martes, diciembre 9, 2025

Crónicas de un Pueblo. – POZO ESTRECHO: MÚSICA, CASERONES Y MEMORIA DE UN PUEBLO GALILEO.

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I. Raíces del nombre y del alma galilea

Pozo Estrecho —llanura alta del Campo de Cartagena— nació al abrigo de un pozo-abrevadero y un cruce de caminos. En torno a ese hilo de agua se levantaron casas humildes, eras, corrales y olivos, y con el tiempo escuela, iglesia y plaza.

La tierra, fecunda y dura, moldeó el carácter de su gente: austera, trabajadora, leal.

A los de Pozo Estrecho se les llama galileos, un gentilicio tan singular como su historia. Nadie sabe a ciencia cierta de dónde surgió, pero todos lo pronuncian con orgullo.

En 1998 el pueblo se hermanó con Galilea (La Rioja), y desde entonces cada 30 de mayo celebra su “Día del Pueblo Galileo”, reafirmando un nombre que es ya seña de identidad.

Décima – “Gentilicio”

Si el nombre marca el destino,

“galileo” es llamarada:

es memoria en la enramada,

es herencia del camino.

Es la voz del peregrino,

la campana en el enero,

el saludo verdadero

que en la plaza se derrama…

Galilea es nuestra llama,

y Pozo, nuestro lucero.

 

II. Parroquia y mecenas

El corazón espiritual del pueblo es la Parroquia de San Fulgencio, fundada en 1699, la primera del Campo de Cartagena.

En su cúpula aparecen los nombres de los antiguos mecenas que ayudaron a levantar el templo: Diego Saura Mora, Fulgencio Vos, Antonio García y José Segarra.

Bajo las imágenes de los santos cartageneros, dejaron grabada su devoción y su legado, símbolo de una comunidad que entendió la fe como acto de generosidad.

Quintilla – “Mecenazgo”

Bajo el santo y su candor

hay nombres de manos viejas:

quien siembra paga las tejas

y al pobre le guarda amor;

la parroquia es su mejor.

 

III. La música: orgullo de Santa Cecilia.

Pocos pueblos pueden presumir de un corazón tan afinado como Pozo Estrecho.

La Sociedad Artístico Musical “Santa Cecilia”, fundada oficialmente en 1893, nació del amor a la música que ya latía en calles y tabernas.

Desde entonces, la banda acompaña cada procesión, cada fiesta, cada momento de alegría o duelo.

Sus triunfos en certámenes, sus medallas de Plata (1985) y Oro (1993) de la ciudad de Cartagena, y su labor pedagógica la han convertido en símbolo vivo del pueblo.

Santa Cecilia no sólo enseña solfeo: enseña pertenencia.

Décima – “Banda”

De metal y clarinete

se levanta la mañana;

Pozo Estrecho se engalana

y el pasodoble promete.

La partitura somete

lo que al viento se resiste,

y en el compás que persiste

se bautiza la alegría:

Santa Cecilia es la guía,

la memoria que no triste.

 

IV. Tierra, oficios y economía.

Durante siglos, la economía se sostuvo en el secano —trigo, cebada, olivo, almendro— y en la ganadería.

Con la llegada del ferrocarril Cartagena–Madrid, el pueblo se abrió al comercio y los cultivos de regadío fueron ganando terreno.

Pozo Estrecho se convirtió así en bisagra entre el campo y la ciudad, punto de paso de mercancías y de hombres que iban y venían de las minas.

Quintilla – “Oficios”

Carpintero y herrador,

vidriero y ceramista,

forjaron la rosa triste

del modernismo menor:

campo y arte, mismo ardor.

 

V. Las Pelotas Galileas: sabor de identidad.

Entre enero y febrero, cuando el invierno todavía aprieta, Pozo Estrecho huele a hogar.

Es el aroma inconfundible de sus Pelotas Galileas, guiso popular que nació a finales de los años sesenta y que hoy reúne a miles de personas.

En grandes ollas humeantes, se cuecen pelotas de pan rallado, ajo, perejil y carne picada, servidas en caldo generoso y amistad aún más generosa.

La fiesta, declarada de Interés Turístico Regional, se ha convertido en una cita esencial de la comarca, donde vecinos y visitantes comparten mesa y memoria.

Décima – “Pelotas galileas”

En enero el humo sube

como incienso del cariño;

hay pelotas en el guiño

del que a todos da y recibe.

La cuchara nunca inhibe,

la olla canta en la plaza,

y el aroma se desplaza

por el aire del terrón:

en el caldo y el fogón

se cuece la vieja raza.

 

Quintilla – “Guiso y unión”

Cada plato es corazón,

cada olla, una bandera;

y el alma galilea entera

late al son del cucharón,

en su fiesta verdadera.

 

VI. Villas y caserones modernistas.

A comienzos del siglo XX, la prosperidad minera de Cartagena y La Unión trajo consigo un cambio estético.

Los burgueses acomodados levantaron villas de recreo en Pozo Estrecho: casas con torreones, capillas, jardines y mosaicos, donde el modernismo rural se mezcló con el alma campesina.

Torre Nueva (1904) – Familia Moreno Sandoval.

Propiedad de una familia con intereses mineros, proyectada por el maestro Pedro Bernabé.

Su torreón y capilla privada la convirtieron en símbolo de poder y religiosidad.

Fue motor de empleo y referencia del equilibrio entre mina y campo.

Quintilla – “Torre Nueva”

Entre espigas y azahar

un torreón se recorta:

la mina llamó a su puerta

y el campo quiso bailar;

Pozo halló su medallar.

 

Villa Antonia (1906) – Alfonso Carrión García.

Levantada por el empresario y minero Alfonso Carrión García, propietario del Balneario de la Encarnación (Los Alcázares).

Obra atribuida al arquitecto Tomás Rico Valarino, exhibe vidrieras coloristas, suelos hidráulicos y trencadís.

Fue salón de tertulias, refugio veraniego y símbolo del esplendor modernista.

Décima – “Villa Antonia”

Vidriera que da al jardín,

agua clara en su aljibe,

y el perfume que describe

la rosa con su jazmín.

Si el modernismo es confín

entre el sueño y lo vivido,

Pozo Estrecho lo ha tenido

en la tarde que no olvida:

donde la casa es vida

y el verano, compartido.

 

Villa Carmen / Torre Valeriola (c. 1906) – Carmen Martínez.

De autoría no confirmada, pero con rasgos beltrianistas, Villa Carmen, llamada también Torre Valeriola, fue hogar de una familia acomodada.

Sus balcones de hierro forjado y zócalos cerámicos aún conservan el encanto de las tardes de piano y tertulia.

Quintilla – “Valeriola

Flor de hierro en el balcón,

azulejo en la mirada;

en la tarde declinada

canta el piano su razón

de verano y de estación.

 

Torre Antoñita (fin XIX–inicios XX) – Comerciantes agrícolas.

Vivienda de comerciantes locales, de líneas sencillas pero con torreón-lucernario y decoración floral.

Su proximidad al ferrocarril la hizo punto clave del comercio agrícola.

Hoy, restaurada, es finca de celebraciones y símbolo del paso del tiempo.

Décima – “Antoñita”

Modesta, pero señera,

luce azulejo y cornisa;

su elegancia es la sonrisa

de quien no quiere frontera.

La estación fue compañera,

la campiña, su tesoro;

y hoy, de fiesta, alza un coro

que a la historia multiplica:

la novia que se santifica

bajo un techo de oro y cloro.

 

Villa Carmina (primer tercio s. XX) – Casa señorial y museo doméstico

Casa solariega de alma humilde y corazón noble.

Conserva suelos y techos originales, bodega y corrales.

Hoy funciona como museo etnográfico, donde se exhiben trajes y utensilios del Campo de Cartagena: la vida cotidiana convertida en arte.

Quintilla – “Carmina”

Casa antigua que reúne

telas, cantos y herramientas;

si el pasado nos sustenta,

tu silueta nos mantiene

el latido que contenta.

 

VII. Familias y legado.

Los apellidos Saura Mora, Vos, Segarra, García, Moreno Sandoval y Carrión García forjaron la historia local.

Su mecenazgo edificó iglesias, escuelas y viviendas; su ejemplo fue semilla de la solidaridad que aún distingue al pueblo.

En tiempos recientes, galileos como Pedro Fructuoso Torres han continuado esa senda desde la cultura y la educación.

Décima – “Nómina”

Un pueblo se hace de nombres,

de apellidos en la piedra;

quien sostiene, nunca medra,

se hace grande entre los hombres.

Los mecenas fueron hombres

de silencios y de trigo;

si hoy miramos lo que digo,

cada alero es testamento:

Pozo Estrecho es el cimiento

del nosotros compartido.

 

VIII. Influencia en Cartagena

Pozo Estrecho fue durante décadas el puente natural entre Cartagena, La Unión y Torre Pacheco.

Su agricultura abasteció los mercados urbanos; su música animó procesiones y ferias; su gente trabajó en minas, talleres y oficios.

Las villas modernistas, más allá de su belleza, fueron símbolos económicos: generaron empleo, consumo y prestigio.

Cartagena miraba hacia el puerto, pero el campo galileo mantenía viva la raíz.

Quintilla – “Influencia”

De la mina al trigal

y del puerto a la estación,

Pozo puso el corazón

y Cartagena el caudal:

juntos hacen la canción.

 

IX. Cronología esencial

Año Hecho histórico Significado

1515 Primera mención de Pozo Estrecho. Origen toponímico.

1699 Fundación de la Parroquia de San Fulgencio. Nacimiento espiritual del pueblo.

1850 200 casas, 450 habitantes. Consolidación del caserío.

1893 Fundación oficial de la SAM “Santa Cecilia”. Nace la música galilea.

1904–1906 Construcción de Torre Nueva, Villa Antonia y Villa Carmen. Esplendor modernista.

1960s Inicio de la Fiesta de las Pelotas Galileas. Tradición gastronómica.

1993 Medalla de Oro a la Banda Santa Cecilia. Reconocimiento cultural.

2025 Récord de asistencia en la Fiesta de las Pelotas Galileas. Tradición viva y creciente.

Décima – “Balance”

Agua, música y bandera,

trigo, aljibe y azulejo;

cada piedra deja un dejo

de la vida verdadera.

Si la memoria es quimera,

aquí baja a lo cotidiano:

una banda, un caserón,

una fiesta en el enero…

Pozo Estrecho es compañero

de la historia en el terrón.

 

X. Epílogo: Coda galilea

Pozo Estrecho no es un punto del mapa, es un estado del alma.

El galileo que saluda en la plaza, el músico que ensaya al caer la tarde, la abuela que remueve la olla, el joven que vuelve del trabajo con la mochila llena de esperanza… todos forman parte de una misma melodía.

Una melodía escrita con pentagramas de historia, compases de tradición y acordes de orgullo.

Quintilla – “Coda galilea”

Pozo Estrecho, pan y canto,

agua antigua en el brocal;

si el pasado es manantial,

hoy bebemos de su encanto

para ser mañana igual.

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