Los ecos del monte Miral
En una tierra bañada por el sol, donde el mar Menor besa suavemente las costas y el Mediterráneo se extiende majestuoso, se alza el Monte Miral, un lugar envuelto en misterio y leyendas. Durante siglos, este monte ha sido testigo de historias de fe y búsqueda espiritual, narraciones que se han transmitido de generación en generación.
La historia comienza con un joven anacoreta llamado Ginés, quien, buscando la paz y la comunión con lo divino, encontró refugio en las laderas del Monte Miral. Ginés, un hombre de corazón puro y una fe inquebrantable, descubrió en este lugar sagrado un rincón del cielo en la tierra.
Con el paso del tiempo, la fama de Ginés creció, y su ermita en el Monte Miral se convirtió en un lugar de peregrinación. Personas de todas las creencias y orígenes acudían a él, buscando consuelo, sabiduría y, a veces, milagros. La ermita de Ginés, dedicada a la humildad y al servicio, brillaba como un faro de esperanza en la región.
Alrededor de esta ermita, surgieron otras más, cada una dedicada a un santo diferente, creando un mosaico de fe y devoción. Había una para San Pablo de Tebas, otra para San Hilarión, y así sucesivamente, hasta que nueve ermitas adornaron las laderas del Monte Miral, como estrellas en la tierra.
Pero el tiempo es un río imparable, y con él, las ermitas sufrieron el embate de los siglos. Guerras, elementos y el olvido humano cobraron su precio, dejando solo ruinas como mudos testigos de un pasado glorioso. Sin embargo, el espíritu de Ginés y de los otros ermitaños nunca abandonó el monte.
Un día, un joven arqueólogo llamado Alejandro, fascinado por las leyendas del Monte Miral, decidió desentrañar sus secretos. Con cada piedra desenterrada y cada manuscrito descubierto, Alejandro revivió la historia de Ginés y sus compañeros ermitaños. Su trabajo reveló la riqueza espiritual del lugar y su importancia en la historia de la fe y la convivencia entre culturas.
La historia de Monte Miral, contada por Alejandro, inspiró a una nueva generación a mirar con respeto y admiración este lugar sagrado. Aunque solo quedaban ruinas, cada piedra y cada rincón del monte aún resonaban con ecos de oraciones y cánticos antiguos.
Y así, el Monte Miral continúa siendo un lugar de misterio y belleza, un testimonio silencioso de la búsqueda humana de significado y conexión con lo divino. Un lugar donde, aún hoy, se dice que los espíritus de Ginés y sus compañeros ermitaños vagan, protegiendo y bendiciendo a quienes buscan paz en su sagrado suelo.
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