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Crónicas de un Pueblo. -Entre la gloria y el olvido: la historia de Islas Menores, Mar de Cristal, Playa Honda y Playa Paraíso.

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El litoral sur del Mar Menor, ese rincón cartagenero que guarda entre sus arenas la memoria de veraneos, fiestas y sueños estivales, ha vivido una historia tan intensa como contradictoria: de la tranquilidad de un paisaje casi virgen, al boom turístico de los años sesenta, de la época dorada de salas de fiesta como La Dama de Oro, hasta el declive actual marcado por la contaminación y el desinterés de los visitantes.

Los orígenes: cuando la ribera era refugio.

Durante siglos, las playas de Islas Menores, Mar de Cristal, Playa Honda y Playa Paraíso apenas eran utilizadas por pescadores y campesinos que bajaban desde el Campo de Cartagena. La inseguridad de la costa, azotada por incursiones berberiscas, y la falta de infraestructuras, retrasaron los asentamientos permanentes.

Fue a partir del siglo XVII, con la repoblación alentada por la pujanza de Cartagena como plaza militar y puerto de primer orden, cuando comenzaron a levantarse casas dispersas y barracones de pescadores. Más tarde, ya en el siglo XIX, las Salinas de Marchamalo marcarían el territorio de Playa Paraíso, convirtiéndolo en un enclave productivo y pintoresco.

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El desarrollo moderno: turismo y urbanizaciones.

La auténtica transformación llegó con el desarrollo turístico de los años 60 y 70. El Mar Menor se convirtió en un imán para familias cartageneras y visitantes de toda España. El agua tranquila, cálida y poco profunda, perfecta para niños y deportes náuticos, se convirtió en el mejor reclamo.

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Desplazamiento de Imágenes
  • Islas Menores y Mar de Cristal crecieron con urbanizaciones, paseos marítimos y clubes náuticos.
  • Playa Honda se consolidó con su paseo junto al Mar Menor, siempre llena de familias con neveras, sombrillas y niños correteando.
  • Playa Paraíso, más próxima a las salinas, conservó un aire natural, elegido por quienes buscaban mayor tranquilidad.

Los planes parciales de finales de los 80 y 90 consolidaron este crecimiento urbano, aunque no siempre acompañado de infraestructuras adecuadas de saneamiento y alcantarillado.

El ambiente entrañable de los veranos.

Más allá de las cifras, lo que marcó a toda una generación de cartageneros fue el ambiente familiar que reinaba en estos pueblos ribereños.

Cada verano, familias enteras se trasladaban desde la ciudad a sus apartamentos o segundas residencias en estas playas. Allí se repetía un ritual lleno de vida:

  • Los niños pasaban el día en la orilla, aprendiendo a nadar o montando en colchonetas inflables.
  • Las abuelas preparaban las comidas, y los aromas de michirones, caldero o ensaladas de tomate de la huerta se mezclaban en los patios.
  • Las noches eran para las sillas en la puerta, las conversaciones con los vecinos, las partidas de cartas o dominó, y los niños jugando al escondite hasta bien entrada la madrugada.

 

Era una vida comunitaria, sencilla y auténtica, en la que las vacaciones no eran lujo sino convivencia. Muchos cartageneros forjaron en estas playas amistades que duraron toda la vida, y los veranos se convirtieron en una segunda forma de “hacer barrio”, pero junto al mar.

Época dorada: cuando brillaba la Dama de Oro.

Si hay un símbolo de aquel tiempo de esplendor, fue sin duda la sala de fiestas La Dama de Oro, situada en Islas Menores. Allí desfilaron las grandes voces de la canción española: Julio Iglesias, Raphael, Rocío Jurado, Sara Montiel, Peret…. Era el lugar donde se mezclaban la elegancia del espectáculo y la alegría del verano ribereño.

No había cartagenero que no soñara con una noche en La Dama de Oro. Entre bailes, desfiles de moda y actuaciones estelares, la discoteca se convirtió en un referente del

ocio estival de toda la comarca. Muchos todavía conservan recuerdos de guardarropas llenos, romances de verano y el eco de una música que parecía no tener fin.

El inicio del declive: contaminación y abandono.

Pero el sueño empezó a resquebrajarse. Desde los años 90 se multiplicaron las alertas sobre el impacto de la agricultura intensiva en el Campo de Cartagena, que llegaba con sus nitratos hasta la misma orilla del Mar Menor.

El urbanismo descontrolado, con sistemas de saneamiento mal dimensionados, sumaba vertidos y pluviales que colapsaban en cada temporal. Mientras tanto, las administraciones locales y regionales se pasaban la pelota sin afrontar con firmeza la raíz del problema.

Los episodios de sopa verde en 2016 y la mortandad masiva de peces en 2019 y 2021 se convirtieron en la puntilla: playas cerradas, olores nauseabundos, aguas turbias y el desánimo de miles de vecinos que habían hecho de estos rincones su lugar de veraneo.

Hoy: entre la nostalgia y la reivindicación.

En 2025, las playas de Islas Menores, Mar de Cristal, Playa Honda y Playa Paraíso ya no rebosan familias como antaño. Muchos apartamentos permanecen cerrados, otros se venden a precios muy por debajo de su valor de hace 20 años. Los bares y comercios luchan por sobrevivir a la caída del turismo, mientras las infraestructuras de alcantarillado y saneamiento se reforman con lentitud.

El Mar Menor, que fue un paraíso único en Europa, es ahora símbolo de la negligencia política y la falta de planificación. La incapacidad de frenar la contaminación agrícola y urbana ha dejado cicatrices profundas en el territorio y en la memoria de quienes lo vivieron en plenitud.

Epílogo: memoria de un paraíso perdido.

La historia de estas poblaciones ribereñas es la de tantas costas españolas: del esplendor a la decadencia por la falta de respeto al medio ambiente. Pero en este caso,

la herida es mayor, porque el Mar Menor no es un mar cualquiera: es la laguna salada más grande de Europa, un ecosistema irrepetible.

Hoy, quienes pasean por sus paseos vacíos recuerdan los días de gloria, las noches interminables en La Dama de Oro, y sueñan con que algún día el Mar Menor recupere su esplendor. Porque si algo nos ha enseñado esta historia es que sin cuidar el entorno, no hay turismo, ni riqueza, ni futuro posible.

Poema:

Clamor del Mar Menor

Fuiste espejo de la infancia,

jardín de agua y luz serena,

en tus orillas la vida

era fiesta verdadera.

 

Hoy tus playas están mudas,

el verano ya no llega,

y en tus fondos se amontonan

las promesas que se quiebran.

 

¿Dónde estabais, Ayuntamiento,

cuando el lodo se extendía,

cuando el sueño se moría

bajo el verde del tormento?

 

¿Dónde estabas, Región muda

Comunidad sin compromiso,

que dejaste en el abismo

la laguna más fecunda?

 

Hoy te alzamos, Mar Menor,

como herida que reclama,

como pueblo que no olvida

ni perdona tanta infamia.

 

No queremos ya disculpas,

ni excusas en cada pleno:

queremos hechos y empeño,

recuperar lo que es nuestro.

 

Que el Ayuntamiento empiece,

que la Región continúe,

y que juntos restituyan

el paraíso que destruyen.

 

Porque el agua tiene voz,

porque el pueblo tiene historia,

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y quien niegue su memoria

responderá ante su Dios.

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