Hay decisiones administrativas que, sin levantar grandes titulares, dicen mucho de la ciudad que se quiere construir. Cartagena vuelve a mirar a su casco histórico no como un problema heredado, sino como una oportunidad pendiente. El próximo viernes, 26 de diciembre, se cierra el plazo para presentar ofertas en la subasta pública de doce solares sin edificar situados en el corazón histórico de la ciudad. Doce espacios vacíos que, más que huecos urbanos, son silencios prolongados a la espera de una voz nueva.
La licitación, tramitada por procedimiento abierto y con el mejor precio como único criterio de adjudicación, se enmarca dentro de la Estrategia Municipal de Vivienda, una hoja de ruta que busca algo tan sencillo y a la vez tan complejo como devolver la vida residencial al centro. No se trata solo de construir viviendas, sino de recomponer un tejido urbano que durante décadas ha sufrido abandono, expectativas frustradas y proyectos que nunca llegaron a materializarse.
Construir en el casco histórico de Cartagena nunca ha sido una tarea convencional. Bajo cada solar late la posibilidad de encontrar restos arqueológicos, vestigios de una ciudad que se ha levantado capa sobre capa durante más de dos mil años. Lejos de ignorar esta realidad, el Ayuntamiento ha decidido afrontarla con una fórmula poco habitual: ayudas directas para la realización de excavaciones arqueológicas y compensaciones en edificabilidad cuando la conservación de esos restos así lo exija. Patrimonio y desarrollo dejan de ser conceptos enfrentados para compartir una misma ecuación.
La alcaldesa, Noelia Arroyo, ya lo adelantó: esta subasta es una herramienta para favorecer la construcción de nuevas viviendas y atraer inversión privada a una zona que cuenta, además, con una bonificación del 90 % en el Impuesto de Construcciones y con líneas de ayuda específicas. Incentivos claros para quienes estén dispuestos a mirar el casco histórico no con temor, sino con visión a medio y largo plazo.
El concejal de Patrimonio y Vivienda, Pablo Braquehais, lo ha resumido sin rodeos: la dinamización de los solares del casco histórico es una pieza clave para su recuperación. Y no le falta razón. Cada solar que se activa es una grieta menos en la imagen de abandono y una posibilidad más de que regresen vecinos, comercios y vida cotidiana. La existencia de ayudas municipales para las excavaciones arqueológicas pretende disipar uno de los grandes miedos del promotor privado: que la protección del patrimonio se convierta en una carga económica inasumible.
El mensaje es claro y, esta vez, viene acompañado de garantías. Invertir en el casco histórico de Cartagena ya no es una aventura incierta, sino una apuesta respaldada por unas bases municipales que asumen que conservar el pasado no debe hipotecar el futuro. Ahora la pelota está en el tejado de los inversores. Doce solares esperan. Y con ellos, la posibilidad de que el centro histórico deje de ser una promesa recurrente y empiece, por fin, a ser una realidad habitable.









