jueves, octubre 2, 2025
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Crónicas de un Pueblo. – La Unión: de Villa Minera a Estandarte Comarcal

Un nacimiento marcado por la riqueza de la sierra.

La historia del municipio de La Unión comienza oficialmente el 1 de enero de 1860, cuando los pueblos de El Garbanzal, Herrerías, Portmán y Roche se segregan del municipio de Cartagena para formar la Villa de El Garbanzal.

Este hecho no fue casual: la Sierra Minera hervía de actividad, con minas de plomo argentífero, fundiciones y un puerto —Portmán— que se convertía en salida natural de toneladas de mineral. Era un distrito en expansión que reclamaba autonomía administrativa para gestionar su propio destino.

¿Por qué la segregación?

La causa principal fue la desigualdad fiscal y administrativa:

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Cartagena recaudaba fuertes impuestos derivados de la minería. Sin embargo, apenas invertía en las diputaciones mineras.

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Caminos en mal estado, falta de escuelas, cementerios insuficientes, sin alumbrado ni servicios médicos… mientras la riqueza salía en lingotes hacia Cartagena y el extranjero.

La petición de independencia, firmada en 1859, respondía al clamor de los habitantes que se sentían explotados y olvidados. Pero detrás del clamor popular se escondía algo más: los intereses de los grandes empresarios mineros y comerciantes, que vieron en la creación de un municipio propio la ocasión perfecta para administrar directamente sus beneficios.

Los protagonistas de la fundación

El primer alcalde fue Antonio Sáez López, acompañado por un consistorio formado por notables locales: Domingo Martínez, Celestino Izquierdo, Juan Martínez Barcelona, Pedro Manzanares, Pedro Ros Conesa, Francisco Fuentes Madrid, Antonio Huertas, Pablo Francés, Leandro Rosique, José Boracino, Andrés Hernández Ardieta, Vicente López, Francisco Vidal Pérez, Isidoro Acosta López y Andrés García García.

Todos ellos eran propietarios mineros, comerciantes de abastos, agricultores acomodados o tratantes de mulas y bestias de carga. En definitiva, representaban los intereses económicos de la zona. El pueblo llano apenas tuvo voz en la fundación.

Quintilla

No fue el minero el que alzó

la bandera municipal,

fue el señor que calculó

que con tributo local

su bolsillo engordó.

 

Los intereses empresariales

Los hermanos Moreno Castellanos y su cuñado Adolfo Bilbao, dueños de la Fundición San Juan Bautista, fueron piezas clave en la negociación. Allí, en su fundición, se resolvieron en 1868 las disputas entre El Garbanzal y Herrerías sobre la capitalidad del nuevo municipio.

El presbítero Juan de Dios Arjona, además de religioso, era propietario de varias minas. Su figura simboliza esa unión entre poder espiritual y poder económico en la Sierra.

El trasfondo era claro: la segregación no buscaba liberar al pueblo trabajador, sino facilitar a los grandes empresarios el control de la riqueza minera, las licencias, los caminos y la recaudación.

 

Décima

Fue el obrero quien sangraba

en la mina noche y día,

pero la burguesía

el provecho se llevaba.

Mientras el sudor brotaba,

sin descanso y sin consuelo,

subían riquezas al cielo

de los ricos poderosos.

Quedaban los más penosos

trabajos para el subsuelo.

 

De Garbanzal a La Unión (1868)

La primera denominación fue Villa de El Garbanzal, pero pronto estallaron las disputas con Herrerías, que reclamaba ser capital al considerarse más dinámico. Para zanjar el conflicto, intervino el general Juan Prim, delegando en el general Miláns del Bosch, gobernador de Cartagena.

La solución fue ingeniosa y simbólica: un nombre neutral, La Unión, que reflejaba la reconciliación de los núcleos enfrentados y daba al nuevo municipio una identidad cohesionada.

El auge y la decadencia minera

Durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, La Unión vivió su edad dorada. Las minas bullían de actividad, Portmán se convirtió en un puerto febril y el municipio crecía con barrios enteros de obreros, comercios y servicios.

Pero esa riqueza fue siempre desigual:

Los empresarios y capital extranjero acumulaban fortunas.

Los trabajadores sufrían accidentes, enfermedades y miserias.

Con el tiempo, la minería entró en declive. En los años 80, el cierre de Peñarroya marcó el fin de una era. La Unión quedó devastada: desempleo masivo, emigración y un municipio obligado a sobrevivir gracias a ayudas externas.

Quintilla

Se apagaron los candiles,

se cerraron galerías,

y quedaron las familias

con miserias y con duelos,

enterrando sus porfías.

 

El renacer cultural

Frente a la crisis, La Unión buscó en su patrimonio cultural y minero un nuevo rumbo:

El Festival Internacional del Cante de las Minas (1961) se convirtió en emblema mundial del flamenco.

El Parque Minero y el Museo Minero ponen en valor la memoria del pasado.

La Casa del Piñón y otros edificios modernistas recuerdan la grandeza de tiempos pasados.

Estos recursos no sustituyen la minería como motor económico, pero sí han dado a La Unión identidad, orgullo y proyección internacional.

El futuro: la Comarca Natural del Campo de Cartagena

Hoy La Unión sigue viva, pero con recursos limitados y grandes necesidades. ¿Cuál es su camino?

La respuesta está en el reconocimiento legal y administrativo de la Comarca Natural del Campo de Cartagena.

Beneficios para La Unión:

Más peso político: no sería un municipio periférico, sino un pilar de una comarca con voz propia.

Más recursos económicos: acceso a subvenciones estatales y europeas canalizadas a través de la comarca.

Mejores servicios públicos: sanidad, transporte, gestión de residuos, agua y energía coordinados a escala comarcal.

Turismo integrado: el Cante de las Minas y el Parque Minero como parte de un gran paquete cultural y turístico junto a Cartagena, el Mar Menor, Mazarrón y Torre Pacheco.

Orgullo identitario: La Unión dejaría de ser “municipio en decadencia” para convertirse en estandarte comarcal.

Décima

La comarca es la salida,

un proyecto compartido,

que devuelve lo perdido

y renueva nuestra vida.

No será herida vencida

la que el tiempo nos dejó,

será un mañana que dio

dignidad y confianza,

y a La Unión la esperanza

de ser faro que brilló.

 

Conclusión

La Unión nació en 1860 impulsada por los intereses de los empresarios mineros, que buscaban administrar su riqueza y controlar la Sierra. Ellos fueron los grandes beneficiados, mientras el obrero siguió sometido al socavón.

Con el tiempo, la mina se apagó y el municipio perdió su esplendor. Hoy, su supervivencia como ayuntamiento depende de ayudas y del ingenio cultural.

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El reconocimiento legal y fiscal de la Comarca Natural del Campo de Cartagena puede ser la llave de un nuevo renacer: más fuerte, más justo y con futuro compartido.

Si en el siglo XIX La Unión se llamó así para unir pueblos mineros, hoy necesita unirse de nuevo a toda la comarca para convertirse en lo que siempre debió ser: Estandarte comarcal.

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