En la comarca del Campo de Cartagena, bendecida por los húmedos vientos de levante que la mantienen ajena a los calores del interior, todavía se conservan bastantes ventas, esas de toda la vida. Donde el embutido tradicional de esta comarca se expone tras el mostrador junto a los salazones.
Ventas que evolucionaron de Mansiones y Mutatios romanas a las que conocemos hoy en día y que, sin ellas, en aquellos tiempos, hubiera sido muy difícil la comunicación entre las distintas ciudades de aquella época.
A veces, nos apetece entrar en ellas y descubrir sus secretos culinarios. Donde una cocina sencilla, sin complicaciones ni florituras, hace que disfrutes de lo de siempre, de lo que lleva funcionando tantos y tantos años.
Es complicado comer sin reservar en cualquiera de las ventas que existen en la comarca. Esta vez, paramos en Hermanos Blaya, en la Aparecida. Un local donde puedes adquirir productos de supermercado, como productos de limpieza, galletas, verdura, carbón, cubos, etc. por supuesto embutidos, salazones, etc. Y lo más importante, también puedes comer.
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Pedimos un plato de embutido típico del Campo de Cartagena que llevaba chorizo seco, blanco, butifarra, jamón y longaniza seca. El embutido de nuestra comarca es contundente, de un sabor intenso y agradable. La longaniza seca es un manjar adictivo y sus blancos y butifarras son de una calidad excepcional, pero el embutido de La Aparecida es de una calidad superior al resto.
No podían faltar unas buenas morcillas. El sabor de las morcillas de esta zona es verdaderamente increíble. Ya sea por las especias que utilizan para desarrollarlas o por cómo las hacen en general, estas morcillas tienen un sabor característico que las diferencian del resto, mucho más notable si las comparas con las de otras comarcas limítrofes. Una buena elección para comer.
Aquella vez no teníamos un apetito voraz, sino que simplemente nos apetecía probar y conocer la venta. Tomar nota y otro día, con más tiempo y reservando, volveremos y probaremos otras cosas, como su arroz de conejo, sus asados o sus michirones. Así que terminamos con unos pinchos morunos. Los pinchos, con su adobo característico, estaba deliciosos.
Como primera toma de contacto con la venta Hermanos Blaya, llegamos a la conclusión de que tenemos que volver, eso sí, planificando la comida ya que, aquel día, simplemente nos dejamos caer por allí con la suerte de que una de las mesas acababa de terminar y pudimos sentarnos. Nos encantó.
Seguiremos recorriendo el Campo de Cartagena y parando en sus ventas, disfrutando de una gastronomía sencilla y antigua, que ha pasado de generación en generación perdurando, muchos de sus platos, desde las construcciones de las calzadas romanas que llegaban a la ciudad de Cartagonova.
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