lunes, noviembre 17, 2025

El Mercado Medieval de Cartagena se nos va a finales de noviembre por una mala previsión de eventos

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Cada otoño, Cartagena hace un pequeño experimento con el tiempo: durante un fin de semana, el casco histórico deja de ser solo un escenario de terrazas, tiendas y turistas para convertirse en una villa medieval de puestos, pendones de colores y olor a pan recién horneado. Es el Mercado Medieval de Cartagena, una cita que, a fuerza de repetirse, se ha ganado un hueco propio en la memoria sentimental de la ciudad.

Durante años, los cartageneros han aprendido a leer el calendario casi sin mirarlo. Sabían que, cuando el aire empezaba a refrescar y las tardes se acortaban, unos días después llegaría el turno de juglares, cetreros y artesanos. En 2022, el mercado se celebró del 11 al 13 de noviembre, con más de un centenar de puestos repartidos por las calles del casco antiguo. En 2023, la ciudad repitió en torno al segundo fin de semana del mes, del 10 al 12 de noviembre, llenando de vida la Plaza de la Merced, la calle Duque, San Ginés, San Francisco o Cuatro Santos. En 2024, la cita volvió a la primera mitad del mes, del 8 al 10 de noviembre, consolidando una pauta clara: el Mercado Medieval era, sencillamente, “lo de principios de noviembre”.

Quien se acercaba esos días al centro encontraba un paisaje ya familiar: telas de colores cruzando las calles, escudos heráldicos improvisados y el sonido de gaitas, dulzainas o tambores marcando el paso de comparsas y pasacalles. Los más de cien puestos ofrecían desde quesos y embutidos artesanales hasta cerámica, joyería, cuero o jabones naturales, además de tabernas que llenaban de humo y especias las esquinas más emblemáticas del casco histórico. Las familias se detenían frente a los talleres de oficios antiguos, los niños miraban fascinados a los halcones en los espectáculos de cetrería y más de un visitante descubría plazas y callejones que el resto del año pasan desapercibidos. El Mercado Medieval tenía, precisamente, esa virtud: obligaba a recorrer la ciudad a pie, sin prisas, redescubriendo su trazado histórico.

Sin embargo, este 2025 el cuento cambia de página. El Mercado Medieval de Cartagena se celebrará del 28 al 30 de noviembre, el último fin de semana del mes, rozando ya el inicio de diciembre y la campaña navideña. Al mismo tiempo, la organización pasa a manos de la empresa cántabra Rivendel Mercados, que asumirá el evento durante al menos tres años. El cambio no es solo de gestión, también de lógica: después de varias ediciones encajadas de forma estable en la primera mitad de noviembre, desplazar el mercado a finales de mes rompe la costumbre que la ciudadanía tenía interiorizada y lo empuja a competir en un terreno más complicado, cuando la atención ya empieza a girar hacia las luces, los belenes y las actividades propias de la Navidad.

Más allá de cualquier explicación formal, el movimiento de fechas deja una sensación difícil de ignorar: el calendario cultural de noviembre no se ha planificado con la previsión necesaria. Encajar un evento tan visible y tan querido como el Mercado Medieval al borde de diciembre transmite la impresión de que la ciudad va parcheando fechas sobre la marcha, tratando de no pisarse unos actos con otros, pero consiguiendo justo lo contrario en la percepción de muchos vecinos: fines de semana con sensación de saturación y otros sorprendentemente vacíos. En resumen, este retraso del mercado es el síntoma claro de una mala previsión de eventos en la ciudad durante noviembre, que descompensa el mes y debilita la coherencia de la programación otoñal.

Lo que está en juego no es solo el encanto de un mercadillo pintoresco. Para muchos comercios del centro, el Mercado Medieval supone uno de esos fines de semana que ayudan a sostener meses más flojos. Para Cartagena, es también una oportunidad de proyectar una imagen viva y acogedora en temporada baja, cuando el turismo es más escaso y cada actividad cuenta. Mover esta cita a finales de noviembre, con la Navidad a la vuelta de la esquina, corre el riesgo de diluir parte de ese efecto y de convertirla en una pieza más dentro de un puzle mal ordenado.

Queda por ver cómo responderá el público al nuevo encaje y qué sello imprimirá la nueva empresa organizadora. Pero hay algo que sí se puede reclamar desde ya: una planificación de eventos más coherente, anticipada y pensada en conjunto, que no trate el calendario cultural como una suma de citas sueltas, sino como un relato que acompaña a la ciudad durante todo el año. Porque, al final, muchos cartageneros solo quieren algo muy sencillo: saber que, cuando llega noviembre, encontrarán su ciudad vestida de medievo en las fechas de siempre, y sentir que detrás de las banderolas, los puestos de artesanía y la música de calle hay una organización a la altura del cariño que este mercado se ha ganado en la vida cotidiana de Cartagena.

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