En las últimas décadas del siglo XX, la humanidad enfrentó una de las epidemias más devastadoras de su historia reciente: el VIH/Sida. En su avance silencioso y letal, esta enfermedad no solo cobró millones de vidas, sino que también dejó al descubierto una enfermedad aún más profunda en la sociedad: la ignorancia. El desconocimiento sobre el virus, sus formas de transmisión y sus consecuencias generó un caldo de cultivo ideal para el miedo, la discriminación y el estigma. Las personas infectadas se enfrentaban no solo a una sentencia médica, sino también a un juicio social. Muchos ocultaron su diagnóstico, temiendo ser marginados por una sociedad que, en su mayoría, prefería culpar en lugar de comprender.
Pero algo cambió. Las voces de quienes no podían ser ignorados, actores, músicos, deportistas y figuras públicas, rompieron el silencio. Personas como Freddie Mercury, Arthur Ashe o Rock Hudson pusieron un rostro humano a la enfermedad, y con su valentía iniciaron un cambio: el de comprender que el VIH/Sida no distinguía entre géneros, profesiones o clases sociales. Era un problema de todos.
A través del dolor colectivo, la ciencia comenzó a avanzar. Lo que en un principio parecía un enemigo invencible se convirtió en un desafío para la comunidad científica. Se desarrollaron terapias antirretrovirales que hoy permiten a millones de personas vivir con el virus. Sin embargo, el progreso médico no habría sido posible sin un cambio igual de significativo en la cultura: la información y la educación empezaron a desmantelar las barreras del miedo y la ignorancia.
El papel de la información ha sido, y sigue siendo, crucial. Explicar que el VIH no se transmite por el contacto casual, que los preservativos son una herramienta eficaz para prevenirlo, que el tratamiento reduce la carga viral hasta hacerla indetectable, y, por ende, intransmisible, ha salvado incontables vidas. La educación, en escuelas, campañas públicas y comunidades, no solo ha prevenido nuevas infecciones, sino que también ha permitido a quienes viven con el virus ser aceptados como lo que son: personas completas, con derechos y sueños.
Hoy, el mundo conmemora este día no solo para recordar a quienes perdimos, sino para reafirmar nuestro compromiso con la lucha. El VIH/Sida ya no es la epidemia oscura e imparable que fue en los años 80. Ahora, la ciencia y la humanidad están mejor armadas. Pero no podemos bajar la guardia. Mientras haya una sola persona que no tenga acceso a tratamiento, que sea discriminada por su diagnóstico o que no sepa cómo protegerse, nuestra misión no estará cumplida.
La lección es clara: cuando la ignorancia cede terreno a la cultura, la ciencia y la solidaridad, las barreras caen. El progreso no es solo cuestión de laboratorios y médicos, sino de una sociedad informada y compasiva que abraza el conocimiento como la herramienta más poderosa contra la enfermedad y el miedo. Hoy, el Día Mundial del VIH/Sida nos recuerda que seguimos avanzando. Que mientras la ciencia cura, la educación y la cultura previenen. Y que, juntos, somos más fuertes que cualquier epidemia
José Antonio Martínez.
Kchi
Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de dondecomemosct.es
Escucha nuestro podcast "Cosas de una ciudad con Mar", de ¿Dónde Comemos? Cartagena. Pulsa reproducir en navegador en la pantalla de abajo.
Escucha nuestro podcast "Cosas de una ciudad con Mar", de ¿Dónde Comemos? Cartagena. Pulsa reproducir en navegador en la pantalla de abajo.