lunes, noviembre 3, 2025

Crónicas de un Pueblo. – Tiempo de José María Barnuevo: modernidad, nobleza y comarca

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Un siglo de transformaciones

El siglo XIX fue, para el Campo de Cartagena, una época de grandes cambios. La minería en la Sierra de La Unión, el crecimiento comercial del puerto de Cartagena y la expansión agrícola en Torre-Pacheco, Pozo Estrecho y Fuente Álamo crearon una burguesía progresista que convivía con una nobleza ilustrada. José María Barnuevo pertenecía a esta última: una nobleza no de privilegio estéril, sino de responsabilidad social y cultural. Su condición de Caballero de Santiago simbolizaba el puente entre el mundo antiguo y la España moderna.

En este contexto, fundar un pueblo no era sólo un acto de propiedad, sino un gesto civilizador y moral. Él no levantó un negocio, sino una forma de vida, donde la arquitectura, la religión, la educación y la convivencia se fundían bajo un mismo ideal: dignificar la comarca natural del Campo de Cartagena.

Décima

Noble fue tu pensamiento,

más noble tu ejecución;

pues fundar con corazón

es labrar un testamento.

Entre el trigo y el cimiento

de tu casa y tu ribera,

fue tu acción la verdadera

que al Campo dio identidad,

y en su mar, posteridad,

a tu obra pionera.

 

Torre Mínguez: hogar, empresa y símbolo.

A finales del siglo XIX, Torre Mínguez era ya un microcosmos de vida y producción. Bajo la dirección de José María y Teresa, la finca albergaba jornaleros, aparceros, criados, maestras, curas y pescadores que combinaban su faena entre el secano y la orilla.

Las norias levantaban el agua que regaba las huertas, y los carros transportaban trigo, higos, vino y sal. Con la parcelación de 1888, el paisaje cambió para siempre: el campo dio paso al pueblo, la finca a la comunidad, y la casa al símbolo.

 

El Chalet Barnuevo se convirtió en la primera residencia veraniega de cierto rango social en el Mar Menor. Desde allí, se organizaron veladas musicales, recepciones religiosas y encuentros literarios, en los que se hablaba de política, poesía y progreso. Su estilo arquitectónico, mezcla de eclecticismo y primeros aires modernistas, reflejaba el gusto por la belleza serena y el refinamiento de su tiempo.

Quintilla

De la finca nació el pueblo,

del trabajo la visión;

y en la arena, como un templo,

quedó escrita la razón

de un sueño hecho ejemplo.

 

La vida social y empresarial

Aunque José María Barnuevo no dirigió empresas mineras ni fábricas, su papel fue más sutil y duradero. Creó una empresa del paisaje y del urbanismo. Su plan de parcelación se basaba en la idea de que la tierra podía ser social y rentable al mismo tiempo: Social, porque permitía el acceso a la vivienda y la propiedad a familias de clase media. Rentable, porque generaba actividad económica permanente: albañiles, carpinteros, pescadores, tenderos, barqueros y hospedajes.

Su modelo anticipó el urbanismo balneario, un concepto adelantado a su época. En la España de 1888, hablar de “veraneo” era cosa de las élites; en Santiago de la Ribera, gracias a Barnuevo, se democratizó el descanso. El mar, que antes era frontera, se volvió hogar; el aire, que antes separaba, se volvió encuentro.

Décima

Empresario sin registro,

sin cartera ni oficina,

su gestión fue la marina,

su inventario, el azul mixto.

Dio a la orilla su ministro,

al pescador, su camino,

al aire, su pergamino,

y al Campo, otra dimensión;

¡quién fundara una estación

sin ladrón ni pergamino!

 

El ejemplo de una familia ilustrada.

Los Barnuevo-Sandoval representaban una familia de educación, fe y cultura. En su casa se enseñaban lenguas, música y urbanidad. Los hijos aprendieron el respeto al servicio público y al estudio. La familia recibía visitas de intelectuales murcianos y cartageneros, entre ellos escritores, abogados, clérigos y comerciantes que encontraban en la finca un punto de tertulia.

El matrimonio vivió largos años entre Murcia y la Ribera, alternando la vida de ciudad con la rural, el trabajo con el sosiego. José María era un hombre de conversación templada y pensamiento racional; su esposa, Teresa, una mujer de sensibilidad fina, caritativa y profundamente religiosa. Juntos dieron forma a un modelo de convivencia que mezclaba la nobleza antigua con la modernidad ilustrada.

Quintilla

Entre rezos y tertulias,

entre libros y oración,

fue tu casa bendición

de cultura y maravilla,

de reposo y devoción.

 

Vínculo con Cartagena y su influencia

A pesar de residir en la Ribera, José María Barnuevo mantuvo una relación constante con la ciudad de Cartagena, donde había cursado parte de su formación y ejercido su profesión jurídica.

Frecuentaba sus círculos literarios y políticos, asistía a actos sociales en el Casino y en el Círculo Mercantil, y mantenía amistad con familias como los Maestre, los Valarino y los Celdrán, con quienes compartía el ideal de progreso y decoro.

Cartagena fue para él la capital de su comarca natural, el centro de referencia económica y cultural.

De hecho, muchos materiales y artesanos que participaron en la construcción de las primeras viviendas de la Ribera procedían de Cartagena, reforzando el vínculo entre la ciudad portuaria y el nuevo núcleo costero.

Décima

Cartagena fue tu espejo,

tu escuela y tu vecina,

la raíz que determina

el perfil de tu reflejo.

Del puerto al soto y al trecho

del Campo que tanto amaste,

fue su aire el que formaste

en tu obra marinera;

Cartagena, compañera,

de tu sueño participaste.

 

Un legado para el Campo de Cartagena.

La obra de José María Barnuevo no sólo fundó un pueblo: transformó una comarca. Gracias a su iniciativa, el Mar Menor dejó de ser un espacio vacío para convertirse en centro de vida y esperanza. Santiago de la Ribera fue el primer núcleo ordenado de su litoral, y su modelo inspiró la creación de nuevas áreas urbanas en Los Alcázares, Lo Pagán y San Pedro del Pinatar. Su visión —mezcla de derecho, moral y estética— consolidó la idea de que el progreso debía ser armónico y humano, no industrial y codicioso.

Quintilla

Fundar sin oro ni guerra,

sembrar sin interés,

eso hiciste en esta tierra:

dar al mar un alma y ser,

dar al Campo su bandera.

 

Últimos años y proyección.

En sus últimos años, Barnuevo contempló el éxito de su obra. Santiago de la Ribera crecía, las familias se establecían, y la comarca encontraba en ese rincón del Mar Menor un símbolo de paz y convivencia. Vivió sus últimos días con serenidad, rodeado de su esposa, sus hijos y sus recuerdos, fiel a sus valores de honor, fe y compromiso.

El Chalet Barnuevo y la ermita de Santiago quedaron como monumentos vivos de su espíritu. Años después, el edificio fue reconocido como Bien de Interés Cultural, y su legado fue incorporado al patrimonio sentimental de la Región de Murcia.

Décima final

Barnuevo, de fe sencilla,

caballero sin escudo,

de tu ejemplo me desnudo

y tu nombre se arrodilla.

Fundador sin maravilla,

sin discursos ni sermones,

sólo actos y corazones,

sólo obra y dignidad;

¡Santiago te da la edad

de los grandes fundadores!

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