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Crónicas de un Pueblo. Santa Florentina: la flor de la santidad cartagenera

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PorJosé Antonio Martínez Pérez

20 de junio de 2025
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20 de junio del año 560: nace una luz en el sur del Reino Visigodo

En el corazón de la antigua Cartago Nova, aquella ciudad esplendorosa que aún conservaba el eco de sus teatros, foros y termas romanas, nace el 20 de junio del año 560 una niña llamada a ser santa: Florentina, flor entre santos, hermana entre sabios, hija de la nobleza hispanorromana que aún perduraba en la floreciente Cartagena visigoda.

Santa Florentina nació en el seno de una de las familias más ilustres y piadosas del sureste hispano. Sus padres, nobles cristianos de profunda fe, ofrecieron al mundo no solo a Florentina, sino a otros tres grandes pilares de la cultura y la fe visigoda:

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  • San Leandro, arzobispo de Sevilla, artífice de la conversión del rey Recaredo y del reino visigodo al catolicismo.
  • San Isidoro de Sevilla, considerado el último sabio del mundo antiguo y el primero del medieval, autor de las Etimologías, la primera gran enciclopedia del saber cristiano y pagano.
  • San Fulgencio, obispo de Écija (según otras fuentes, de Cartagena), también canonizado por su vida ejemplar.

 

Así, la joven Florentina creció entre libros, cánticos litúrgicos y el profundo perfume del incienso. Una infancia rodeada del pensamiento que germinaba en las escuelas episcopales de Hispania, y del ejemplo de tres hermanos volcados en el servicio a Dios y a su pueblo.

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Una vocación clara desde la infancia.

Desde muy joven, Florentina rechazó los lujos y las promesas del mundo, abrazando la vida consagrada. Se convirtió en abadesa de un convento de vírgenes consagradas, en la actual provincia de Badajoz, lugar donde se cree que fundó y organizó diversas comunidades religiosas femeninas. Su vida fue un ejemplo de austeridad, caridad y disciplina, y su fama de santidad se extendió por toda la Bética y la Cartaginense.

Su hermano San Isidoro, en muestra de respeto y admiración, le dedicó un tratado monástico titulado “De institutione virginum(Sobre la formación de las vírgenes), un texto que revela la gran influencia espiritual e intelectual que Florentina tuvo en la consolidación del monacato femenino en Hispania.

Un tiempo de cambios: la Hispania visigoda.

El contexto histórico de Santa Florentina es el de la transición de un mundo romano decadente a una nueva Hispania visigoda que empezaba a estructurarse como reino cristiano. En su niñez, el cristianismo aún coexistía con diversas herejías, como el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo y que había sido adoptado por los visigodos.

La conversión del rey Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo (año 589), impulsado por su hermano San Leandro, marcó un antes y un después en la unidad espiritual del reino. Florentina, desde su vocación, ayudó a consolidar esa nueva sociedad cimentada en la ortodoxia cristiana, la educación religiosa y la vida ejemplar.

Muerte y canonización.

Santa Florentina falleció hacia el año 612, y aunque no se conocen muchos detalles de su muerte, su fama de santidad fue inmediata. Fue venerada desde tiempos antiguos como patrona de Plasencia, ciudad que guarda parte de sus reliquias, aunque otras tradiciones aseguran que sus restos descansan en la catedral de Murcia, lo cual enlaza nuevamente su figura con la tierra cartagenera que la vio nacer.

Su canonización fue pre-congregacional, es decir, reconocida por la tradición y la veneración popular antes del establecimiento de los procesos canónicos modernos.

Un legado en Cartagena.

Para Cartagena, la figura de Santa Florentina no solo es motivo de orgullo espiritual, sino también símbolo de una época de esplendor cultural y religioso. Su vida representa ese momento en que la ciudad, aún vestida con los ropajes del Imperio Romano, comenzaba a respirar el aliento del nuevo mundo medieval cristiano.

Allí, entre los ecos del foro y las primeras iglesias visigodas, una joven mujer decidió ser libre de todo para entregarse por completo a Dios, a los necesitados y a sus hermanas de comunidad.

La flor eterna de Cartagena.

Santa Florentina no dejó tratados, ni milagros recogidos en gruesos códices, pero su mayor obra fue su vida, sencilla, luminosa, entregada. Su existencia influyó poderosamente en tres de los santos más influyentes de la historia de Hispania, y su figura sigue viva como una flor eterna plantada en el alma de Cartagena.

Santa Florentina, flor del alma

Poema de Kchi.

En la vieja Cartago naciste un verano, con la luz en los ojos y un gesto cercano, Florentina del alma, hermana de sabios, te brotó la pureza sin flor ni atavios.

Tu cuna fue templo, tu madre oración, y en tus juegos ya hablaba la contemplación. Tus hermanos, gigantes del verbo y la fe, hallaron en ti lo que el cielo les dé.

No quisiste oro ni danzas ni honor, sino el canto del salmo, el silencio interior. Fundaste conventos, sembraste virtud, y en tu voz se escuchaba la voz de Jesús.

San Isidoro, con letras de amor, te ofreció su doctrina, su fiel defensor. Y Leandro, el prudente, y Fulgencio también, te miraban como a quien ya es del edén.

Abadesa del tiempo, del alma y la flor, mujer que venciste al mundo sin rencor, hoy Cartagena te nombra en su oración como madre y estrella de su devoción.

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Dicen que en Plasencia descansa tu ser, que en Murcia tu esencia se puede leer, pero el alma del puerto aún guarda tu luz como guarda el rocío el beso de una cruz.

Santa Florentina, flor de santidad, Cartagena te canta con voz de verdad. Y en la brisa del foro, en la piedra sutil, aún florece tu nombre: dulce y sutil.

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