La retransmisión especial del 6 de junio en 7TV, supuestamente dedicada al Día de la Región de Murcia, se centró casi en exclusiva en conmemorar los 1.200 años de la ciudad de Murcia. El evento ignoró al resto de municipios de la comunidad autónoma, un enfoque localista que ha suscitado críticas por egocentrismo institucional, falta de rigor histórico y apropiación de símbolos que pertenecen al conjunto regional.
La noche del 6 de junio, la televisión autonómica 7TV emitió desde la Plaza del Cardenal Belluga de Murcia una gala promocionada como “Gala del Día de la Región – Murcia 1200”, indicando ya en su título el protagonismo absoluto de la capital. De hecho, según anunciaba la propia cadena, este año se celebraría en la ciudad de Murcia y se haría un tributo al 1200 aniversario de la fundación de la capital regional. La velada contó con actuaciones musicales de artistas de renombre –como David de María, Los Parrandboleros, el grupo Kuve o Simétrika– y fue presentada por el popular Antonio Hidalgo, pero el guion y la ambientación giraron por completo en torno a la efeméride local de la fundación de Murcia en el año 825.
A lo largo de la gala, lejos de ensalzar la diversidad de la Región de Murcia en su conjunto, se escenificó prácticamente un cumpleaños de la ciudad de Murcia. Tal como resumen crónicas del evento, la gala conmemoró los 1200 años de historia de la ciudad de Murcia, repasando su evolución histórica, cultural y social. Cada número musical, sketch humorístico e intervención estuvo impregnado de referencias a hitos de la capital. El repertorio incluyó, como broche final, la interpretación en directo de la canción “Murcia 1200” compuesta por Los Parrandboleros, un himno creado ex profeso para celebrar los doce siglos de la ciudad. Este tema –con letra que evoca paisajes, emociones y símbolos profundamente murcianos– menciona iconos locales como el río Segura o los jardines levantinos, reforzando el acento en la identidad de la urbe. No es de extrañar que el alcalde de Murcia, José Ballesta, presente en el acto, se mostrase encantado con el enfoque: “Parrandboleros representan esa idiosincrasia única y privativa de las gentes de Murcia, con carácter alegre, vitalista… lleno de energía”, declaró el regidor, apropiándose de un discurso que bien podría haber sido el lema de la noche.
El planteamiento de la gala ha generado recelos por la confusión entre lo municipal y lo regional. Formalmente, el 9 de junio es el Día de la Región de Murcia, una fiesta autonómica que debería celebrar a todas las comarcas y localidades de la Región. Sin embargo, la Comunidad Autónoma decidió fundir este año esa celebración con el aniversario de la fundación de la ciudad de Murcia (aniversario denominado “Murcia 1200”), diluyendo el carácter plural de la efeméride regional en favor de la exaltación de la capital. En la práctica, la transmisión de 7TV presentó la historia de Murcia capital como si fuera sinónimo de la historia de toda la región. El guion partió del año 825 (fundación de Murcia por Abderramán II) como supuesto inicio histórico relevante, obviando etapas enteras del pasado regional anteriores o paralelas que no estén vinculadas directamente a la ciudad. Ni una mención hubo, por ejemplo, a la Cartagena trimilenaria (fundada en 227 a.C.), a la antigua Carthago Nova romana que fue capital provincial siglos antes de que existiera Mursiya, ni a otros enclaves históricos clave como la ciudad medieval de Lorca, la tradición del Santuario de Caravaca de la Cruz o la importancia estratégica de Águilas y el litoral. El relato histórico oficial pareció reducir la Región de Murcia a los hitos acontecidos en la ciudad homónima, algo que muchos consideran un revisionismo por omisión.
Para algunos observadores críticos, este enfoque revela falta de rigor histórico e incluso chauvinismo localista. El propio Comité Organizador de “Murcia 1200” había buscado en teoría la implicación de todos los ayuntamientos en la conmemoración –el rey Felipe VI llegó a pedir “la implicación de todos los municipios de la Región en el ‘Murcia 1200’” durante una recepción oficial a los promotores de estos actos–, pero ese espíritu integrador brilló por su ausencia en la gala televisada. Por el contrario, se dio la imagen de que la historia regional es la historia de la capital, perpetuando el viejo problema de usar la palabra “Murcia” para referirse a dos realidades distintas (ciudad vs. región) y, en este caso, apropiándose los símbolos regionales bajo la sombra de la Concatedral de Murcia.
Diversos elementos del espectáculo reforzaron la sensación de apropiación cultural centralista. La escenografía, montada frente a la fachada del templo murciano, convirtió a este monumento en el símbolo por antonomasia de la Región de Murcia durante la gala, cuando en realidad es el templo emblemático de la diócesis de Cartagena, que abarca toda la región. Se exhibieron imágenes de fiestas regionales y patrimonio cultural –por ejemplo, las Cruces de Mayo de Cartagena o la artesanía de la huerta–, pero integradas en montajes donde Murcia capital figuraba como protagonista o incluso como origen de tradiciones que son compartidas por muchas localidades. No se aclaró en ningún momento qué aportación concreta hacían el resto de municipios a la identidad regional; las referencias permanecieron genéricas o subsumidas bajo el término “murciano”, que el espectador difícilmente podía discernir si aludía a la capital o a la región en conjunto.
Este localismo institucional llegó al punto de rozar el ridículo histórico, según apuntan voces críticas. La Opinión de Murcia, en un duro artículo titulado “Murcia 1200, ¡que por nadie pase!”, denunció la absoluta falta de rigor en la narrativa del aniversario y su estética desfasada: “Definitivamente, no hay nadie al volante, no hay rigor histórico ni estrategia creativa, cultural o turística. Lo que sí hay es mucha caspa y ranciedad”, sentenció la columnista Belén Unzurrunzaga. La autora ironizaba sobre la puesta en escena folclórica y autocomplaciente con que se encendió el pasado enero una llama simbólica del “fuego del 1200” frente al Ayuntamiento de Murcia –“Hay que ser muy hortera”, llegó a escribir sobre dicha ceremonia– y cómo ese espíritu aparentemente provinciano ha terminado impregnando también la gala autonómica. En otras palabras, el evento televisivo del Día de la Región habría caído en un ombliguismo cultural: mucho autobombo de la ciudad capitalina, pero escaso reconocimiento a la riqueza compartida de la región.
Las reacciones de descontento no se han hecho esperar. Representantes y habitantes de municipios históricamente marginados en el relato oficial de la Región manifestaron su malestar, sobre todo a través de redes sociales. En Cartagena, ciudad que rivaliza en peso histórico y demográfico con la capital, varios usuarios y comentaristas tildaron la gala de nuevo desaire: “Otro Día de la Región convertido en el Día de Murcia (ciudad)”, lamentaba un tuitero cartagenero, señalando la ausencia total de menciones explícitas a la trimilenaria urbe portuaria. Similar sentimiento se observó en comentarios provenientes de Lorca, Caravaca y otras localidades: la percepción de que sus aportaciones culturales quedaron invisibles en la celebración oficial. Aunque ningún cargo institucional ha hecho declaraciones formales al respecto en las primeras 24 horas tras el evento, el malestar es palpable. Fuera de micrófono, concejales de la periferia murciana comentan que actos así “no ayudan a crear sentimiento de región, más bien lo contrario”. Incluso algunos simpatizantes del propio partido en el gobierno regional admiten en privado que se perdió la oportunidad de lograr un homenaje equilibrado a todo el territorio.
Medios regionales también han reflejado esta polémica de soslayo. Onda Regional de Murcia informó de la gala destacando las actuaciones musicales, pero oyentes en Cartagena llamaron a la emisora para preguntar por qué la retransmisión no incluyó ni un solo guiño a su ciudad. En la prensa digital, publicaciones independientes como Murcia Plaza se limitaron a reseñar la canción “Murcia 1200” y la presencia del alcalde Ballesta en el videoclip, evitando entrar en la controversia territorial. Sin embargo, en foros y columnas de opinión el tema prendió con fuerza: “Así no se construye identidad regional, esto es propaganda capitalina”, escribía un lector indignado en un comentario online. Está claro que el desequilibrio en el enfoque ha reabierto viejas heridas en una comunidad autónoma donde las acusaciones de centralismo hacia Murcia capital son recurrentes.
El caso de esta gala regional descarrilada por el ombliguismo de la capital pone de relieve un problema mayor: el egocentrismo institucional. Lejos de fomentar la unión y el orgullo compartido de pertenecer a una misma región, las autoridades organizaron un espectáculo básicamente auto-referencial, celebrado por y para la ciudad que alberga el gobierno autonómico. Se trataba de una ocasión de oro para reivindicar la diversidad de la Raegión –desde la costa cartagenera hasta la huerta de Molina, pasando por el Altiplano yeclano o el noroeste caravaqueño–, pero en su lugar se ofreció una narrativa plana y centralista. Este enfoque miope resulta especialmente contraproducente en una comunidad como la Región deMurcia, donde persisten movimientos ciudadanos que claman contra el centralismo (baste recordar las reivindicaciones para recuperar la provincia de Cartagena, o las quejas históricas de otros municipios por el reparto desigual de inversiones). Aglutinar la festividad de toda la comunidad en torno a la gloria de la ciudad capital no hace sino echar leña al fuego de esas divisiones internas.
En última instancia, la gala del Día de la Región 2025 pasará a la historia –paradójicamente– como ejemplo de lo que la región no debería ser. El evento que pretendía ensalzar la identidad Región terminó dejando un sabor a agravio comparativo. La lección que deja este episodio es clara: una comunidad autónoma no se construye sobre el monólogo de su capital, sino escuchando el coro plural de todas sus voces locales. Cuando la cultura y la historia se instrumentalizan de forma tan parcial, se corre el riesgo de caer en un regionalismo vacío, de cartón-piedra, que no representa realmente a la Región en su conjunto. Ojalá futuras celebraciones rectifiquen el rumbo y abracen una visión más inclusiva y equilibrada. De lo contrario, como advertía con acidez la columna de La Opinión, cabe temer que algunos sigan “sin nadie al volante”, conduciendo la narrativa oficial por la senda estrecha del provincianismo, mientras buena parte de los ciudadanos de fuera de la capital se sienten, una vez más, pasajeros de segunda clase en su propia Región.