I. UNA TIERRA QUE HABLA POR SÍ SOLA
El Campo de Cartagena no es un invento de mapas ni un capricho político: es una comarca natural definida por la geografía, la historia y el alma de su gente.
Una vasta llanura que se extiende entre las sierras de Carrascoy y La Muela, el Mar Menor y el Mediterráneo, con una identidad milenaria reconocida desde Roma como el Campus Spartarius.
En su corazón laten Cartagena y sus pueblos: La Palma, Pozo Estrecho, La Aljorra, Torre Pacheco, Fuente Álamo, Los Alcázares, La Unión… y también, aunque los despachos intentaron negarlo, Lobosillo, Los Martínez del Puerto, Corvera, Gea y Truyols, Valladolises y Baños y Mendigo, hoy bajo la administración de Murcia, pero cartageneros por historia, cultura y sentimiento.
Décima
No hay muralla ni frontera
que al Campo pueda encerrarlo,
ni decreto que borrarlo
consiga de su bandera.
Es su voz la verdadera,
la que el mar nunca traiciona,
la que en su llano razona
y en su trovo se declara:
“El Campo no se separa,
aunque el mapa lo abandona.”
II. EL SIGLO DEL DESPOJO
Todo comenzó con la división provincial de 1833, cuando el ministro Javier de Burgos dibujó los límites sin atender a la realidad natural.
Cartagena, ciudad portuaria, industrial y militar, fue privada de su derecho histórico a ser capital, y subordinada a Murcia. Pero el golpe final llegó en 1847, con la fijación de los términos municipales:
Murcia saltó la Sierra de Carrascoy —frontera natural y milenaria— para apoderarse de las tierras del Campo de Cartagena, incorporando Lobosillo, Los Martínez del Puerto, Corvera, Valladolises, Gea y Truyols y Baños y Mendigo.
Una decisión sin sentido físico ni moral, dictada con una pluma al servicio del poder.
Décima
Fue un mapa lo que mató
la verdad de la llanura,
y en nombre de la “estructura”
el robo se consumó.
Mas el Campo no olvidó,
su raíz ni su bandera,
ni su voz trovera entera,
que aunque el papel lo divida,
no se cambia ni se olvida
la verdad de su frontera.
III. LAS TIERRAS Y SUS FAMILIAS
Antes del despojo, estas tierras pertenecían a familias cartageneras que dieron forma a la comarca: los Maestre, Riquelme, Alfaro, Calín, Pedreño, Servet, Llagostera, Rubio, Cervantes y Moreno, entre otros.
Sus haciendas, molinos y ermitas estaban ligadas a la economía y administración de Cartagena, no a la capital del Segura.
Los jornaleros de Lobosillo vendían en Pozo Estrecho, los de Gea y Truyols en La Palma, los de Corvera en Los Puertos de Santa Bárbara.
Sus bautizos se registraban en parroquias cartageneras y sus mercancías salían por el Puerto de Cartagena.
Décima
Del Riquelme al Maestre,
del Alfaro al Servet,
su huella firme se ve
desde el llano hasta el ciprés.
Ni el abuso ni el revés
borraron su geografía,
pues la tierra todavía
guarda nombres de su historia,
y proclama su memoria
con voz de sabiduría.
IV. LOBOSILLO: EL PUEBLO CARTAGENERO BAJO BANDERA AJENA.
Lobosillo nació como una aldea agrícola del Campo.
Sus casas blancas, su ermita y sus norias fueron levantadas por manos que miraban a Cartagena.
En 1847 fue traspasada a Murcia sin consulta popular.
Aún hoy, sus vecinos comercian, estudian y trabajan en la comarca cartagenera, y sienten su pertenencia natural a ella.
Décima
Lobosillo, campo bravo,
te robaron con plumazo,
y aunque firme aquel zarpazo
el decreto no fue esclavo.
Sigues libre, noble y bravo,
del Campo y su identidad,
con tu gente y su verdad,
labradores de ternura,
que soportan la impostura
de una falsa autoridad.
V. LOS MARTÍNEZ DEL PUERTO: LA PUERTA DEL CAMPO.
Nacido de una familia de hacendados, este enclave fue paso de arrieros entre Cartagena y Murcia.
Dependía del Concejo de Cartagena hasta que fue absorbido.
Su identidad campesina sigue viva, mirando al sur y no al norte.
Décima
En el llano del arriero,
la venta fue su destino,
y el pueblo, fiel campesino,
se hizo campo verdadero.
Mas un trazo traicionero
lo cambió de corazón,
y aunque cambió su padrón,
no cambió su fe ni acento,
porque el alma y el cimiento
siguen siendo del Campo, ¡sí señor!
VI. CORVERA: LA SIERRA HERIDA.
Corvera se alza al pie de la Sierra de Carrascoy, límite natural entre la huerta y el campo.
Sus campos fueron cultivados por familias cartageneras y sus caminos conducían al puerto y a los pueblos del sur.
Hoy es símbolo de una frontera artificial que nunca existió en la vida real.
Décima
Corvera, madre del viento,
guardiana de la montaña,
que soporta la patraña
de un mandato sin cimiento.
Si la ley niega tu acento
y te pone otro estandarte,
tú respondes con tu arte
de labranza y poesía:
ningún trazo borraría
tu alma ni tu baluarte.
VII. GEA Y TRUYOLS: EL LINAJE DEL CAMPO.
El nombre proviene de las familias Gea y Truyols, con casa en Cartagena.
Esta pedanía conserva el eco de un linaje cartagenero que dejó su apellido grabado en el territorio.
Su tierra es de esparto, cereal y memoria.
Décima
Gea y Truyols, noble estirpe,
del Campo vino tu historia,
y aunque cambien tu memoria,
tu raíz nadie la quite.
Que el linaje que te inscribe
fue de Cartagena pura,
y si hoy la usura te oscura,
el sol del sur te ilumina,
porque en tu arena camina
la verdad de tu espesura.
VIII. VALLADOLISES Y BAÑOS Y MENDIGO: EL SUR DEL ABUSO
Ambas localidades formaron parte del entramado rural del Campo.
Baños y Mendigo, lugar termal desde Roma; Valladolises, heredad agrícola de los Riquelme y Moreno.
Murcia se quedó con ellas como quien corta una tela sin mirar el dibujo.
Décima
Baños, tierra medicinal,
de romanos y labriegos,
tus aguas fueron sosiegos
del Campo universal.
Valladolises, igual,
entre trigales dorados,
hoy vives despojados
del nombre que te vio nacer,
mas el Campo te ha de ver
volver a sus lados.
IX. CENTRALISMO Y DESPRECIO
A la usurpación territorial le siguió el acaparamiento del poder.
Murcia se reservó la universidad, los juzgados, los archivos, las sedes regionales y los fondos públicos, dejando a Cartagena y su comarca en un papel secundario.
Todo pasaba —y pasa— por la capital, aunque la riqueza, el puerto y el trabajo estén en el sur.
Décima
Desde el aula al ministerio
todo pasa por la acequia,
y en su trono Murcia enrecia
su centralismo funéreo.
Mas el Campo, en cautiverio,
no se pliega ni se entrega,
que en su voz el alma ruega
y en su trovo se revela:
“¡Cartagena sigue entera,
aunque el mapa la desmiembra!”
X. LA VERDADERA COMARCA NATURAL
El Campo de Cartagena se extiende desde Carrascoy hasta el mar, y desde Mazarrón hasta Pilar de la Horadada.
Comprende los municipios de Cartagena, La Unión, Fuente Álamo, Torre Pacheco, Los Alcázares, San Javier, San Pedro del Pinatar y los territorios usurpados.
Su identidad no la dicta la ley, sino la tierra, la historia y su gente.
Es una comarca con cuenca hidrográfica propia, dialecto propio, folclore propio, y estructura socioeconómica diferenciada.
Décima
Ni el río, ni la montaña,
ni el mar cambian su verdad,
el Campo es una unidad
que el alma nunca engaña.
Y si el papel la desdeña,
será el tiempo su abogado,
porque nada está olvidado
ni el robo fue bendecido:
el que niega lo vivido
se condena a su pasado.
XI. EL DERECHO A EXISTIR: LA COMARCA COMO ENTIDAD LEGAL
Ha llegado el momento de que el Campo de Cartagena sea reconocido legal y administrativamente como lo que siempre ha sido:
una comarca natural con identidad propia.
Es una cuestión de justicia territorial, de equilibrio y de respeto a la historia.
La comarca debe constituirse como entidad de gestión comarcal, con sede en Cartagena y competencias en ordenación del territorio, patrimonio, cultura, turismo, medio ambiente y desarrollo rural.
Debe recuperar los pueblos usurpados, devolviendo su administración a los municipios de la comarca para que los gobiernen quienes los conocen y los sienten como propios.
Este reconocimiento no busca dividir, sino reparar una fractura creada por el abuso.
Porque solo reconociendo su entidad, el Campo podrá prosperar unido, visible y respetado.
Décima final
El Campo exige su ley,
su comarca y su gobierno,
que el robo no sea eterno
ni la historia un vaivén.
Que el mar y el llano estén
bajo el mismo pensamiento,
y el justo reconocimiento
devuelva lo que es verdad:
la natural identidad
del Campo y su fundamento.
XII. EPÍLOGO: LA VOZ QUE NO SE CALLA.
No hay silencio que entierre una verdad sembrada en siglos. La Comarca Natural del Campo de Cartagena es una nación de paisajes, de memoria y de gente noble,
que resiste bajo el peso del olvido y la usurpación. Pero su voz sigue viva en el viento del Llano del Beal, en el trovo de La Palma, en los molinos de Pozo Estrecho, y en las manos que labran Lobosillo y Corvera. Murcia podrá escribir leyes, pero el Campo escribe historia. Y la historia, cuando es justa, siempre acaba devolviendo a cada tierra lo que le pertenece.






