El puerto de Cartagena volvió a latir con fuerza este sábado al convertirse en el escenario de la salida de la novena edición de la Regata Camino de la Cruz, Trofeo Punta Este. Una vez más, el mar se erige como el gran protagonista de la vida cultural, deportiva y turística de una ciudad que, por historia y por vocación, debe seguir mirando al horizonte azul que la define.
Más de 70 embarcaciones y cerca de 400 regatistas, procedentes de Cartagena y Torrevieja, dieron vida a una cita que une deporte, tradición y solidaridad. Los fondos recaudados en esta edición se destinarán a la Asociación D´Genes del Noroeste, recordando que la vela no solo es un espectáculo visual, sino también un compromiso social.
La alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo, acompañada del alcalde de Caravaca de la Cruz, José Francisco García, y de la consejera de Turismo, Carmen Conesa, destacó la fuerza de este evento como símbolo de unión entre la ciudad trimilenaria y la Ciudad Santa, entre el Mediterráneo y el interior. “Caravaca y Cartagena se dan la mano para impulsar juntos la ruta del Camino de la Cruz”, afirmó, subrayando además que el puerto es un escenario estratégico para seguir sumando grandes competiciones náuticas.
La regata refuerza una idea que Cartagena no puede perder de vista: el mar es su mayor legado, su seña de identidad más poderosa. Eventos como este muestran que la ciudad tiene un potencial incomparable, imposible de igualar por ningún destino de interior. Ninguna urbe sin costa puede competir con la fuerza magnética de un puerto abierto al Mediterráneo, con la belleza de unas aguas que son pasado, presente y futuro.
La ciudad debe apostar sin reservas por el mar. Potenciarlo no es una opción, es la clave para consolidar a Cartagena como referente deportivo, turístico y cultural. Vivir de espaldas al Mediterráneo sería desperdiciar un tesoro único; vivir mirando al mar es, en cambio, asegurar que la ciudad siga creciendo, atrayendo visitantes y escribiendo nuevas páginas de historia.
Cartagena nació junto al mar, creció con él y su porvenir depende de mantener ese vínculo intacto. Con regatas como la Camino de la Cruz, queda claro que el rumbo está trazado: Cartagena tiene que vivir mirando al mar.
