I. El nombre que el tiempo sembró
Hay vidas que no necesitan estatua, porque están ya sembradas en la tierra. Recuerdos que no se conservan en mármol, sino en el pan, en la espiga, en el olor a huerta que respira el Campo de Cartagena al amanecer.
Entre esos nombres que no aparecen en la plaza, pero sustentan la memoria de la ciudad, se encuentra José Antonio Torres Martínez, industrial cartagenero nacido alrededor de 1880 y fallecido en 1966, vecino de la Calle Mayor, empresario, benefactor silencioso y artífice fundamental en la modernización agrícola del Campo de Cartagena.
Vivió en un tiempo de cambios: cuando el campo luchaba contra la sequía y la fatiga de la tierra, cuando Cartagena se ensanchaba hacia el Almarjal, cuando la ciencia comenzaba a hablar donde antes hablaba únicamente la experiencia. Torres fue el puente entre ambos mundos.
Décima I — Nacimiento y vocación
Creció sin pedir honores
ni medallas ni estandarte,
sabedor de que la vida
es trabajo y es reparto.
Aprendió del sol y el viento
que el sudor también es arte,
y entendió muy pronto el ritmo
de la tierra en cada parte.
A quien da sin hacer ruido
la historia le guarda el nombre aparte.
II. Entender la tierra para poder salvarla
La agricultura del Campo de Cartagena, fértil y orgullosa, estaba amenazada por la pérdida de nutrientes del suelo, por el agotamiento de siglos, por el monocultivo, por la escasez de lluvias.
Torres comprendió algo esencial: La tierra, como el cuerpo, enferma si no es alimentada. Por eso dedicó su vida a la fabricación y distribución de abonos orgánicos y minerales, cuando la palabra fertilidad todavía no estaba ligada a los estudios agronómicos, sino al sentido común del campo.
Sus productos incluían:
Abonos orgánicos: compost vegetal, estiércoles tratados, harinas nutritivas.
Abonos minerales: potasa, fosfatos naturales, nitratos.
Mezclas especiales para: la vid del campo interior, el trigo de las llanuras secas, el olivar de la colina, la huerta cercana al agua.
No vendía simplemente abono. Devolvía la vida al suelo.
Quintilla I — La tierra agradecida
Donde la tierra sufría,
él entregó corazón.
Devolvió la biología
a la raíz y al terrón.
Volvió a cantar la estación.
III. El alcance de su obra agrícola
El impacto de sus abonos fue comarcal y estructural. Llegaron a: Zona Cultivos revitalizados Consecuencias sociales. Torre-Pacheco, Balsicas, Roldán, La Palma, Pozo Estrecho Trigo, vid, almendro Más cosecha → menos hambre → familias permanecen. La Puebla, Los Camachos, El Algar, Campo de Cartagena litoral Tomate, pimiento, patata temprana Reabastecimiento estable de mercados. Huerta de Murcia y Vega Baja de Alicante Cítricos y hortaliza Exportación y comercio creciente. Almería y Granada (parraleras) Uva de embarque Venta a través del puerto de Cartagena
Evitaron el abandono de tierras. Sostuvieron economías familiares. Mantuvieron población en el terruño. La obra de Torres no fue agrícola: fue social.
Décima II — El campo que revive
Regresó la mies dorada
y la viña tuvo flor;
volvió la sombra a la higuera
y el almendro dio esplendor.
La comarca agradecida
le guardó en el interior:
el que da vida a la tierra
merece respeto mayor.
El campo escribió su nombre
en surco, fruto y sudor.
IV. La Casa Torres — C/ Mayor nº 35
Su presencia en la ciudad quedó grabada en su residencia familiar, construida hacia 1917-1922 en la Calle Mayor, obra atribuida al arquitecto Víctor Beltrí. Una casa moderna, elegante y sobria, con tres miradores de madera, vidrieras de colores, y azulejería verde que brilla cuando la tarde cae. Lugar de familia, lugar de orgullo silencioso, lugar de ciudad viva. Hoy sigue en pie.Y respira.
V. La Fábrica del Ensanche (1926) — Calle Ángel Bruna
Pero su gran obra fue la Fábrica de Abonos Orgánicos y Minerales, levantada en 1926 en el Ensanche del Almarjal, uno de los primeros complejos industriales del barrio nuevo. Arco monumental de acceso. Emblema de dos torres. Nave industrial ventilada. Pabellón de oficinas adosado. Proyecto de vallado firmado por Víctor Beltrí. Desde allí partían carros y camiones hacia toda la comarca. Fue pilar económico, hasta su demolición en 1981, desaparecida sin justicia ni memoria. Pero lo que allí se hizo sigue vivo en la tierra.
Quintilla II — La fábrica que no se ve
Ya no queda su fachada,
ni el arco de bienvenida;
pero la tierra, callada,
conserva toda su vida.
Su obra no fue destruida.
VI. Compromiso social y final sereno
Torres colaboró con instituciones de beneficencia, especialmente la Hospitalidad de Santa Teresa. Ayudó como quien respira: sin anunciarlo.
Descansa en su panteón familiar en el Cementerio de San Antonio Abad, obra atribuida a José Méndez Martínez (1915). Allí, en piedra sobria, está su nombre. Allí permanece en paz.
Décima Final — Legado
No buscó gloria en la plaza
ni presunción en la historia;
prefirió sembrar la vida
que cosechar la victoria.
Y así, humilde pero eterno,
vive en la tierra su memoria:
cada fruto lleva escrito
su nombre en silenciosa gloria.
Porque quién da pan al pueblo
merece eterna la honoria.
EPÍLOGO
Cartagena tiene héroes de espada, de mar, de pólvora. Pero también tiene héroes de trigo, de surco, de semillas, de manos abiertas. A ellos pertenece. José Antonio Torres Martínez. La ciudad lo recuerda no en voz alta, sino en cada amanecer del campo.









