su ciudad natal.

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