A veces me cruzo con grupos de turistas que recorren la ciudad. Personas que pisan por primera vez estas tierras antiguas que han visto tanto. A veces me gustaría ser uno de esos turistas y descubrir por primera vez esta ciudad. Tener la posibilidad de caminar por las calles de su casco antiguo y descubrir tesoros a casa paso.
Ver por primera vez la dársena de Cartagena y fijarme en los castillos y fortalezas que rodean este enclave histórico, esta plaza fuerte. Sentarme en un banco del puerto y ver salir a mar abierto un submarino de la Armada Española.
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Contemplar, con la ilusión del viajero, el palacio Consistorial y que algún lugareño me enseñe las cicatrices que la guerra civil dejó a modo de impactos de bala y metralla en su fachada modernista. Quiero entrar en el museo del teatro Romano sin saber qué me espera; iré subiendo planta a planta por las escaleras mecánicas para llegar a un largo pasillo que, todavía no eres consciente, conduce bajo la Catedral de Cartagena hasta llegar al teatro Romano; y allí te quedas. Mirando asombrado todo el esplendor de un monumento que debería ser patrimonio de la humanidad.
Me gustaría ser uno de esos turistas que paran a tomar un café en una terraza y preguntan qué es un asiático, y lo piden y lo beben y quedan deleitados por su sabor, por sus ingredientes, por su precio. Probar por primera vez los exploradores, un crespillo.
Saber qué se siente la primera vez que ves el gran hotel. Ver como la vista manda sobre el cuerpo y te para, y miras hacia arriba, y te preguntas por qué no sigue siendo un hotel. Quiero ser uno de esos turistas que descubren el barrio del foro romano y se adentran en el museo, y no se creen lo que están viendo. Se sienten afortunados de haber decidido visitar Cartagena. No sabían que podía albergar tantas y tantas cosas que ver.
Subir al castillo de los patos y embobarme con las vistas. Llegar a la torre del homenaje y aprender un poco de la dilatada historia de esta ciudad. Bajar del parque Torres en un ascensor panorámico para, después, caminar por las entrañas de un refugio de la guerra civil y ver como Cartagena fue masacrada en la contienda, bombardeándola sin descanso.
Quiero descubrir los restaurantes de pescado en Santa Lucia; probar el caldero y, si tengo suerte, los dátiles de mar. Quiero encontrar la Cortina y bajar hasta la playa de aguas cristalinas. Quiero alojarme en un hotel del centro y que las gaviotas me despierten temprano. Quiero oler a mar y que la humedad de la mañana me active para seguir descubriendo los secretos de Cartagena.
Continuará…
Críticos de Cocina
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