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Cuando llega el, tan esperado para algunos y odiado para otros, frio intenso a nuestras tierras bañadas por el mar, estamos seguros de que a todos por igual les gusta buscar el calor de un buen plato, y si es en un local con una dilatada historia que lo convierte en casi un museo, mejor que mejor.
Comemos en una de las tabernas más antiguas de nuestro municipio, La Taberna de los Camachos. Taberna que desde finales del siglo XIX lleva con nosotros, funcionando como venta, tienda y taberna donde siempre ha habido un hueco para los platos más típicos y emblemáticos de nuestra gastronomía, la de nuestra indivisible comarca El Campo de Cartagena.
Cuando abres una de las puertas de madera para entrar en el local, empiezas a darte cuenta de que aquello tiene solera. Las puertas son las que se colocaron en aquel siglo de la industrialización y hoy, todavía, perduran en el tiempo 124 años después, abriendo y cerrando. Una vez en el interior, no puedes más que asombrarte y es como si al cruzar la puerta atravesáramos un puente de Einstein-Rosen y viajáramos atrás en el tiempo. La barra, los armarios y el techo alto es prueba de ello.
En la barra podemos ver algunos de los platos y tapas que podemos tomar. Sencillamente maravilloso. Entramos al comedor atravesando la barra y nada más sentarnos nos ponen sobre la mesa un poco de sobrasada y uno de los mejores panes que hemos tenido la suerte de probar. Hacía tiempo que no probábamos un pan tan bueno.
Para empezar, lo hicimos con una tapa de pulpo a un estilo parecido a la gallega, es decir, cocido y aliñado con sal, aceite y pimentón. El pulpo, en todas sus formas, nos encanta. Siempre. Bien es cierto que a la cartagenera nos apasiona, no por ser precisamente de la ciudad que le da nombre al plato, sino por estar realmente bueno.
Seguimos con las tapas al centro. Pedimos unas migas, con su longaniza blanca, su tocino y sus ajos que, en su conjunto, hacen que una cosa tan simple como el pan cobre un sabor tan delicioso como el que tienen las migas y que tan típicas son en los escasos días lluviosos que tenemos en el levante. Con la siguiente tapa disfrutamos como niños. Sin duda, la mejor hasta el momento. Los callos. Simplemente bañar un trozo de pan en el caldo de los callos es ya una delicia. El acompañamiento de los propios callos con los tiernos garbanzos y ese tenue toque picante es la clave para que el plato sea un éxito.
Para terminar, pedimos asado de pollo y un plato de conejo con patatas. El asado, también con sus patatas, estaba sabroso sobre todo los tubérculos que, para nosotros, siempre es los mejor de los asados, sean de lo que sean. Y qué decir de un plato tan típico como el conejo. Ya los fenicios, al llegar a la península ibérica, bautizaron a nuestro país como Sphania, derivado del griego Sphan, conejo. Así que poco vamos a descubrir de un producto que llevará cocinándose en España miles de años y que aquí, en esta parte de sureste los hacemos, normalmente, al ajillo y al ajo cabañil.
Salimos de la Taberna de los Camachos con la intención de volver y probar uno de sus platos más representativos, el codillo. Nos encantó tanto lo que aquí comimos, como el lugar en sí. Merece la pena acercarse y disfrutar de este antiguo lugar.
ECU.
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