Hay cosas que marcan el pulso de una ciudad, y en Cartagena, la Semana Santa siempre ha sido una de ellas. No es solo la solemnidad de las procesiones o la emoción de quienes las viven desde dentro, sino también esa música que acompaña cada paso, cada momento, cada mirada al cielo. Ahora, con la convocatoria del IV Concurso Internacional de Composición de Marchas de Procesión Ciudad de Cartagena, la ciudad vuelve a tender un puente entre la tradición y la creatividad de músicos que llegan desde cualquier parte del mundo.
Este certamen, impulsado por el Ayuntamiento y la Junta de Cofradías, no es ya una novedad pasajera, sino un evento que se ha consolidado con fuerza en el calendario cofrade. Así lo recordaba Javier Pavía, presidente de la Junta, al señalar que cada año resulta más difícil para el jurado escoger entre tantas obras de calidad. Y no me extraña, porque hay algo muy especial en la manera en que estos compositores logran transformar sus emociones en notas capaces de ponerse al servicio de una fiesta que, en Cartagena, late en el alma de todos.
El concurso reparte 3.800 euros en premios, pero más allá del dinero, lo que de verdad se pone en juego es la oportunidad de que una marcha inédita se escuche por primera vez en el marco incomparable de nuestra Semana Santa. Las obras deberán respetar el carácter y la expresión de nuestras procesiones, y a la vez dejar espacio a la libertad creativa, ya sea con o sin instrumentos solistas. Eso sí, solo se admitirán piezas originales, nunca interpretadas ni difundidas, porque lo que se busca es esa primera vez tan mágica en la que la música rompe el silencio con toda su frescura.
El plazo para enviar las propuestas se mantiene abierto hasta el 15 de noviembre. Los compositores pueden hacer llegar sus partituras por correo, en persona, por mensajería o incluso por correo electrónico, lo que facilita que nadie quede fuera por cuestiones de distancia. Y habrá un momento muy esperado: el próximo 31 de enero, cuando las marchas finalistas se interpreten en el concierto extraordinario en el salón de actos del Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, con una banda de música de la ciudad que pondrá voz instrumental a tantas ilusiones.
Pienso en todo esto y me emociono un poco, porque al final una marcha de Semana Santa es mucho más que música. Es memoria compartida, es emoción contenida y es identidad de un pueblo que no deja de reinventarse. Cartagena, una vez más, abre sus puertas al talento y demuestra que sus tradiciones no están quietas, sino que siguen creciendo de la mano de quienes saben escuchar lo que late en sus calles.