Hoy es sábado veinticuatro de febrero y la luna está en su plenilunio, o lo que es lo mismo, está llena completamente. Esto quiere decir que con la próxima luna llena que veamos vendrá acompañada de la Semana Santa, ya que será la primera luna llena de la venidera primavera.
Bajo la luz de la primera luna llena de primavera veremos la procesión del Domingo de Ramos, pero nuestra Semana Santa, la de Cartagena, habrá empezado en la madrugada del viernes de Dolores, siendo la primera procesión, la del Socorro, la primera en salir en España en la semana de Pasión.
Y con la Semana Santa llega las ganas de salir a disfrutar de la ciudad, de sus marciales desfiles pasionales, de sus calles y de sus bares. Disfrutar de nuestro tapeo, de nuestro clima, de nuestra historia y sus vestigios que la hacen verdadera.
Cada vez los días se alargan más e invitan al paseo, el olor floral de los tronos cartageneros se mezcla con el del mar, siempre presente en nuestro centro. El murmullo intenso de un sinfín de personas agolpadas en la puerta de la iglesia de Santa María desaparece mientras va surgiendo a una sola voz el canto de nuestra Salve a la Virgen.
Vuelan las láguenas y los reparos en las pocas tabernas que aún se conservan en las calles del centro. Bodegas y tabernas que fueron desapareciendo poco a poco con el paso de los años.
Y es cuando te das cuenta de que hacen falta más locales de los de entonces, de que echas de menos el olor a pulpo y a chopitos de algunas calles que ahora huelen a hamburguesa con queso y patatas con todo tipo de salsas.
A veces nos apetece, por el centro, tomar un buen plato de michirones junto a unas patatas con ajo en la barra, pero ya es casi imposible. A lo largo del tiempo han ido desapareciendo los locales de toda la vida, los que servían un buen plato de callos picantes para que tuvieras que pedirte otra caña. Aquellos bares con solera cuyas paredes contaban historias de tiempos pasados.
Cada vez que pasamos por calles como la de San Fernando y vemos tantos bajos comerciales con carteles naranjas que ofrecen en alquiler el local, no podemos evitar pensar en qué diferente sería la calle si estuviera llena de pequeños bares donde el tapeo reinase a sus anchas y que, durante la Semana Santa, la calle estuviera bulliciosa y el quinto de cerveza supiera a gloria entre el retumbar de los tambores de un tercio cualquiera que desfila a paso marcial por la calle del Parque.
Sin embargo, las cosas son muy distintas y la calle, cada vez más triste, permanece cuasi vacía, aunque haya algún atisbo de luz en ella y algún bar con encanto, donde las croquetas son un arte, continúa en solitario su gran labor de ofrecer al público una propuesta gastronómica atractiva e interesante.
Normalmente, con la cercanía de las Semana Santa, nuevos locales dedicados a la hostelería abren en la ciudad, aprovechando el tirón de las fiestas. Con suerte, algún empresario se haya percatado del potencial de la calle San Fernando como posible calle del tapeo y empecemos a ver ocupados todos los locales que permanecen cerrados.
Pase lo que pase en un futuro, el centro de Cartagena seguirá llenándose durante la semana de pasión y los bares harán su particular agosto. Nosotros, seguiremos tomando un buen reparo en los bares del centro, si hay nuevos, mejor que mejor.
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