En los alrededores de la diputación cartagenera de Perín, William Leverkus, Vicecónsul Inglés y presidente de la compañía de aguas The Carthagena Mining and Water CO. Ltd que abastecía Cartagena, empezó a construir en 1890 su residencia de verano.
Hoy, alberga el restaurante El Castillo del Pinar. Es una suerte contar con este restaurante, comer en un palacete del siglo XIX es toda una experiencia.
Podemos encontrar el restaurante a unos 12Km de la ciudad de Cartagena. En la carretera E16, muy cerca de la rambla de Los Jarales. Una rambla magnífica para pasear.
Comimos en un acogedor salón con chimenea, aunque no estaba encendida, había restos de ceniza en la misma. Las losas hexagonales del suelo llaman la atención. Las ventanas tampoco pasan desapercibidas, dando una luz natural al salón.
Mientras le echábamos un vistazo a la carta y tomábamos unas cervezas, nos pusieron, a modo de aperitivo, unos chips de boniato. Un singular aperitivo entre un dulce apenas apreciable y salado. Nos gustó mucho.
Para el centro, aprovechando el intenso frío que hacía ese día, pedimos unas judías con butifarra. Entrante contundente, con sabor y cuerpo. La butifarra estaba muy sabrosa, jugosa, en su punto. El binomio judía-butifarra combina muy bien, haciendo del resultado un plato a tener en cuenta.
Continuamos, también como entrante, con unas habitas a la Perinera. Presentadas en cazuela de barro, las habitas baby iban acompañadas con chorizo ahumado y bacon. Dándole un sabor especial al conjunto. Una buena variación de las típicas habitas con jamón a las que estamos acostumbrados.
Pasamos a los platos principales. Aunque también disponen de platos de pescado, y muchas veces aprovechamos las salidas para comer pescado ya que da pereza hacerlo en casa, ese día apetecía carne.
El entrecot de ternera hembra fue uno de los platos elegidos. Marcado a la parrilla y con acompañamiento de patatas fritas, que estaban deliciosas, la carne estaba hecha tal y como la pedimos, poco hecha. Muy gustosa y de buen tamaño.
Nos hubiera encantado probar la paletilla de cordero segureño, pero en esta ocasión, no disponía del mismo. Una pena, y una buena excusa para repetir lugar.
Cambiamos por unas chuletillas de cordero lechal. Acompañadas con el mismo tipo de patatas que el plato anterior, con un trozo de limón.
Bien hechas. Un plato acorde a lo esperado. Insistimos, las patatas, buenísimas.
Un trato amable, profesional. Un lugar acogedor, pintoresco, singular. Merece la pena ir temprano para dar un paseo por la finca. Un restaurante apetecible para una cena romántica. Disponen de una buena bodega de vinos,
Os dejamos un enlace a su carta y a su página web.
En la factura, está incluido un menú infantil, bebidas, postre y café.
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Yo fui a una boda que se celebro allí y lamentablemente la experiencia no pudo ser mas desagradable, la comida fue pésima, escasa y de mala calidad, el servicio terrible por no decir que parte de los camareros se marcharon a mitad de la boda, con lo cual ya podeis imaginar… Terrible por todas partes.
Fui hace mucho tiempo y me gustó. Había olvidado este restaurante.En Perin,no ?
Nosotros íbamos hace años y teníamos un buen recuerdo. Pero fuimos de nuevo hace un año o así y comimos fatal, carísimo para lo que nos pusieron, y la persona que nos atendió no pudo ser más desagradable y prepotente. Así que lo borramos de nuestros sitios favoritos.