Tradiciones
Un barrio de Cartagena llamado San Antón se preparaba para celebrar sus fiestas, las cuales tenían lugar después de las vacaciones de Navidad.
Esta festividad era muy importante para los habitantes del barrio, ya que posibilitaba que familiares; amigos y vecinos olvidaran sus rencillas y se reuniesen y compartiesen buenos momentos.
Una de las cosas más ansiadas durante esas fiestas era la tradición de asar pulpo a la cartagenera, en planchas que sacaban a la calle los bares y restaurantes de la zona.
El olor característico de este molusco asado se impregnaba por las calles del barrio, y era casi imposible no percibirlo. Este aroma conseguía atraer a todos los que pasaban por el barrio.
Un día, durante las fiestas, un grupo de adolescentes aprovecharon un descuido en su centro para acudir a la celebración y comer pulpo. Lo tenían planeado desde el año anterior. De hecho, llevaban varias semanas reuniendo el dinero suficiente para llevar a cabo su misión. Se hacían llamar “La pandilla Octopus”. Todo salió a la perfección, pidieron ir al aseo a la hora prevista ya que durante este curso pertenecían a grupos diferentes. En el momento que entraba un padre, salieron corriendo y se dirigieron a la zona de bares donde comenzaba su ruta: tapa de pulpo; habas frescas y, de postre, unos rollos de San Antón en un bar cercano.
Cuando acabaron su cometido y, antes de llegar a casa y llevarse una buena reprimenda de sus padres, la pandilla Octopus se prometió que, aunque pasaran los años y tomasen rumbos diferentes, siempre se reunirían para estas fechas, recordarían su hazaña y, sobre todo, disfrutarían de un buen pulpo acompañado de habas frescas y rollos de San Antón.
Pasaron varios años y algo extraño comenzó a suceder. Los bares que solían asar pulpo a la cartagenera habían ido cerrando. Aquellos chicos del barrio se entristecían viendo cómo esta tradición tan especial estaba casi perdida.
Sin embargo, había un bar que aún permanecía abierto y continuaba con la tradición. La pandilla Octopus se alegró al saber que aún podrían disfrutar de esta delicia, aunque por ahora, fuera en un solo lugar.
Y fue ese el momento cuando se prometieron abrir más bares y continuar con la antigua tradición de asar pulpo a la cartagenera durante las fiestas del barrio.
Y así, aunque los años pasaran, el aroma del pulpo, con su característico modo de preparación aliñado con aceite; vinagre; limón; sal y pimienta, seguiría impregnando las calles del barrio de San Antón, y la tradición se mantendría viva gracias a la pasión y el amor de estos chicos por su cultura y costumbres.
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