El 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, nos invita a reflexionar sobre los avances y retos en la construcción de una sociedad verdaderamente inclusiva. Durante las últimas décadas, hemos presenciado un progreso significativo en la eliminación de barreras arquitectónicas. Las ciudades han adaptado sus calles, edificios públicos y comercios para facilitar el acceso y la movilidad de personas con discapacidad física, promoviendo su autonomía y participación en la vida cotidiana. Esta transformación no solo simboliza el respeto a los derechos fundamentales, sino que también refleja el compromiso de nuestras comunidades por garantizar la igualdad de oportunidades.
Sin embargo, a pesar de estos logros, es imperativo dirigir nuestra atención a una realidad menos visible pero igualmente urgente: las discapacidades psicosociales e intelectuales. Estas condiciones, que no se manifiestan de manera evidente, requieren una sensibilidad y preparación que trascienda las soluciones estructurales. Surge, entonces, una pregunta fundamental: ¿estamos realmente preparados para atender a este colectivo?
Retos en la atención a las discapacidades no visibles
Las discapacidades psicosociales e intelectuales afectan la capacidad de las personas para interactuar, comprender y adaptarse a su entorno, generando barreras sociales que no siempre son percibidas ni atendidas. Aunque los servicios públicos han comenzado a incluir protocolos para abordar estas necesidades, queda un largo camino por recorrer. La formación y adaptación de los empleados públicos resulta esencial, especialmente en los servicios municipales, que constituyen el primer contacto entre los ciudadanos y la administración.
No se trata solo de diseñar espacios más accesibles, sino de construir una sociedad capaz de entender, acompañar y apoyar a quienes enfrentan estos desafíos. Esto implica dotar a los profesionales de herramientas específicas para identificar y abordar situaciones complejas, promover la empatía y derribar prejuicios profundamente arraigados. La formación en competencias emocionales y técnicas debe ser una prioridad para garantizar una atención efectiva, humana y digna.
Barreras psicológicas: el desafío de la sociedad
Además de las barreras estructurales, subsisten barreras psicológicas que dificultan la plena inclusión de las personas con discapacidades no visibles. Estas barreras se reflejan en actitudes de incomprensión, estigmatización o indiferencia, que a menudo generan un aislamiento mayor que el que imponen las propias condiciones de las personas afectadas.
Es crucial, por tanto, promover campañas de sensibilización que fomenten una cultura de respeto y aceptación. La educación juega aquí un papel central, desde las etapas más tempranas, para inculcar valores de solidaridad, diversidad e inclusión. No se trata únicamente de ayudar, sino de integrar, de garantizar que todas las personas, independientemente de sus capacidades, puedan participar plenamente en la sociedad.
Un llamado a la acción
Reconocer los avances logrados no debe llevarnos a la complacencia. Por el contrario, es necesario asumir los retos pendientes con decisión y compromiso. La discapacidad, en cualquiera de sus formas, no define el valor de una persona. Es nuestra responsabilidad, como sociedad, adaptar nuestras estructuras, servicios y actitudes para garantizar el bienestar y la dignidad de todos.
En este Día Internacional, celebremos los logros alcanzados, pero también redoblemos nuestros esfuerzos para construir un mundo más inclusivo. Porque la verdadera inclusión no consiste únicamente en eliminar barreras físicas, sino también en derribar las barreras invisibles que nos impiden ver y valorar la riqueza de la diversidad humana.
José Antoni Martínez Pérez
Kchi.
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