Cuando los días comienzan a hacerse más largos y el calor llega para quedarse, en las mentes de todos crecen los planes para los días de verano. Una pregunta monopoliza las conversaciones – ¿Dónde vas a ir de vacaciones?
En mi caso la respuesta es fácil – A mi tierra- La única ventaja de vivir fuera de Cartagena es que puedes volver a ella en vacaciones. Tengo un destino turístico inigualable que me espera para abrazarme con toda su esencia. Historia y tradición, calas escondidas, puerto protector, playas de arena infinita, atardeceres de ensueño. Y si a ello añadimos una gastronomía enriquecida por culturas milenarias y acariciada por el mar, no hay parangón.
No es de extrañar que desde algunos lugares de tierra adentro nos intenten robar algunos de nuestros platos, somos un pueblo de mar, estamos acostumbrados a piratas.
Y es que el caldero no sabe igual si lo tomas lejos del mar que le da su alma, o los salazones que romanos y fenicios nos trajeron. Por no hablar del pulpo, en muchas versiones, pero en especial a la cartagenera. Recuerdo de pequeña que las calles del centro de Cartagena estaban salpicadas de pulperías y cómo su aroma a vinagre y limón se convertía en canto de sirena. ¡Quién pudiera retroceder en el tiempo!
Marineras, malasombras y fronterizos ¿Pero se puede ser más cartagenero?
Conejo al ajo cabañil y michirones. Embutidos del campo de Cartagena. Cordiales y exploradores… Y para acabar un asiático. Cartagenero 100%.
Así que cuando preguntan – ¿Dónde vas a ir de vacaciones? Sonrío y respondo – A Cartagena, ¿dónde si no?
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Magnífico artículo sobre Cartagena y sus muchas delicias gastronómicas