Es la reina del aperitivo, compañera inseparable de la caña de cerveza, me estoy refiriendo a las patatas chips, pero las buenas, esas tan finitas, crujientes, doradas y con ese sabor y aroma de aceite de oliva. Esas patatas cortadas en formas redondas y muy delgadas surgieron en un restaurante llamado Moon Lake Lodge’s, en Saratoga Springs, Nueva York en el año 1.853. El Chef de dicho restaurante era George Crum (Él inmortal), ante las continuas quejas de un cliente habitual que siempre lo recriminaba por no cortar las patatas fritas lo suficientemente finas, decidió darle una lección cortándolas excesivamente delgadas, de manera que no pudieran pincharse con el tenedor. El resultado fue todo lo contrario al esperado, el cliente quedó sorprendido y completamente satisfecho. Pronto todos los clientes empezaron a pedir aquella nueva y extraña especialidad, a la que bautizaron como Saratoga Chips. El éxito fue creciendo y, en 1920, se inventó la primera máquina mondadora de papas, con lo que las patatas tipo chips comenzaron a ser exactamente como se conoce en la actualidad.
El éxito es como la cabeza, o se controla, o se nos va de las manos. Y es que saber elegir es saber acertar. Es por eso por lo que Moon siempre definía, de esta manera lo que era su restaurante; “cuando estás en un restaurante, el dueño eres tú como cliente y no el propietario”. La verdad es que la patata sola o acompañada es la reina del aperitivo, pero apetecible a cualquier hora y al alcance de casi todo el mundo. Son las patatas fritas uno de esos alimentos, que anulan el autocontrol, obligando a terminar con la bolsa o las bolsas que se pongan en la mesa.
Juanma, con motivo de su onomástica, nos invitó a un aperitivo en su residencia de costa en Cala Reona, y nos sorprendió a todos cuando sacó una lata metálica de patatas fritas de 500 gramos de marca “Bonilla a la vista”, que estaban crujientes, doradas, enteras y, sobre todo con un sabor único. Elaboradas en Arteixo, muy cerca del imperio de don Amancio Ortega. Las elaboran con un control de “ojo mágico” que se encarga de seleccionar solo aquellas patatas fritas que respondan a la calidad, color, textura y tamaño considerado óptimo. Se embolsa y enlatan, inyectan con gas inerte en la lata para garantizar la mejor conservación, para poder disfrutar de la frescura y un sabor inigualable de estas singulares patatas fritas elaboradas en Ferrol y se consumen en medio mundo.
Muy similares aquellas patatas que elaboraba en su acogedor kiosco, nuestra Patatera de toda la vida, situada en el Puerto de Cartagena, justo al lado de los antiguos tinglados de Muelle, cuantas bolsas vendía a diario, estaban de gloria, siempre recién hechas. Acompañamos las patatas de nuestro buen amigo Juanma, con unas cervezas artesanales Belich (nombre que los romanos pusieron a la laguna salada). Esta cerveza incorpora la cebada en su elaboración, lo que le confiere un sabor muy particular, afrutado sin llegar a ser dulce, dominando el moderado dulzor a malta, con un regusto a nuez y caramelo. Amargor bajo, pero perceptible. Con un gusto medio suave, es también conocida como la cerveza del Mar Menor, y servida en vaso de vidrio super fino, el auténtico vaso de sidra rebosando de espuma, y la cerveza en su punto de frío, es un verdadero espectáculo el beberla.
Es para valorar y mucho, como dos productos, como la patata y la cerveza pueden dar tanto juego y disfrutar de un aperitivo al mediodía, o un refrigerio por la tarde. Por supuesto con muy bajo coste económico y con un excelente disfrute de sabores, primando la calidad y los productos naturales. Terminó con esta reflexión: “Buen aperitivo con buena cerveza y mejor compañía da como resultado inigualables momentos”.
